El jardín subterráneo- ¿Quién es Bateson?
Theodosius Bateson era el maestro más curioso de todo el profesorado del Internado. Era un aficionado a las bestias, los venenos y al té con mantequilla de búfala y en los días largos, con un chorrito de tequila. Usaba lentes que no necesitaba, generalmente sus cejas estaban ligeramente quemadas por algún experimento, acentuando su gesto con las marcadas cicatrices que surcaban su rostro y pocas veces se le veía comer… O, mejor dicho, pocas veces se le veía, en general. Salía para impartir sus clases, de vez en cuando paseaba por la cafetería con pelaje rosa en su chaqueta, trabajaba con su grupo de estudiantes predilecto en su habitación o iba al despacho de algún científico igual de loco a él para una charla amistosa e intrincada sobre las ventajas de la educación autodidacta y de probar los venenos en uno mismo.
Si eras un estudiante que fuera capaz de captar su atención, te invitaría a pasar a su despacho; al ser un docente de planta, su despacho era fijo. Puerta ochenta y tres al costado derecho -por el frente del ascensor- en el primer piso, el de las puertas de un blanco chirriante.
—Siga, por favor, señorita Wolf, que si la puerta se queda abierta tal vez los colores amenacen con correr fuera —dijo Bateson desde dentro sosteniendo la puerta con el número “83”. Terminó jalando de la muñeca a la joven, que se había quedado boquiabierta a la entrada.
Cruzando el umbral había un jardín ¡un enorme jardín en esa habitación en el internado bajo la tierra! —Venga, por favor, las bestias quienes están aquí son las que muerden, no yo —anunció jovialmente mientras caminaba hacia un armatoste negro de gran tamaño, que parecía una estufa de leña de las antiguas, y colocaba una tetera sobre el fuego—. ¿Le gusta el té?
Ella corrió tras un pequeño respingo —Yo… prefiero el chocolate caliente pero puedo beber té sin problemas —asintió algo avergonzada por pedir algo más.
Resueltamente, el profesor colocó también una olla con leche y una tableta de chocolate esperando a que desatase. En un tocadiscos que parecía sacado de una caricatura puso un vinilo, liberando una música que combinaba con el aroma del ambiente enroscándose ante ella; flores frescas, brisa veraniega, madera quemándose, chocolate y té en proceso y unas notas tenues a ácido sulfúrico para darle un toque especial.
De nuevo, la muchacha se quedó paralizada viendo alrededor con asombro. Era una llanura extensa, con ricas tonalidades de verde pintando el prado bajo sus pies, y muchas montañas de distintas alturas que más bien parecían el oleaje del mar, contorneando la distancia. Sobre sus cabezas, como un manto uniforme, el cielo se extendía en una majestuosidad eterna, con algunas salpicaduras de algodones flotando apacibles. Un camino de piedras planas grisáceas conducía a una sala de estar elegante en medio del jardín, con sillones y sofás mullidos de colores rojos y terracota haciendo un círculo alrededor de una mesa de pino impoluta y bellamente tallada en las patas.
+1 answer in: “trabajas o estudias?????”
Si eras un estudiante que fuera capaz de captar su atención, te invitaría a pasar a su despacho; al ser un docente de planta, su despacho era fijo. Puerta ochenta y tres al costado derecho -por el frente del ascensor- en el primer piso, el de las puertas de un blanco chirriante.
—Siga, por favor, señorita Wolf, que si la puerta se queda abierta tal vez los colores amenacen con correr fuera —dijo Bateson desde dentro sosteniendo la puerta con el número “83”. Terminó jalando de la muñeca a la joven, que se había quedado boquiabierta a la entrada.
Cruzando el umbral había un jardín ¡un enorme jardín en esa habitación en el internado bajo la tierra! —Venga, por favor, las bestias quienes están aquí son las que muerden, no yo —anunció jovialmente mientras caminaba hacia un armatoste negro de gran tamaño, que parecía una estufa de leña de las antiguas, y colocaba una tetera sobre el fuego—. ¿Le gusta el té?
Ella corrió tras un pequeño respingo —Yo… prefiero el chocolate caliente pero puedo beber té sin problemas —asintió algo avergonzada por pedir algo más.
Resueltamente, el profesor colocó también una olla con leche y una tableta de chocolate esperando a que desatase. En un tocadiscos que parecía sacado de una caricatura puso un vinilo, liberando una música que combinaba con el aroma del ambiente enroscándose ante ella; flores frescas, brisa veraniega, madera quemándose, chocolate y té en proceso y unas notas tenues a ácido sulfúrico para darle un toque especial.
De nuevo, la muchacha se quedó paralizada viendo alrededor con asombro. Era una llanura extensa, con ricas tonalidades de verde pintando el prado bajo sus pies, y muchas montañas de distintas alturas que más bien parecían el oleaje del mar, contorneando la distancia. Sobre sus cabezas, como un manto uniforme, el cielo se extendía en una majestuosidad eterna, con algunas salpicaduras de algodones flotando apacibles. Un camino de piedras planas grisáceas conducía a una sala de estar elegante en medio del jardín, con sillones y sofás mullidos de colores rojos y terracota haciendo un círculo alrededor de una mesa de pino impoluta y bellamente tallada en las patas.