Realmente no debía de prestarle nada pero ¿Qué importa? No lo volvería a ver, además de que parecía ser un pequeño bastante infeliz. Dudó una vez más y finalmente se quitó el accesorio, abriendo sus ojos lentamente para no causar una reacción desfavorable. Similar a la máscara, sus ojos eran negros y la esclera era de un color rojo oscuro, similar al vino.

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─ Claro. Aunque te quedará grande. ─Se agachó un poco para dársela, recordando el comentario sobre Corea. Estados Unidos tampoco se ponía mejor.(?)

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─ Lo es. El gobierno es malo y opresivo. Te ordena qué decir, cómo actuar, qué pensar... ─ Se puso de cuclillas una vez el niño tenía la máscara puesta. Cuando otra persona la tiene puesta, daba miedo. Terminó por sonreír. ─ Si te asustas o te enojas, cambia de expresión... Es genial, ¿Verdad?

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Frank se había equivocado de año, de nuevo. A pesar de eso, se quedó en el año de esa ciudad aleatoria con intenciones de ser un turista.

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Terminó por pararse frente a una iglesia para apreciar la arquitectura... En su hogar no había iglesias, ni siquiera era permitido profesar una religión de manera pública. Se dirigió al cementerio para fijarse en las lápidas, le parecía curioso como los cuerpos de la gente eran enterrados para ser memorados, en su caso debías de ser cremado debido a la sobrepoblación en el año 2102.

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Su mirada se detuvo en un niño y un adulto frente a una lápida. Como no quería hacerlos sentir incómodos, desviaba y regresaba la mirada un montón de veces hasta que... El pequeño fue golpeado. Frank esperó a que el adulto se retirara, y entonces se acercó al niño golpeado para asegurarse de que estuviera en buen estado.

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─ ¿Estás bien? ─ Preguntó en voz baja, entonces asegurándose de que nadie los viera antes de seguir hablando. ─ ¿Conoces a ese hombre?

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Suponía que estaba hablando sobre Jake y llevó una mano a la máscara, como si estuviera irritado, pues no era la primera vez que el mocoso hacía esas cosas y tenía que meterse a salvarlo. Entonces, mientras ella terminaba de hablar, Frank se acercó lentamente a la robot, metió la mano al bolsillo interior de su saco y de ahí sacó...

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Un pañuelo. Un pañuelo negro.

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— Déjame ayudarte. — Se agachó un poco y le limpió el rostro con el pañuelo, empezando de abajo hacia arriba. Cuando terminó, revisó su ilegible reloj y se enderezó mientras guardaba el pañuelo.

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— Si gustas, puedes asearte en mi casa antes de que regreses a la tuya... O puedo ayudarte a regresar directamente a la tuya, como gustes. — El misterioso hombre también gustaba de cuidar de niños y, bueno, está de más decir que la complexión y diferencia de alturas entre ambos era puerta abierta para una "adopción".

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