◾Espacio para un fragmento de ese rol que os tiene enganchadísimos.
Sus temblorosas manos dirigieron el rumbo en otra dirección, ofreciendo un ejemplar de peso considerable, páginas con más almas que el cementerio local, atrapadas cientos de firmas, identidades, quizá algún que otro secreto no pronunciable. Era el registro del país sin fronteras, donde comenzaba y acababa la literatura. Junto a sus páginas, una pluma de cisne, tallada por el paso de sus visitantes.
— Lo primero es lo primero, el orden siempre altera el resultado. Imagina que acabas de escribir tu mayor obra, tu canto alle muse, ¿cómo firmarías al final? ¿Cómo tú? ¿Cómo nadie? ¿Quién eres?
El joven mago tocó por primera vez el libro después de que le hiciera aquella pregunta: ¿quién era? Meditó unos instantes su respuesta. Lejos de sentirse abrumado por tal filosófica cuestión, le fue fácil responder a la par que pasaba una mano por la fina hoja y agarraba la pluma con la otra.
—Arlo. Soy Arlo.
Dijo en un susurro, afirmando lo evidente. Miró a Ollivander, intentando descifrar si aquella respuesta le sería útil. Si bien no estaba abrumado, sí era impaciente. Se inclinó sobre el manuscrito y en una de las esquinas depositó su firma. Simple también, al igual que su respuesta. Sencilla, fina y que constaba únicamente de una A triangulada, más parecida a una diminuta estrella que a una letra. Normalmente cuando tenía que firmar, optaba por algo estruendoso y básico para los álbumes, si se trataba de documentos de importancia era más tirando a lo formal, algo sin ganas. Pero volver a hacer esa letra le transportó a sus días de colegio, cuando no era más que un mero alumno que practicaba firmas por toda una hoja, insconciente de que algún día volvería a hacer esa firma en un pueblo italiano, dejándola impactada sobre una hoja que podría perdurar eternamente. Porque así se estaba sintiendo Arlo, un niño que creía en la magia. Si alguien le dijera que existía, estando allí inclinado ante el mostrador, se lo hubiera creído.
[ Extracto del rol “Rosita y el niño que sobrevivió” junto a @saintstanne ]
— Lo primero es lo primero, el orden siempre altera el resultado. Imagina que acabas de escribir tu mayor obra, tu canto alle muse, ¿cómo firmarías al final? ¿Cómo tú? ¿Cómo nadie? ¿Quién eres?
El joven mago tocó por primera vez el libro después de que le hiciera aquella pregunta: ¿quién era? Meditó unos instantes su respuesta. Lejos de sentirse abrumado por tal filosófica cuestión, le fue fácil responder a la par que pasaba una mano por la fina hoja y agarraba la pluma con la otra.
—Arlo. Soy Arlo.
Dijo en un susurro, afirmando lo evidente. Miró a Ollivander, intentando descifrar si aquella respuesta le sería útil. Si bien no estaba abrumado, sí era impaciente. Se inclinó sobre el manuscrito y en una de las esquinas depositó su firma. Simple también, al igual que su respuesta. Sencilla, fina y que constaba únicamente de una A triangulada, más parecida a una diminuta estrella que a una letra. Normalmente cuando tenía que firmar, optaba por algo estruendoso y básico para los álbumes, si se trataba de documentos de importancia era más tirando a lo formal, algo sin ganas. Pero volver a hacer esa letra le transportó a sus días de colegio, cuando no era más que un mero alumno que practicaba firmas por toda una hoja, insconciente de que algún día volvería a hacer esa firma en un pueblo italiano, dejándola impactada sobre una hoja que podría perdurar eternamente. Porque así se estaba sintiendo Arlo, un niño que creía en la magia. Si alguien le dijera que existía, estando allí inclinado ante el mostrador, se lo hubiera creído.
[ Extracto del rol “Rosita y el niño que sobrevivió” junto a @saintstanne ]
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