Me borraste del libro de tu vida,
más no tengo reproches que lanzarte;
si me llamé tuya y consentí en amarte,
no me muestro por ello arrepentida.
No es perenne el amor, no hay fuerza
capaz de contemplarlo eternamente…
Tú y yo nos adoramos locamente, no
importa que haya sido una mañana.
Dulce huell