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Nico

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Muchas felicidades, ojalá estés mucho tiempo aquí, ¿no crees que está red está como de bajón?

Gracias; no ha sido necesario, pero me sacaste una sonrisa, justo esta noche que pocas han formado mis labios.
Espero estar también mucho tiempo aquí, este es un sitio que me entretiene bastante, pese a su decadencia. Poco me importa por el momento. Quizá comience a preocuparme cuando no quede nadie interesante a quien leer y jamás vuelva a recibir preguntas. Pero Ask.fm me ha brindado tranquilidad, desenvoltura, encuentros; temo que le guardo cariño. No quisiera que esto acabe, pero es imposible de evitar y no hay ningún problema en ello. Llegué tardé a la plataforma.

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Qué parte(s) de tu cuerpo de gustan más?

Me gustan mis ojos debido a su tamaño. Tienen una figura absolutamente redonda y me brindan el aspecto de una niña pequeña. Comparto la misma mirada que mi madre y ambas parecemos expresar todos nuestros sentimientos mediante la vista, tierna y aguda. Me gusta mi mandíbula; otorga un aspecto distinto a mi rostro, se difumina en cuanto está cerca de la articulación con el otro hueso maxilar. En ciertos ángulos la he visto pulida y fina, recuerda a una pincelada. También adoro a mis manos y a mis largos dedos, mas no a las uñas. La curva y la ladera de mis senos en cuanto se mecen a causa de mi respiración. La suavidad de mi abdomen y piernas, su figura mezclándose y descendiendo, la curvilínea figura que dejan a su paso. El color de mi piel tostada a fuego lento bajo el sol. Mis lunares fulgurando como polvo. Mis labios por su excesiva sensibilidad.
Es ridículo el tiempo que me ha costado apreciar a mi cuerpo. Sin embargo he encontrado aparente belleza y espero seguir contemplándola con mimo.

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¿Por qué parecen ser tan interesantes los misterios, Nico?

mentalcobweb’s Profile PhotoClaudia
Lo son a ojos del curioso. He allí una cuestión interesante. La curiosidad, el impetuoso deseo por conocer, es una característica de los seres vivos; sin embargo, incluso entre ellos, tuvieron que desarrollarse otras cualidades antes que ésta para hablar apropiadamente del afán por aprender.
Un factor que condujo a un gran avance en el control del medio ambiente fue el movimiento. Los individuos, al ejercer esta habilidad, dejaron de perecer por hambre. Ahora eran capaces de ir en busca de los alimentos que requerían, lo que a su vez alentó la exploración, y ésta a la curiosidad sobre su entorno. Mientras nuevas inquietudes impulsaban a los organismos móviles, más intrincados y complejos fueron los cambios en el desarrollo de la masa encefálica, como consecuencia de la evolución de los órganos sensitivos. Entre mayor es el número de mensajes captado, más conexiones nerviosas deben formarse. Y miles de años después, la conciencia humana.
Los misterios resultan fascinantes porque forma parte de nuestra naturaleza ser atraídos hacia ellos. Poseemos el instrumento perfecto para interpretar y almacenar los datos captados por medio de la vista, de la audición y del tacto, rebasando la pura necesidad. No solo nos compete saciar requerimientos básicos sino que, inquietos, sentimos una intensa curiosidad; una abrumadora fuerza. Ya que poseemos un órgano de colosales aptitudes, es que sentimos igual fascinación hacia lo desconocido.
Un saludo, Claudia; y muchas gracias por la pregunta.

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¿Crees en Dios?

Ya no.
Me crié en una familia católica así que durante varios años mis creencias tuvieron fundamento en esa religión. Pero conocí mitologías, ciencia, otras religiones y aspectos de la propia que entraron en contradicción con todo lo que supuestamente debía creer. El concepto de lo sobrenatural me resultó increíble.
Recuerdo cuánto me preocupaba saber que un dios estaba juzgándome siempre, al saber que casi todo acto, cometido incluso en pensamiento, enfadaría al altísimo. A mi nacimiento ya había pecado. Me resultaba irónico que un creador amoroso obtuviese satisfacción como fuente de adoraciones, rezos y sacrificios, y que tuviese preparado un castigo eterno para aquellos que (conscientes o no, deseándolo o no) cometieran un desliz, por mínimo que fuera. Observaba a personas amables quienes por no atender a misa con periodicidad ya eran acreedores de un lugar en el infierno. Mientras que otros, de malignas intenciones a mi ver, sólo por cumplir aquel mandato ya merecían el paraíso.
Posteriormente mis intentos por orar resultaban inútiles. Dejó de interesarme la dedicación religiosa. Luego, la ceremonia del domingo carecía de sentido; me era superflua y difícil de presenciar.
Sin embargo pueden reprocharme que caigo en un “error”. Aunque los mitos y las supersticiones no son creíbles, de ellos obtengo inferencias como si fueran realidades, especialmente acerca de los seres humanos. Son una fábula. Y esto además; conservé del catecismo un tema: amar al prójimo.

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¿Qué hiciste hoy y que harás en lo que queda de la noche, por el Día de Muertos?

A media tarde ayudé a colocar el altar. En un momento prepararemos chocolate y el pan que era preferido por mi abuela, a quien recibiremos este año. La nostalgia me ha invadido al ver su fotografía y he pensado en ella incontables veces durante el día. No he visto mariposas negras, probablemente mañana revoloteen por las plantas que tenemos. Sé que mamá dirá, con seguridad absoluta, que tiene un mensaje para nosotros de parte de nuestros antepasados. Y yo me permito creerle. Cenaremos pan de muerto y un tradicional platillo. Las velas están encendidas.
Mañana, en cuanto podamos, visitaremos el cementerio para llevar flores, comida y música a nuestros amados.

Eres adorable.

A primera vista me rodea un aire inaccesible; mientras que esa impresión llena a los labios ajenos de comentarios acerca mío como «engreída», «carácter soberbio», «ojos que ven y lo juzgan todo», cuando me conocen pasan a proferir: «¡vaya inocente e ingenua mujer!» Parece que al no verme reflejada en su totalidad por este medio sucede lo segundo antes. Es curioso.
Me has hecho sonreír de ternura. Pero debo negar tu afirmación, por el bien de lo peor de mí, que aún existe.

¿Puedes hacer una lista de tus películas favoritas?

Dos tipos de cuidado, Ismael Rodríguez Ruelas (1952)
La herencia del viento, Stanley Kramer (1960)
Orgullo y prejuicio, Joe Wright (2005)
Nido de ratas, Elia Kazan (1954)
Diez cosas que odio de ti, Gil Junger (1999)
Lo que el viento se llevó, Victor Fleming, George Cukor y Sam Wood (1939)
El perfecto asesino, Luc Besson (1994)
Un ángel enamorado, Brad Silberling (1998)
El pirata y la princesa, Rob Reiner (1987)
Por siempre Cenicienta, Andy Tennant (1998)
Romeo x Julieta, Baz Luhrman (1996)
El sueño de una noche de verano, Michael Hoffman (1999)
Peter Pan: la gran aventura, P. J. Hogan (2003)
Carol, Todd Haynes (2015)
En primera plana, Thomas McCarthy (2015)
La chica danesa, Tom Hooper (2015)
El cisne negro, Darren Aronofsky (2010)
Amor, Michael Haneke (2012)
Mujer bonita, Garry Marshall (1996)
La boda de mi mejor amigo, P. J. Hogan (1997)
Becoming Jane, Julian Jarrold (2007)
La vida de Pi, Ang Lee (2013)
Enamorada, Emilio Fernández (1946)
¿Conoces a Joe Black?, Martin Brest (1998)
Macario, Roberto Gavaldón (1960)
Los tres huastecos, Ismael Rodríguez Ruelas (1948)
La casa de las dagas voladoras, Zhang Yimou (2004)
Y omito muchos más filmes.

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¿Estarías dispuesto/a a mantener una relación amorosa en este momento? ¿Qué haría falta tanto a nivel físico como mental para atraer tu atención?

No, si en mis manos estuviera la decisión de enamorarme. Decir que temo al sentimiento sería un engaño pero, con todo lo que actualmente vivo, sentir nacer una emoción violenta y hacerle frente, quizá, acabaría conmigo. Sin embargo la decisión no depende de mí; no poseo ese influjo sobre mis sentimientos. Así que únicamente puedo permitirme disfrutar de la experiencia cuando sea que ocurra. Incluso si resultase suceder esta mañana, muy a mi egoísta pesar.
Hace falta que una persona me sorprenda para atraer mi atención, ya en su hablar o cometer, en sus sentimientos y visiones o planes a futuro. Lo demás lo considero irrelevante.

¿Cuál sería el superpoder más inútil?

Recordé una clase de enfermería, cuando el profesor evaluaba la técnica de inyección entre los alumnos. En el instante en que descubrí la aguja de la jeringa para obtener el medicamento, me herí el dedo índice. Automáticamente deseché esa aguja y continué con el resto de los pasos, sin notar que seguía brotando la sangre, hasta que el profesor me detuvo cuando iba a lavarme las manos dispuesta a proceder con la inyección. Alzó una ceja, inquisidoramente. «¿No evitarás el sangrado?», dijo. De pronto noté cuánto daño me había hecho y la cantidad de carmesí que se deslizaba por mi mano. La voz del enfermero fue un viento helado que despejó a mi mente del resto de los pensamientos que me invadían. Repliqué que sí. Cubrí la herida con una torunda y presioné por unos segundos. El profesor continuó recriminándome: «¿Acaso así dejarás a tus pacientes? ¿No reaccionarás frente a sus heridas?»
Divago muchísimo. No es un superpoder, tampoco lo considero una actividad inútil, pero así como aquel día y hoy, que nuevamente me he herido por la misma causa, suelo olvidarme de todo y provocarme daño, o al menos ser vulnerable ante él. Para fortuna de todos, esto nunca sucede cuando atiendo a las demás personas.

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¿Alguna vez has sentido el deseo de fallecer, Nico? (Espero no ser tan atrevida).

No eres atrevida. Al menos no conmigo, considerando que esa parte de mí, tan caprichosa y voluble que, sí, alguna vez deseó fallecer, ha quedado atrás.
La historia es demasiado simple. Gatmuss se había enfadado irracionalmente. Fue violento y áspero; en su rostro el cólera iba trazando surcos imborrables. Me hizo temblar al escuchar de su voz los errores que yo había cometido hasta ese momento. Uno a uno cada fallo estallaba en mis oídos y las palabras se amotinaban en mi garganta, que en caso de brotar, habrían brotado transformadas en sollozos de impotencia. Contuve las lágrimas hasta que él se apartó de mí; con férrea actitud le sostuve la mirada en un mutismo que no hizo más que enfadarle en exceso. Me creí consumida por demonios. La sangre se me había vuelto densa, dejé de sentir que tenía órganos, huesos, figura. Y pese a que una parte de mi razón acertaba a pensar que Gatmuss había actuado por obra de ira sin creer en lo que amargamente dijo, otra parte decía que yo era merecedora de ese odio.
Entonces grité que quería morir hasta que mi voz fue irreconocible. Si tanto desprecio podía provocar en alguien, ése era mi castigo. Vociferé con fuerza, lloré un mar entero, contuve apenas las ganas de destruir cualquier cosa y alejé a todos a gritos, cuando el fuego me abrasó y recuperé un remanso de paz, solo hasta que el sentimiento me había debilitado. Fue por unas horas; lo que de ese día restaba. Con la misma violencia con la que había albergado tan infantil juicio, recuperé la cordura.
Gatmuss se disculpó la tarde siguiente. Sin embargo mi orgullo se tomó más tiempo en perdonarle y en perdonarme, pues estuve aún más aterrada de mi imagen que de él. Había dejado de ser dueña de mí misma y renegué todo lo que soy. Me sorprendí estar consciente del daño que podría provocarme si así lo pretendo.
Nunca más quiero sentirme así. No deseo a nadie consumar semejante idea en un arrebato.

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http://www.diversidadliteraria.com/info-concursos/ Por si no conocías la página, te la recomiendo, es para hacer concursos de microrelatos. Yo también participo y creo que tal vez a tí también podría gustarte! Saludos Nico!!!

Randomousin’s Profile PhotoUn Quién Aleatorio
¡Qué amable! Muchas gracias por el apunte; ha sido un gesto sumamente tierno. Le echaré un vistazo, aunque aún no me considero lista para enviar cualquier cosa a concursos.
Un saludo de vuelta para ti con toda alegría. :-)

Querida Nico, quisiera saber cuándo comenzaste a leer tanto y a escribir como lo haces, que es increíble por cierto. Un saludo.

No tengo en la memoria una fecha precisa para ninguna de las dos actividades. Lo que sí tuve, y conservo en aquélla, fue una infancia prodigiosa. Viví en una vetusta y enorme casa llena de fantasmas. Era mi abuela una mujer de gran imaginación, creyente de supersticiones, y a su juicio todo en ese lugar tenía un motivo increíble: batir el chocolate, cocinar sin entregarnos a las pasiones, no peinarse sobre la cama, evitar los espejos durante la lluvia. Era un mundo extraordinario; en cada rincón habitaban espíritus y memorias. Como ella, mi madre, una figura inocente dentro de todo aquel misticismo, hablando en clave y en verso. Todas las noches, juntas en la mesa, las voces de ambas mujeres narraban un misterio, una leyenda terrorífica, una creencia afanosa o un cuento infantil bajo el pretexto de los sucesos que habían transcurrido.
Así que entendí mi entorno en historias. Mantenía en la cabeza ideas danzando sobre cómo es el mundo, daba forma y explicación a todo lo que desconocía; en ese entonces no me era familiar la escritura en papel pero, de algún modo, cuando mis ojos observaban pájaros a la altura de la raíz de las nubes y en mi cabeza se tejían pensamientos sobre su origen, ya escribía. Era así con todo a mi alrededor.
Cuando aprendí a leer conocí otro aspecto del mundo. En la lectura también han sido influencia mi madre y mi abuela. Ambas dedicaron su juventud a los libros, memorizando pasajes y admirando en comunión a ciertos autores. Mi madre constantemente me recomienda lecturas, y mi abuela hacía lo propio. Tuve antologías de cuentos a mano; altas y alegres voces las leían para mí. Conforme pasaron los años conocí a personas que continuaron influyéndome, especialmente en literatura, y yo estaba gustosa de hallar nuevos libros. Un profesor de la primaria me alentó a escribir (una larga anécdota), mi madre descubrió que me era relativamente fácil dicha afición, y yo sentí tenía tanto por plasmar que me dediqué a escribir. Apenas ahora noto una mejoría.
Básicamente fue un proceso: primero imaginando, después la lectura y por último las letras compuestas por mí misma. El tiempo se encargó de lo demás. No considero leer lo suficiente ni escribir tan bien, sin embargo ambas pasiones me fascinan y a ellas dedico gran parte de mis días.
Te agradezco por la sonrisa. Un abrazo.

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¿Sabes tocar un, o más de un instrumento? Saludos. (:

GodTank’s Profile PhotoÁlvaro Francisco
Oh no, no sé tocar ningún instrumento. Deseo con ansias aprender a tocar el violín, seguidamente el piano, pero debo demorarme unos cuantos años más. En vano intenté convencer a mi madre de enseñarme; carezco del talento que posee mi hermana, quien aprendió a tocar el instrumento que quería sola. Me corresponde el papel de la eterna admiradora de la música, tal parece, y no de partícipe activo. Ay.
Un saludo, Álvaro.

¡Buenas, Nico! Me apetece preguntarte por aquí también. ¿Tienes ya ganas de otoño? ¿Cuáles son las costumbres que haces en esa época del año? Como recoger las hojas caídas de árboles. 🍁 Un abrazo muy fuerte,

TheTrue__’s Profile PhotoDoïrεαηη
Sí, tengo ganas de otoño, querida. La estación está profundamente ligada conmigo. Vuelvo los ojos al pasado y me encuentro, inocente, haciendo la relación entre mi nacimiento y la época, con la idea perspicaz de que me pertenecía por derecho. Aún encuentro mi nombre en toda la atmósfera y mis costumbres —las más sobresalientes— están plagadas de tradición.
Es temporada de tempestades, cuando ruge el viento que barre con todo y el rayo desgarra a las nubes en jirones de tinta; pájaros se pierden en la altura, mariposas negras e insectos guían almas. Ha sido descrita la emoción de estos meses en un poema chino: “no se ve gente en el monte, sólo se oyen, lejos, voces”. La ciudad permanece en llamas por las hojas que han tornado a luciérnagas. El sueño es triturado bajo las huellas de un gato negro. Se prepara la casa para dar la bienvenida a los viajantes que abrieron la tierra otra vez. El humo de incienso seca los labios, pero aún arrastran oraciones. Se trazan cruces de cal en el suelo y en un altar rebosan coloridas ofrendas. Cuando la luna refleja en el cielo, no se acepta parafina, y cuelga un hilo rojo de las manos o los niños serán muertos.
Florecen leones de oro y rojo que utilizo para adornar mi cabello; llevo zapatos de tacón blanco y, en un eco sostenido, resuenan en los adoquines de la calle. Encaje cubre a mis piernas. Mi vestido, bordado con dibujos de flores bellísimas, llama a los ojos de quien lo observa por el trabajo expuesto en él, queriendo resolver el crucigrama de los puntos. Porto varios collares, relicarios y crucifijos de largo tamaño, tal y como los aretes llegan a rozar mis hombros, cubiertos por un rebozo.
Entonces, así, practico todo lo que he expuesto letras antes. En otoño se honra a las ánimas.
Te envío un abrazo, Do.

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Por que tan pocas respuestas?

Porque, por una parte, tengo el tiempo contado cada vez que ingreso a alguna plataforma de Internet, y eso provoca que mi escritura se detenga en frustración. Muchas veces trato de escribir y responder a todo, pero suelen interrumpirme y esfumar mi oportunidad. Si soy sincera, la mayoría de las veces accedo a leer las preguntas recibidas y tomar nota para redactar la respuesta aparte. Primero a mano, después a computadora. Si bien es una forma larga y molesta, me permite ahorrar tiempo cuando estoy sentada frente al escritorio. Igualmente es debido a que me distraigo con facilidad. Me fascina leer a otros usuarios; así transcurren no pocas horas, pues es un incidente que disfruto. Más aún, suelo olvidarme de que puedo interactuar con ellos, ¡y termino riendo de mí misma por desaprovechar la ocasión!
Luego, no recibo muchas cuestiones que muestren interés en mí. Colectivas, a tropel, y pocas sobre asuntos de los que puedo discutir, informar u opinar. Lo he dicho antes: varias han sido las ocasiones en que en las yemas de mis dedos permanecen textos frenados al tener por límite las preguntas que recibo.
Últimamente he pasado gran parte de la noche aquí, distrayéndome para intentar conciliar el sueño. Siempre estoy. Solo hace falta buscarme.

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¿Las mujeres tenemos razones para ser misandricas? Teniendo en cuenta como fuimos tratadas, y como nos siguen tratando.

Advierto que siempre que intento explicar esto no logro expresarme correctamente. Ya he dejado de esperar que el resultado sea distinto, aunque continúo esforzándome por llegar a él de algún modo.
No comprendo el odio, no sé bien a qué atenerme cuando alguien menciona sentir profundo desprecio hacia otro, hacia algún objeto, o actividad, pero es cierto que vivimos en un ambiente impregnado de misoginia. Aun así, intentar echar culpa a un solo individuo es de ingenuos, siendo que existe una realidad atrás, una creencia compartida por casi todos, una estructura que perpetúa estos sentimientos y sus consecuentes actos sistemáticamente. Si las mujeres tenemos motivos para odiar a los hombres, temo que es algo a consideración de cada una de nosotras, de nuestra susceptibilidad y nuestra capacidad de revisar el medio cultural en que nos encontramos y a nosotras mismas. Sí, es probable que hayan deseos de una descarga de furia contra lo que parece que nos está invisibilizando: la visión masculina —y que no es más que producto de la sociedad—; ya que ésta satisface, o intenta satisfacer a los varones, es comprensible que el primer arranque de legítima ira sea en su contra, como único fin de mitigar ese rechazo. Sin embargo, no son ellos los únicos que han despreciado, maltratado o criticado vilmente a las mujeres. Así hemos cometido todas alguna vez. E ir en contra nuestra es atacar al eslabón más débil, a las víctimas, las que depositan su confianza en quienes abusan de ellas; del mismo modo que despreciar a los hombres, en general, no significa abolir el problema, sin duda más complejo de lo que parece.
El odio provoca más destrucción que cambio si bajo su bandera se pretende acabar con el mismo tipo de sentimiento. Creo que lo más efectivo es transformar esa opresión en muestras que puedan favorecer el bien común, convertirlo en poder. Es evidente que un colectivo, sea cual sea, difícilmente podrá ponerse de acuerdo en el tipo de activismo que ejecutarán sus miembros, porque cada uno percibirá de forma distinta la impotencia y, por tanto, el grado de rebelión que siente que debe demostrar, pero la causa idealmente debe ser la misma para todos. En este caso, para nosotras las mujeres.
Comprendo que la ira, en camino de convertirse en odio, es una reacción natural a la opresión, pero es para mí mejor luchar y protestar contra los cimientos que en contra de quienes la sufrimos, en menor o mayor grado. Y retomo un tópico que he repetido más veces: la educación es la mejor arma.
Creo.

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Nico, podrias mostrarnos uno de tus escritos? porfa porfa porfa, aunque sea uno cortito eres maravillosa <3

Una coincidencia.
Desenlacé las pestañas en algún momento de la noche y perdí de vista todo sueño. Apoyada en la ventana, espié el derredor. Escuché voces como salir de un profundo pozo; observé a un gato hecho luz; nubes grises meciéndose y llevando consigo el viento helado de la lluvia de la tarde, mis hombros tiritaban bajo el blusón. Distinguí la sombra de los árboles y por un momento imaginé que sería capaz de alcanzar el fruto más cercano. En la plenitud de la poesía, aparecieron unos amantes; «finalmente, amor», susurró el hombre. El marco de la ventana tembló por el eco del ferrocarril. Y ante el placer de este cuadro, mi mente se debatió entre cien pensamientos. El último: solo acepto gustosa el cariño que deseo y rechazo incluso al que sinceramente me quiere.
Debí creer, a esa hora, que se trataba de una contradicción notable. En medio del abrazo de Al comprobé sin embargo mi teoría. Cuando se alejó de mí, sonrió, y entre otras cosas, dijo «puedo ayudarte a aceptar mejor las muestras de afecto».
Curioso, pensé, era lo que yo había ideado esa madrugada; aceptar que existen quienes quieren acercarse a mí y no impedirles, en un renuente reflejo, la oportunidad.
(Agradezco el halago. Perdóname por no escribir nada mejor.)

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Nico, en general, ¿qué piensas sobre el aborto?

Personalmente, opino que la decisión de un aborto debe ser exclusiva de la mujer. Por supuesto, ella puede escuchar las recomendaciones médicas, los argumentos sociales, especialmente los de su familia y del futuro padre, pero la decisión debe ser suya, entera y exclusivamente suya. Después de todo, el embarazo se trata de un proceso que cambiará su vida, empujándola a olvidar proyectos futuros y aspiraciones, para dotar a un ser de todas las necesidades que requerirá desde la gestación hasta años venideros. Si se le obligara dar a luz al niño, las consecuencias no podrían ser menos que peores; ya que el desgaste emocional y físico, que acontece con normalidad en un embarazo planificado, aumentaría de manera alarmante.
De la misma forma en que la decisión sobre lo que hacer con nuestro cuerpo en cualquier otra circunstancia está contemplada en la ley como protección de nuestra autonomía, la mujer embarazada debe poder decidir sobre lo que considera que es mejor para ella. Recordemos que es un caso trascendental, conflictivo; de ninguna forma se trata de una decisión fácil. Nadie más que ella sabrá lo que es enfrentar un embarazo no deseado.
Sustento esto en la evidencia de que un embrión (o feto, cuyo caso se contemple legalmente) es un ser que no puede ejercer una voluntad humana como la que una mujer demuestra; no posee capacidad de sufrimiento (ateniéndonos al plazo legal para la realización de un aborto), no tiene sueños, sentimientos o expectativas; es una suerte de especulación afirmar lo contrario. Creo que los derechos del ser humano deben primar sobre los de aquel que aún no puede demostrarse posee las características de uno.
Aun así, debido a la naturaleza del dilema, conservo algunas diferencias al tratarse de un embarazo consecuencia de la decisión consciente de no recurrir a precauciones. Sé que la educación sexual es decadente, y es por esto que considero que la sociedad debe encontrar una solución que satisfaga el presente “fenómeno”, sin someterse a consideraciones de grupos individualistas. Si el problema es el aumento en el número de abortos, debería celebrarse la sexualidad, hablar de ella con sentido y entregar información efectiva; promover el cuidado, la higiene y la prevención, para así deshacerse de tabúes. Mientras tanto, me parece lo más razonable otorgarle a la mujer la decisión voluntaria sobre su cuerpo y aumentar el servicio de clínicas especializadas para reducir al mínimo la cantidad de riesgos.

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¿Cuáles son los libros que leíste del año que más te agradaron?

Debo nombrar «Demian» de Herman Hesse, que sucedió como un oasis entre los otros volúmenes que en aquel momento leí. Ojalá hubiera tenido la novela antes en mis manos para haber caído en la más honda fascinación. Además, con total asombro, merece la pena que mencione un cuento del escritor Edgar Omar Avilés. Al finalizar la lectura estaba yo demasiado aturdida para pensar nada con exactitud. Nunca olvidaré la sensación de espanto, horror y admiración que experimenté al hundir mi mirada en el final. Ha sido la más reciente de mis impresiones.
Este es el cuento: http://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/historia-de-gallina/

Continuación a la pregunta: «Si la decisión de abortar o no solo compete a la mujer, no crees que el hombre debería tener derecho a solicitar un aborto jurídico?»

Garzamorena’s Profile PhotoNico
Tremenda indignación que al tratarse del embarazo de una adolescente, el padre pudiera impedir que se le solicite una pensión alimenticia cuando por su cuenta también estaba la responsabilidad de evitar el mismo. Y este acto, debo suponer, podría aplicarse en el proceso de divorcio de una pareja adulta y sería igualmente reprobable.
Lo siento, pero es que lo que propones no tiene cabida en el marco legal y me resulta una idea insensata.
* Toda la información respecto a las condiciones legales de aborto la he obtenido del Código Penal del Estado (...), capítulo VI.

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