Hola Mauricio. En la antología de cuentos de ciencia ficción "Los Viajeros", Bernardo Fernández menciona que dejaste callado alguna vez a Harlan Ellison. ¿Es esto cierto?, ¿cómo sucedió?
Fue en la convención mundial de ciencia ficción en Phoenix, Arizona, en 1978. A Harlan le habían prometido una especie de burbuja climatizada donde iba a escribir un cuento cuyas páginas se irían pegando en la pared, una divertida idea de literatura-espectáculo. Esto porque él era el invitado de honor de la convención y en esos años lo que había a su alrededor era una adoración que pasaba lo sano, casi besaban el suelo que pisaba, era "la" estrella. Lo vi en el lobby y traté de saludarlo porque me gustaba lo que escribía, pero me empezó a gritar de mala manera. Estaba cabreadísimo porque le habían puesto en el lobby del hotel una tienda de plástico que fungía como invernadero y vamos, la realidad no se correspondía a lo descrito. Entonces le grité que a mí no me gritaba nadie, y me importaba un rábano quién fuera él, maleducado, que sus problemas no eran asunto mío. Se quedó absolutamente de piedra, desacostumbrado a que alguien le reclamara sus berrinches (es además un luchador durísimo, un tipo que no se rinde fácil). Pasó un segundo, miró mi identificación y dijo "¿México? ¿Qué hace alguien de México por aquí?" y le dije que venía por mi cuenta y riesgo porque yo era escritor. Entonces decidió que todo le parecía genial, me dio un abrazo y me invitó a pasarme por su casa (la legendaria casa en el árbol de Ellison Wonderland) si alguna vez iba a Los Ángeles.
Me estuvo saludando todo el resto de la convención y hablamos un par de veces. Simplemente estaba tan inmerso en el ego trip que lo descolocó el que un mocoso sin nombre (tenía yo 23 años) se le pusiera enfrente. Por otro lado, yo no tenía nada qué perder, pero entiendo que si yo hubiera sido un escritor aspirante en los Estados Unidos, en ese momento no había peor negocio que pelearse con Ellison.
Me estuvo saludando todo el resto de la convención y hablamos un par de veces. Simplemente estaba tan inmerso en el ego trip que lo descolocó el que un mocoso sin nombre (tenía yo 23 años) se le pusiera enfrente. Por otro lado, yo no tenía nada qué perder, pero entiendo que si yo hubiera sido un escritor aspirante en los Estados Unidos, en ese momento no había peor negocio que pelearse con Ellison.