Kate Gorietti.

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⠀⠀⠀⠀⠀« El conjunto vacío es el conjunto matemático,
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀único, que carece de elementos.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Se representa con el símbolo Ø. »
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀El conjunto vacío es único, porque no existen diferenciadores que pudieran originar más de uno. Por eso es EL conjunto, porque hay cabida para todo lo que supone vacío. No cuenta con elementos, y por tanto no hay distinción. El único subconjunto del conjunto vacío es él mismo. Él es el que predomina, él es la única presencia. El número que lo representa es cero, lo que produce que sea un conjunto finito.

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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀La filosofía de las matemáticas intenta aumentar la comprensión del término, así como establecer las diferentes paradojas que posee, y las características para tener en cuenta. Al no existir elementos a los que poder asignarle propiedades se puede asegurar que los elementos que (no) completan al conjunto no tienen todas las propiedades, pero sí las tienen todas. Me contradigo con certeza, porque así son las manifestaciones de la complejidad de la nada. La nada, por el hecho de serlo, es algo. Todo. ¿Cómo un conjunto, que no tiene elementos, puede ser un conjunto? `Porque el vacío se suma, porque interviene e influye.

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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀Me gustaría que llegáramos a utilizar otro tipo de lógica a la que hemos venido aplicando. Un tratamiento diferente, como pura exigencia de las dificultades que se presentan con diferentes términos (un claro ejemplo es el expuesto); estos requieren de una explicación que acepte afirmaciones y negaciones que hasta ahora no se consentían como válidas (y rechazan el “sentido común” instaurado no sabemos por quién).

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El plagio es una palabra de tal dimensión que hay que tener mucho cuidado a la hora de usarla. Y ojo, puntualizo, no se trata del uso de un avatar, de una respuesta aislada, de un evento fortuito. Nada de eso. Sucede lo mismo con el término inspiración que oculta un copia y pega en muchas ocasiones, y se aleja de la admiración pronunciada. Si hay algo de lo que estoy segura es que mi perfil no es igual a otro, no se parece, no se confunde. Los hay infinitamente mejores, y otros gestionados con mayores deficiencias, pero ninguno igual. Y no es porque tenga nada especial, o único, es el conjunto y la persona la que hace de cada espacio algo con marca propia. He sentido que han intentado usurpar parte de lo que soy, por supuesto, en algún momento con un descaro de película en el que he tenido que tomar cartas en el asunto, porque había rebasado todos los límites y chocaba frontalmente con una grave falta de respeto. Pero en otros supuestos es algo más sutil, que en realidad solo me molesta unos instantes y no le otorgo la más mínima importancia momentos después; incluso a veces ni reparo en ello más que por comentarios de terceros que me lo hacen llegar. ¿Por qué? Por la seguridad, estoy convencida de que (más allá de la calidad o no que tenga) lo que expongo es mío. Y no mío como exclusión para el resto, mío como parte. No miro a mi alrededor y no busco ningún perfil para “inspirarme”, a la hora de responder. No hay nada que no publique, exprese o plasme que no tenga una historia detrás, una esencia y que no venga de mi propio convencimiento. Lamento las personas que tienen que jugar a ser mitades de unas, mitades de otras, cogen un poco de allí y un poco de aquí, por falta de criterio propio. Por supuesto no podemos ser plenamente originales, ninguno, porque nos movemos en sociedad y lo que vemos, lo que escuchamos, lo que observamos nos condiciona, pero justo eso nos forja: el tratamiento que hagamos a lo que nos rodea, y cómo le demos uso. Está claro que los gustos no son incomparables, que habrá personas con las que existan similitudes, que habrá momentos en los que se produzcan coincidencias, y que no todos tenemos la exclusividad de lo que plasmamos, es lícito y va con la madurez el modo de asumirlo. Eso sí, el respeto prevalece. Por mi parte no me propongo no ser una más, simplemente estoy satisfecha con lo que soy y no necesito de nadie más para desplegarme.

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Uno encuentra las situaciones que le llevan a crearse.

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Nuestro ambiente, los acontecimientos, las cosas que enfrentemos y el círculo que nos rodea diseña las expectativas de quienes seremos. Ojo, no es absoluto ni cerrado, podemos alejarnos del camino marcado, o quedarnos solo con lo que creamos conveniente; pero sin duda seríamos personas muy diferentes si las circunstancias hubieran sido otras. Queramos verlo o no. La adaptación al medio es un elemento clave. Por eso, cuando modificamos las condiciones y las reglas del juego, así como el escenario dónde nos desplegamos, hablamos de “encontrarnos”. Nos encontramos con nosotros mismos poniendo patas arriba lo que nos rodea, intentamos fugarnos de lo usual para conocernos. Y lo que estamos haciendo en esos casos es buscar otro medio, que no nos corresponde, pero que queremos encontrar (en ocasiones de manera forzada y poco creíble) para seguir creándonos, para reinventarnos. No hacemos más que buscar alternativas para la insatisfacción, para completar los huecos vacíos que no encuentran consuelo. Y, a veces, sucede.

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Porque, por norma general, los implicados en dicha situación son, al menos, dos personas. Dos individuos que no ostentan los mismos tiempos, que no pretenden llegar al mismo punto, o si lo hacen no bajo las mismas condiciones; que tienen su propia forma de afrontar lo que sucede y la incompatibilidad aquí sale a relucir de un modo devorador. Explicarse, y expresar lo que uno siente, es sumamente complejo cuando tiene repercusión directa. Cuando hay que confrontar lo sucedido con otra persona, frente a frente. Desgranar los entresijos de los sentimientos, de las sensaciones y de los sabores de boca cuando ni tú mismo sabes encontrar las palabras, cuando estas no llegan a dónde tu interior sí, se torna en una tarea casi imposible. Así que nos lanzamos ante las soluciones que fingen envolverse de sencillez. Alejarse, simular olvido, permitir que nos resbale hasta la última gota, lograr que finalmente sea así. Matamos y rematamos, para evitarnos esfuerzos que no nos garantizan nada.

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1. Nebraska [ 2013 ]
Un anciano con síntomas de demencia al que le comunican que ha ganado un premio. Él cree haberse hecho rico y obliga a su hijo a emprender un viaje para ir a cobrarlo. La relación de ambos, destruida hace años, irá por otros caminos.

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2. Aquí voy a nombrar a tres, porque me apetece:
Paolo Sorrentino, Xavier Dolan y Christopher Nolan.

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3. Cinemascope – Sergi de Diego Mas.
Es imposible encontrar un argumento cerrado en este libro que ha roto mis esquemas. Solo puedo decir que se me ha quedado corto, por las ganas de seguir indagando en la mente de un privilegiado. Es un libro de poesía. Es un libro cinematográfico. Es una película, sobre un guion que estudia el funcionamiento de la propia cámara, que pretende capturar imágenes de otro modo, mientras el autor juega con diferentes velocidades en los fotogramas. Es un libro lleno de complejidad y silencio. No apto para todo el mundo, ni con una belleza inconmensurable que conquiste a todos los públicos. Pero si es una pieza de las que disfrutas, algo novedoso, completo y sin comparación.

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PD: No puedo evitar nombrar también a Alejandra Pizarnik. Una poeta argentina que reflejaba, sin filtros, sus inquietudes, su sensualidad, y la autodestrucción a la que hacía frente, en sus escritos. Muy recomendable, aunque no para personas sensibles y autocompasivas.

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4. The National.

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5. Toby Harvard.
Mezcla entre fotógrafo y guionista, una combinación tan irresistible como su juego con las sombras y las luces, en plena voracidad nocturna.

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Saber que vas a morir no implica tenerle miedo a la muerte, ni tan siquiera me parece un condicionante en el día a día, pero es necesario a largo plazo. Saber que posees un tiempo limitado es un apunte de realidad más, un tope para quienes suponen un peligro, un final para todos. De hecho, el miedo, al menos en mi caso, deriva del sufrir. Sufrir demasiado, y las condiciones de la muerte son las que despiertan la absoluta inquietud. Pero aún dicho esto tampoco querría conocerlas (las formas) y vivir esperando a que llegue el momento, con temor. En absoluto. Todos sabemos que no vamos a ser eternos, y no por ello vivimos con absoluta fiereza el día a día. Seguimos perdiendo el tiempo, seguimos malgastando energías en cosas que no nos llenan y continuamos planificando el largo plazo a pesar de no tener constancia de que vayamos a estar en él. Por tanto, mi respuesta al beneficio que supone el conocimiento es limitar la agonía que produce la idea de la infinidad y acotar las intenciones (especialmente destructivas). A mí me resultaría muchísimo más pesada la carga de la inmortalidad. Tampoco considero que la nitidez acerca del cómo y cuándo sea producente, se trataría a la vida como un contrato supeditado a término definido y explícito, totalmente innecesario. Prefiero saber que va a pasar, que voy a morir, pero sin tener constancia de detalles que no me van a aportar nada actualmente, y de los cuales no voy a poder escaparme. Ver la realidad y no cegarme ante lo que es inevitable. El desconocimiento puede eximir de cierto dolor de cabeza, pero para mí vivir sin él supondría quitarme el significado real de todo. Cuánto más conocemos, más críticos nos hacemos, probablemente más rechazo alberguemos y mayor incredulidad, pero no por ello frenamos, es plantarse ante lo que hay tomando la posición que queramos, pero con un poder de reacción, de inquietud que nos revuelva, que nos movilice (aunque sea solo interiormente), eso que la ignorancia no nos permite alcanzar.

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Se idealizan, de manera constante, las relaciones. Sean del tipo que sean. Y se considera que todo requiere un esfuerzo y una dedicación con el afán de sumar años y años de unión a las espaldas como si esto fuera algo de lo que enorgullecerse. No se piensa en que el verdadero objetivo de la amistad es que no pese, que no suponga esfuerzo, que sea algo que fluya y aporte. Este es el motivo principal para que llegue el fin de amistades, relaciones amorosas u otro tipo. El apego impuesto que se establece, la concepción de cuanto más mejor aunque se pierda calidad y las ganas ya no aparezcan. Es efímero, todo es efímero, y cae por su propio peso. Yo no sé si estaré, dentro de diez años, con las mismas personas que tengo actualmente alrededor. De lo que sí estoy convencida es de que permanezco al lado de quien quiero estarlo, con puro convencimiento y orgullo. El día que esto se merme y no sienta ni las ganas, ni la necesidad, ni la motivación suficiente, me alejaré. Y lo haré porque soy incapaz de empañar algo que quiero tanto y tiene tanta repercusión en mi vida reduciéndolo a puro desengaño y asqueamiento. No pienso llegar a esos extremos.

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Corren ríos de tinta, dónde se agolpan las percepciones de esos gestos descuidados. Se clava el filo de la pluma, en la espalda del que se sabe intencionado, surcando los lunares en los primeros trazos, que no pretenden decir nada. Discurren por la clavícula las cosas no dichas a tiempo, las letras en mayúscula que rodean tu cabeza. Se sigue el rastro de la última vez en la que cerré los ojos, en la que el acto reflejo de incorporarme te hizo salir del reglón y deslizarte por los márgenes. Se cerraron de golpe los cuadernos dónde nos dejamos manchados, con el rastro de las huellas, que nos delataron, abriendo camino. Nos siguieron, pero no llegaron a tiempo. Asumimos la culpa del triunfo, lo nuestro era aparte, el resto desechos. Sustituiste el frío del cabezal por la delicadeza del pincel, apretaste con calidez desmesurada y te quedaste absorto en los contornos. Dibujaste lo abstracto del deseo en la punta de la lengua, corrió la tinta que te traicionó y tú no dudaste en devorarla utilizándome. Trazaste la línea, con la dedicación requerida, agonizando los instantes, protagonizando los escalofríos. Ella cogió la dirección errónea, ayudaste a ubicarla con la yema de los dedos, que se pierden entre piernas que muestran la entrada hacia la salida, que aumentan la velocidad de las páginas repletas. Escritos con deseos de profundidad y humedad, con mordiscos que cambian el párrafo. Y nos cortamos con las hojas y el resquemor que no cesó, aún se siente. Recuperé el lienzo inicial para reinterpretar las letras, para quedármelas. Guiaste mis armas agonizantes, con la frialdad apasionada del instante, con la templanza inexistente de las ansías. Con las ganas de plasmarlo, de dejarlo todo por escrito, de no olvidar. Los garabatos bajo lo visible declararon la guerra a la incapaz de sentirlo. Las dudas se quedaron en el fondo de los ríos de tinta que nos envolvían.

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