Ask @karmikazedelos
👻 ¿Cuál es la mejor mascota para un apartamento pequeño?
Hermanos.
—— K. D. ' 2020.
—— A. D. ' 2023.
—— I. E. D. ' 2024.
—— K. D. ' 2020.
—— A. D. ' 2023.
—— I. E. D. ' 2024.
Hola ¿Qué película tiene la mejor música?
People you may like
Saying you’d wait for me to stay, I know it hurts you.
But I need to tell you something:
My heart just can’t be faithful for long,
I swear I’ll only make you cry.
My heart just can’t be faithful for long,
I swear I’ll only make you cry.
¿En qué situaciones estarías dispuesto o dispuesta a mentir?
¿Qué ocurre cuando crees que conoces a alguien que no habías visto nunca antes? Héctor lo llamó déjà vú, paranoia, e intento de dar vida a una de mis fantasías adolescentes más remotas. A pesar de sus esfuerzos por molestarme, ninguna de sus ofensas tuvo la fuerza suficiente para lograrlo.
Llegué a plantearme que, quizá, estuviera en lo cierto. Yo, en mi desesperación antagónica de mi bienestar, había inventado a alguien en sueños; le había dado autonomía y lo había convertido en un producto al alcance de mi mano al cerrar los ojos y disponerme a soñar. Pronto descarté esa cabila absurda; hace años que sé que tengo la capacidad de visitar otras mentes, o como me gusta llamarlo en silencio para darle un matiz más intenso, otros reinos, más o menos lejanos, pero nunca crear algo tan intangible como una persona inexistente. Ese alguien, cuyo nombre sigo sin tener en mi posesión, es dueño de sí mismo, sin que tenga nada que ver conmigo. Ni siquiera el mundo imaginario es Karmacentrista, por más descorazonador que sea el admitir que no soy el personaje relevante de ninguna historia, ni siquiera la propia.
Hay algo en él, en la manera de moverse con la sabiduría de que pisa en suelo firme, de que no hay grieta a la vista por la que caerá ni objeto que amenace desestabilizarle hasta darse de narices contra él, que me resulta familiar.
Cuando tengo el lujo de mirarlo a los ojos, y es un lujo porque mantiene el rostro cubierto en sombras, detecto un brillo tras el color azul que sé que he visto antes, en otro lado, en otra mirada, pero como si existiera un bloqueo que me impide alcanzar la respuesta, el nombre no acude a mi mente; la lengua se me enreda y se niega a escupirlo.
He mirado en álbumes de fotos, temerosa de descubrir que se trata de alguna venganza significativa contra mis padres, pero ese niño, como me gusta llamarlo de forma despectiva, no aparece en ninguna de ellas. No está relacionado de manera directa con Katherine o Ícaro, y si le conocen o no es un misterio.
Quiero saber, tengo hambre de información, de conocimiento, de todo lo que se me escapa, aunque Aleksander esté enfadado conmigo desde que envió la carta a Erianthe. Y por más vueltas que le doy, la adivinanza solo se agranda, no se disuelve.
No sé quién es, pero planeo saberlo.
( @TylerWeinzaettel. )
Llegué a plantearme que, quizá, estuviera en lo cierto. Yo, en mi desesperación antagónica de mi bienestar, había inventado a alguien en sueños; le había dado autonomía y lo había convertido en un producto al alcance de mi mano al cerrar los ojos y disponerme a soñar. Pronto descarté esa cabila absurda; hace años que sé que tengo la capacidad de visitar otras mentes, o como me gusta llamarlo en silencio para darle un matiz más intenso, otros reinos, más o menos lejanos, pero nunca crear algo tan intangible como una persona inexistente. Ese alguien, cuyo nombre sigo sin tener en mi posesión, es dueño de sí mismo, sin que tenga nada que ver conmigo. Ni siquiera el mundo imaginario es Karmacentrista, por más descorazonador que sea el admitir que no soy el personaje relevante de ninguna historia, ni siquiera la propia.
Hay algo en él, en la manera de moverse con la sabiduría de que pisa en suelo firme, de que no hay grieta a la vista por la que caerá ni objeto que amenace desestabilizarle hasta darse de narices contra él, que me resulta familiar.
Cuando tengo el lujo de mirarlo a los ojos, y es un lujo porque mantiene el rostro cubierto en sombras, detecto un brillo tras el color azul que sé que he visto antes, en otro lado, en otra mirada, pero como si existiera un bloqueo que me impide alcanzar la respuesta, el nombre no acude a mi mente; la lengua se me enreda y se niega a escupirlo.
He mirado en álbumes de fotos, temerosa de descubrir que se trata de alguna venganza significativa contra mis padres, pero ese niño, como me gusta llamarlo de forma despectiva, no aparece en ninguna de ellas. No está relacionado de manera directa con Katherine o Ícaro, y si le conocen o no es un misterio.
Quiero saber, tengo hambre de información, de conocimiento, de todo lo que se me escapa, aunque Aleksander esté enfadado conmigo desde que envió la carta a Erianthe. Y por más vueltas que le doy, la adivinanza solo se agranda, no se disuelve.
No sé quién es, pero planeo saberlo.
( @TylerWeinzaettel. )
👻 Cuenta una historia triste de tu vida.
Destiny(s).
—¿Todavía no lo saben? —preguntó la voz barítono del hombre mientras releía una y otra vez el acta de nacimiento de Karma. La había obtenido pagando una suma de dinero desorbitada, haciendo gala de sus métodos corruptos que tantos pasos por delante le habían permitido avanzar.
—¿Quiénes? ¿Sus padres? —la mujer se humedeció los labios, observando cautelosa el rictus parpadeante en la boca del hombre al oír la mención de los mismos—, Ícaro debe saberlo. Siempre lo sabe todo, aunque finja que no está al tanto. Katherine ha estado ocupada con el aquelarre, no estoy segura de... —con la mano en alto, le ordenó que se callase. A regañadientes y reticente, lo hizo.
Los segundos transcurrieron lentos, replegándose unos a otros como un folio doblándose hasta que no quedase espacio suficiente para seguir haciéndolo. Así se sintió el esperar que deliberase y decidiera lo que diría el otro a continuación.
—Son propiedad del Arcano, tanto como el Arcano es propiedad de ambos —matizó, incluyendo al pequeño en la ecuación—. Cuando llegue el momento, tendrán que hacer acopio de sus funciones. Va a ser difícil controlarlos. Los destinos siempre se han rumoreado como caprichosos, ambiguos, irónicamente destinados a ejercer su voluntad, independientemente de si no es acorde a la concepción de moralidad social. No va a ser fácil lidiar con ellos.
—No son más que niños —replicó de mala forma la mujer, perdiendo los nervios bajo la mirada atenta del hombre que la escudriñaba con una mezcla de severidad y, bajo capas ocultas de compostura, cansancio por lo que estuviera por venir.
—Por ahora —aseguró, depositando sobre el mostrador los papeles en su carpeta correspondiente—. Por ahora —repitió, dándole mayor peso a la implicación de lo que estaba por llegar. Los Destinos, como siempre habían creído las leyendas, eran los monstruos con los que se medían otros monstruos. Solo podían esperar que hubiera un menor porcentaje de certeza en las profecías establecidas.
—¿Quiénes? ¿Sus padres? —la mujer se humedeció los labios, observando cautelosa el rictus parpadeante en la boca del hombre al oír la mención de los mismos—, Ícaro debe saberlo. Siempre lo sabe todo, aunque finja que no está al tanto. Katherine ha estado ocupada con el aquelarre, no estoy segura de... —con la mano en alto, le ordenó que se callase. A regañadientes y reticente, lo hizo.
Los segundos transcurrieron lentos, replegándose unos a otros como un folio doblándose hasta que no quedase espacio suficiente para seguir haciéndolo. Así se sintió el esperar que deliberase y decidiera lo que diría el otro a continuación.
—Son propiedad del Arcano, tanto como el Arcano es propiedad de ambos —matizó, incluyendo al pequeño en la ecuación—. Cuando llegue el momento, tendrán que hacer acopio de sus funciones. Va a ser difícil controlarlos. Los destinos siempre se han rumoreado como caprichosos, ambiguos, irónicamente destinados a ejercer su voluntad, independientemente de si no es acorde a la concepción de moralidad social. No va a ser fácil lidiar con ellos.
—No son más que niños —replicó de mala forma la mujer, perdiendo los nervios bajo la mirada atenta del hombre que la escudriñaba con una mezcla de severidad y, bajo capas ocultas de compostura, cansancio por lo que estuviera por venir.
—Por ahora —aseguró, depositando sobre el mostrador los papeles en su carpeta correspondiente—. Por ahora —repitió, dándole mayor peso a la implicación de lo que estaba por llegar. Los Destinos, como siempre habían creído las leyendas, eran los monstruos con los que se medían otros monstruos. Solo podían esperar que hubiera un menor porcentaje de certeza en las profecías establecidas.
Somni(m)ate.
And she wonders what it was that drew her here the first time.
Wonders if they are like magnets, she and Luc.
If they have circled each other for so long that now they share an orbit (V.E. Schwab, The Invisible Life of Addie LaRue).
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ @TylerWeinzaettel.
Wonders if they are like magnets, she and Luc.
If they have circled each other for so long that now they share an orbit (V.E. Schwab, The Invisible Life of Addie LaRue).
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ @TylerWeinzaettel.
Secrets I have held in my heart, are harder to hide than I thought.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀I've always felt like once someone sees me deep down, that's it. There's something ugly in there, or unlovable, and you're the only person who's ever made me feel like I'm okay (Emily Henry, People We Meet on Vacation).
Karma siempre estaba rodeada de gente, pero nunca estaba acompañada. Era un sentimiento extraño de expresar, pero fácil de digerir después de años interiorizándolo. Desde que sus ideas habían comenzado a cobrar forma, a moldear su personalidad y definir con precisión quién quería ser en el mundo, sus habilidades sociales se habían ido deteriorando hasta convertirse en una vela a punto de disolverse. No se trataba de que un día cualquiera se hubiese levantado y decidido que ya no quería formar parte de un grupo, de recibir validación externa, sino que poco a poco había perdido las ganas de esforzarse por obtenerla. Los primeros años en el colegio habían sido demoledores, obligándola a trabajar más por encajar de lo que el resto de sus compañeros se imaginaban, lo que desgastaba su estado de ánimo día sí y noche también. En algún punto intermedio entre la infancia y la adolescencia, había comprendido que nunca obtendría el beneplácito que tanto deseaba, que no sería la primera opción para hacer equipo en educación física, ni una de las que reciben invitaciones de fiestas de cumpleaños, no era más que un número en la lista de alumnos del curso, uno que todos habían decidido detestar por moción popular. Así que eventualmente, se resignó al pensamiento de que no podría convencerles de darle una oportunidad, de ser alguien que la mereciera, convirtiéndose en una persona solitaria, a menudo tildada como «la loca del amigo invisible».
A pesar del daño emocional que pudiera sentir por el desprecio injustificado del resto, nunca se quejó en casa. No le rogó a sus padres por un traslado de colegio; no les contó que se sentía rara, inadecuada e insuficiente. Por el contrario, su carácter fue variando hasta matizarse a uno más sarcástico rozando lo desagradable de un modo pasivo-agresivo. Su frialdad pasó a confundirse con crueldad, y así de sencillo, las burlas se redujeron a casi la inexistencia en clase. La única persona a la que nunca pudo engañar fue a su hermano. Aleksander, quien se llevaba la peor parte de su temperamento, siempre supo ver a través de la máscara y acariciar con manos desnudas sus miedos y heridas que no curaban sin importar el tiempo que transcurriera. Por más que Karma se jactase de lo mucho que le molestaba la cercanía de su hermano, en silencio siempre agradeció tenerlo donde pudiera verlo. Y a excepción de a los adultos, le concedió a él un pedazo de su vulnerabilidad, convirtiéndolo en la única excepción a su regla de desapego universal. Cualquiera podía verlo sin necesidad de una confesión en voz alta: si Karma perdiera a Aleksander, no podría nunca recuperarse a sí misma.
Karma siempre estaba rodeada de gente, pero nunca estaba acompañada. Era un sentimiento extraño de expresar, pero fácil de digerir después de años interiorizándolo. Desde que sus ideas habían comenzado a cobrar forma, a moldear su personalidad y definir con precisión quién quería ser en el mundo, sus habilidades sociales se habían ido deteriorando hasta convertirse en una vela a punto de disolverse. No se trataba de que un día cualquiera se hubiese levantado y decidido que ya no quería formar parte de un grupo, de recibir validación externa, sino que poco a poco había perdido las ganas de esforzarse por obtenerla. Los primeros años en el colegio habían sido demoledores, obligándola a trabajar más por encajar de lo que el resto de sus compañeros se imaginaban, lo que desgastaba su estado de ánimo día sí y noche también. En algún punto intermedio entre la infancia y la adolescencia, había comprendido que nunca obtendría el beneplácito que tanto deseaba, que no sería la primera opción para hacer equipo en educación física, ni una de las que reciben invitaciones de fiestas de cumpleaños, no era más que un número en la lista de alumnos del curso, uno que todos habían decidido detestar por moción popular. Así que eventualmente, se resignó al pensamiento de que no podría convencerles de darle una oportunidad, de ser alguien que la mereciera, convirtiéndose en una persona solitaria, a menudo tildada como «la loca del amigo invisible».
A pesar del daño emocional que pudiera sentir por el desprecio injustificado del resto, nunca se quejó en casa. No le rogó a sus padres por un traslado de colegio; no les contó que se sentía rara, inadecuada e insuficiente. Por el contrario, su carácter fue variando hasta matizarse a uno más sarcástico rozando lo desagradable de un modo pasivo-agresivo. Su frialdad pasó a confundirse con crueldad, y así de sencillo, las burlas se redujeron a casi la inexistencia en clase. La única persona a la que nunca pudo engañar fue a su hermano. Aleksander, quien se llevaba la peor parte de su temperamento, siempre supo ver a través de la máscara y acariciar con manos desnudas sus miedos y heridas que no curaban sin importar el tiempo que transcurriera. Por más que Karma se jactase de lo mucho que le molestaba la cercanía de su hermano, en silencio siempre agradeció tenerlo donde pudiera verlo. Y a excepción de a los adultos, le concedió a él un pedazo de su vulnerabilidad, convirtiéndolo en la única excepción a su regla de desapego universal. Cualquiera podía verlo sin necesidad de una confesión en voz alta: si Karma perdiera a Aleksander, no podría nunca recuperarse a sí misma.
¿Cuál es vuestro juego favorito?
Hacer llorar a mi hermano. Lo más efectivo (y sin margen de error hasta la fecha) es recordarle que a mí mi padre me quiere más que a él y que encima nos parecemos más, que se haga un test de ADN que nunca se sabe. Menudos rebotes se cogía con siete años cuando lo ponía delante del espejo y le cuestionaba sobre el tono rubio de sus rizos. Cuando quiero que además de llanto, hayan también gritos, le desenchufo la play antes de que pueda registrar las partidas ganadas en su récord personal de puntos. Eso ya le desestabiliza del todo. Es gracioso verlo del mismo tono que la sangría o el vino tinto. Es una persona tan silenciosa que a veces se te olvida que existe, como un cactus, pero cuando lo cabreas de verdad, ves que el mocoso sí que tiene sangre y no horchata. La última vez hizo un hoyo en el jardín sin moverse del sofá. Le destrozó las margaritas a Katherine y casi comete un hijocidio. Habrá quien piense que es una exageración, pero yo no lo creo, porque ya tiene antecedentes por el parricidio de Ícaro.
Héctor.
—¡Eh! ¡Eh, tú, despierta ya! Venga, hombre, que no tengo todo el día... Ya deben ser por lo menos... ¡Ah, ahí estás!
Karma se despertó sobresaltada, tomando aire con necesidad en un intento exiguo de recobrarse lo antes posible. Por un momento había sentido de verdad que no regresaría, que moriría en un año en el que todavía estaba aprendiendo a utilizar su voz y expresar sus ideas, un año que no le pertenecía a una versión adulta de sí misma y en el que ni siquiera estaba despierta; incorpórea, incapaz de defenderse. Pese a la voz estridente de Héctor y a sus preguntas que encadenaba unas con otras sin darle tiempo a registrarlas, se alegró más que nunca de que fuera lo primero que veía al abrir los ojos. Un indicio claro de que había escapado, aunque los temblores no hubieran aminorado y el vello de su nuca permaneciera erizado.
—¿Me has traído algo esta vez, rácana?
—Por última vez, Héctor —estalló con brusquedad, aferrando las sábanas entre sus dedos para recordarse que estaba ahí presente, despierta y fuera de peligro—, no puedo trasladar aquí objetos del 2023, no estoy allí de verdad, no soy más que una proyección en la mente de mi madre.
—¡Siempre tienes una excusa! Eres igual de codo cerrado que tu padre.
—¡Esa expresión te la has inventado! —lo acusó con agitación, demasiado desconcertada para no entrar al trapo.
La cosa con Héctor siempre era así; él aseguraba que se trataba del mismísimo Héctor que había luchado en la guerra de Troya, un príncipe de acuerdo a la mitología, y aunque Karma dudaba de la veracidad de sus argumentos, había aprendido a no luchar contra ellos y dejarle ser. En una definición más acertada, Héctor no era más que el vestigio de un fantasma, la parte consciente de su mente que había quedado atrapada en el velo entre los dos mundos y se negaba a cruzar al otro lado. Por lo que había aprendido de él, no tenía una cuenta pendiente con nadie; sus seres queridos hacía siglos que se habían marchado, vuelto al polvo, sin embargo él perduraba impasible al paso del tiempo. Había visto imperios y civilizaciones caer, transformarse, reconquistarse y vuelta al ruedo, y en ninguna de esas fases había optado por rendirse. Su terquedad era tal, que era imposible deshacerse de él. Por ello mismo, la primera vez que lo vio -y él fue consciente de que era capaz de verlo- firmó su sentencia: una eternidad aguantando sus chascarrillos y críticas sin pudor y sin poder evitarlas.
—Estás roja, ¿has visto al chico ese que te gusta? —se burló con una sonrisa perezosa, revoloteando a su alrededor—, espero que no, estás horrible, menuda impresión más espantosa.
Karma frunció el ceño en su dirección, con ambos ojos entornados y gesto amenazante.
—No, no le he visto —no se molestó en corregirlo.
—Pues chica, estás como si hubieses visto un fantasma —se rio él solo de su broma y añadió—. Uno feo, claro.
—Tal vez ese es el problema —murmuró de mala gana.
—¿Cómo dices?
Karma no contestó; y Héctor supo que no lo haría.
Karma se despertó sobresaltada, tomando aire con necesidad en un intento exiguo de recobrarse lo antes posible. Por un momento había sentido de verdad que no regresaría, que moriría en un año en el que todavía estaba aprendiendo a utilizar su voz y expresar sus ideas, un año que no le pertenecía a una versión adulta de sí misma y en el que ni siquiera estaba despierta; incorpórea, incapaz de defenderse. Pese a la voz estridente de Héctor y a sus preguntas que encadenaba unas con otras sin darle tiempo a registrarlas, se alegró más que nunca de que fuera lo primero que veía al abrir los ojos. Un indicio claro de que había escapado, aunque los temblores no hubieran aminorado y el vello de su nuca permaneciera erizado.
—¿Me has traído algo esta vez, rácana?
—Por última vez, Héctor —estalló con brusquedad, aferrando las sábanas entre sus dedos para recordarse que estaba ahí presente, despierta y fuera de peligro—, no puedo trasladar aquí objetos del 2023, no estoy allí de verdad, no soy más que una proyección en la mente de mi madre.
—¡Siempre tienes una excusa! Eres igual de codo cerrado que tu padre.
—¡Esa expresión te la has inventado! —lo acusó con agitación, demasiado desconcertada para no entrar al trapo.
La cosa con Héctor siempre era así; él aseguraba que se trataba del mismísimo Héctor que había luchado en la guerra de Troya, un príncipe de acuerdo a la mitología, y aunque Karma dudaba de la veracidad de sus argumentos, había aprendido a no luchar contra ellos y dejarle ser. En una definición más acertada, Héctor no era más que el vestigio de un fantasma, la parte consciente de su mente que había quedado atrapada en el velo entre los dos mundos y se negaba a cruzar al otro lado. Por lo que había aprendido de él, no tenía una cuenta pendiente con nadie; sus seres queridos hacía siglos que se habían marchado, vuelto al polvo, sin embargo él perduraba impasible al paso del tiempo. Había visto imperios y civilizaciones caer, transformarse, reconquistarse y vuelta al ruedo, y en ninguna de esas fases había optado por rendirse. Su terquedad era tal, que era imposible deshacerse de él. Por ello mismo, la primera vez que lo vio -y él fue consciente de que era capaz de verlo- firmó su sentencia: una eternidad aguantando sus chascarrillos y críticas sin pudor y sin poder evitarlas.
—Estás roja, ¿has visto al chico ese que te gusta? —se burló con una sonrisa perezosa, revoloteando a su alrededor—, espero que no, estás horrible, menuda impresión más espantosa.
Karma frunció el ceño en su dirección, con ambos ojos entornados y gesto amenazante.
—No, no le he visto —no se molestó en corregirlo.
—Pues chica, estás como si hubieses visto un fantasma —se rio él solo de su broma y añadió—. Uno feo, claro.
—Tal vez ese es el problema —murmuró de mala gana.
—¿Cómo dices?
Karma no contestó; y Héctor supo que no lo haría.
02.
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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀+ @katherinedelos.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀+ @TylerWeinzaettel.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀L: https://justpaste.it/bfn6l.
La iluminación regresó y con ella, una puerta se materializó justo frente a Karma. Frenó en seco para no tropezar con ella y su mal presentimiento aumentó. La madera estaba lacada en negro y sin sujetar a ninguna pared; sus goznes colgaban libres y se tambaleaba con la onda acústica que provenía de su interior. Algo no andaba bien, podía percibirlo aunque fuese una emoción intangible.
Según la versión adolescente de su padrino, existían estructuras fijas tanto en los sueños como en las proyecciones, ya que eran necesarias las referencias y los patrones que sirvieran de anclaje; si algo no estaba como solía ser, era debido a la mano de alguien más, alguien jugando a alterar terreno conocido para desestabilizarlo. Por un instante se preguntó si durante alguna de sus inmersiones habría provocado ella misma esa transmutación, si habría sido lo suficientemente despistada o poco cautelosa como para generar una puerta que implicase la división de los sueños de Katherine, simulando que el curso de ellos existiera en dos realidades, lo que antecedía al caos como un pequeño paraje de paz, y la parte que constituía el sufrimiento de su madre, el trauma desnudo y de forma cíclica sin descansos; pero descartó la idea cuando el vello de la nuca se le erizó y tembló de frío. La temperatura había caído en picado, en un lugar desértico como aquel en el que el frío o el calor no tenían hueco y, sin embargo, estaba tiritando.
[...]
—No soy yo la que está muerta —destacó con futilidad.
—Dale las gracias a mi hijo por ello —sentenció con soberbia, y la empujó hacia fuera, sin siquiera acercarse a alcanzarla.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀+ @katherinedelos.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀+ @TylerWeinzaettel.
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La iluminación regresó y con ella, una puerta se materializó justo frente a Karma. Frenó en seco para no tropezar con ella y su mal presentimiento aumentó. La madera estaba lacada en negro y sin sujetar a ninguna pared; sus goznes colgaban libres y se tambaleaba con la onda acústica que provenía de su interior. Algo no andaba bien, podía percibirlo aunque fuese una emoción intangible.
Según la versión adolescente de su padrino, existían estructuras fijas tanto en los sueños como en las proyecciones, ya que eran necesarias las referencias y los patrones que sirvieran de anclaje; si algo no estaba como solía ser, era debido a la mano de alguien más, alguien jugando a alterar terreno conocido para desestabilizarlo. Por un instante se preguntó si durante alguna de sus inmersiones habría provocado ella misma esa transmutación, si habría sido lo suficientemente despistada o poco cautelosa como para generar una puerta que implicase la división de los sueños de Katherine, simulando que el curso de ellos existiera en dos realidades, lo que antecedía al caos como un pequeño paraje de paz, y la parte que constituía el sufrimiento de su madre, el trauma desnudo y de forma cíclica sin descansos; pero descartó la idea cuando el vello de la nuca se le erizó y tembló de frío. La temperatura había caído en picado, en un lugar desértico como aquel en el que el frío o el calor no tenían hueco y, sin embargo, estaba tiritando.
[...]
—No soy yo la que está muerta —destacó con futilidad.
—Dale las gracias a mi hijo por ello —sentenció con soberbia, y la empujó hacia fuera, sin siquiera acercarse a alcanzarla.
Whatever you need to throw at me, I can take it. I won't break.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀She didn’t know what to do with it, that rage. It still burned and hunted her, still made her want to rip and roar and rend the world into pieces. She felt it all—too keenly, too sharply. Hated and cared and loved and dreaded, more than other people, she sometimes thought.
Sarah J. Maas, A Court of Mist and Fury.
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀She didn’t know what to do with it, that rage. It still burned and hunted her, still made her want to rip and roar and rend the world into pieces. She felt it all—too keenly, too sharply. Hated and cared and loved and dreaded, more than other people, she sometimes thought.
Sarah J. Maas, A Court of Mist and Fury.