Y entonces, te despiertas.
Un día cualquiera abres los ojos y compruebas a buenas o a malas la triste realidad.
Y es que, él ni tan siquiera existe.
Y tú para él tampoco.
Es el momento en el que te das verdadera cuenta de que todo aquello que te dijeron de qué él podía amarte, es una simple mentira.
Una improvisación falsa como respuesta a mis preguntas.
Ves con tus propios ojos que te han creado una ilusión y luego te han vendado los ojos para que no descubrieras la verdad.
Qué, simplemente, tú eres algo en su vida.
Algo que no existe.
Algo que no importa.
Algo que sobra, que molesta.
Lo que es más sorprendente, es cuando ya no te duele.
Cuando das vueltas y vueltas a tu cabeza buscando un por qué.
Pero no hay.
Porque no puede haber algo donde realmente no hay nada.
Y no te duele.
No tanto como hubieras esperado.
Tal vez, porque el no te conoce y no sabe de tu desdicha. Ni tampoco sabe que alguien estuvo mintiendo sobre los sentimientos de él hacia un alguien que no conocía de nada.
Y no pueden decirme que no lo amé, porque lo amé más que a mi propia vida, pero, ya no puedo amar a nada, porque él ni está ni estará, y mucho menos, ni estuvo.
Texto de Pussy.
Fuck Days.
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