Todas mis heridas están hechas estúpidamente, pero creo que la que se lleva el premio es una que tengo rodeándome el tobillo. Es una linea fina y perfecta, una quemadura hecha con hilo de pescador.
Resulta que cuando iba en 2do de secundaria mi grupo escribió una obra que presentamos en el teatro, uno de verdad. El teatro era solo el escenario y una pasarela en la parte trasera, oculta con el telón, para pasar hasta allí tenías que saltar una brecha o cruzar por una tabla. Parte de la escenografía era un pequeño planetario colgado sobre nuestras cabezas, y cuando me tocaba entrar adivinen quién fue la única personita especial que se enredó con el hilo de pescar.
Para mi suerte salí con una pareja, y si no fuera por él me habría caído y rodado por el escenario como una madeja de lana desde el primer paso, le costó sostenerme, pues casi nos vamos los dos al piso.
Ahora la marca en mi tobillo parece como si me hubieran cosido el pie de vuelta en su lugar.
Extrañamente me gusta esa cicatriz en particular, a pesar de todo fue una experiencia genial, supongo que me trae buenos recuerdos.
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