No lo sé, a veces es como jodido el no pasar la página de una vez. Te entiendo, pero, también espero que logres estar bien.
No, pero, ¿sabes? A veces regreso a estos lados y me lleno de recuerdos, me gustaría volver a saber de ustedes.
Dan, Dan, definitivamente. Ojalá algún día regresara.
Y regreso cada medio siglo.
Ush, hace años no entraba aquí.
Al perderte yo a ti, tú y yo hemos perdido;
yo porque eras tú lo que yo más amaba
y tú porque yo era el que te amaba más.
Pero de nosotros dos tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otras personas como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán como te amaba yo.
– Ernesto Cardenal, «Epigrama».
Justamente anoche, creo que es la mejor de las sensaciones.
Y debo decir que confío plenamente en la casualidad de haberte conocido. Que nunca intentaré olvidarte, y que si lo hiciera, no lo conseguiría. Que me encanta mirarte y que te haga mío con solo verte de lejos. Que adoro tus lunares y tu pecho me parece el paraíso. Que no fuiste el amor de mi vida, ni de mis días, ni de mi momento, Pero que te quise, y que te quiero, aunque estemos destinados a no ser.
— Julio Cortázar, «Rayuela».
¿Olvidarla? Era más fácil olvidar su país, su trabajo, su querido Buenos Aires de casas con olor a tilos y de esquinas cómplices robadas al tiempo. Ella era una droga más poderosa que el mundo, y nada en ese otro mundo parecía pertenecerle ahora. Ni su pasado, ni su porvenir ni su propia vida.
— Marcelo Lillo, «Mésalliances».