Agua, Cadera, Diadema, Disfraz, y Orificio

A Águeda no le apetecía nada ir con su familia, pero debía estar allí. Levantarse de la cama y ver la lluvia golpeando contra el cristal le daba pereza. La misma pereza que le daba ir hasta el baño, meterse en la ducha y dejar que el AGUA le cayera por todo su cuerpo, pero allí estaba ella mojada porque "no puedes faltar"
Así que se vistió. Con desgana, pero se vistió. Eligió para la ocasión unos vaqueros y una camiseta negra con el dibujo de un corazón roto. Una metáfora de lo que sentía. Completó su atuendo con una DIADEMA en el pelo. Un pelo que se peinó sin mucho esmero, pero lo suficiente para disimular su desgana.
Se puso el abrigo con aquel ORIFICIO en el bolsillo. "Debí haberlo llevado a coser", dijo ella mientras cogía las llaves y el móvil. Resopló antes de salir de casa. "Con lo bien que se estaba en casa"
Esa última frase se la iba repitiendo mientras caminaba bajo la intensa lluvia, acompañada por un fuerte viento. Pensó en darse la vuelta varias veces, pero no era una mujer de incumplir las promesas. Y se lo había prometido a su madre.
Después de recorrer los dos kilómetros de distancia, sin haber sacado las manos de los bolsillos ni para limpiarse las gafas empapadas, y a escasos quinientos metros del lugar de destino, una ráfaga de viento inesperada estuvo a punto de tirarla al suelo. Frenó con la CADERA en el cristal. Cuando recobró la vertical, se dio cuenta de lo que pasaba. Reconoció a su madre, a pesar de aquel DISFRAZ de dinosaurio que llevaba puesto.
- ¡Sorpresa! - Gritaron todos al unísono. A Águeda se le escapó la primera sonrisa del día. Ahora lo entendía todo.
Águeda estaba feliz, ahora sí, aunque solo le faltaba una cosa. Estar disfrazada como el resto de los invitados
Así que se vistió. Con desgana, pero se vistió. Eligió para la ocasión unos vaqueros y una camiseta negra con el dibujo de un corazón roto. Una metáfora de lo que sentía. Completó su atuendo con una DIADEMA en el pelo. Un pelo que se peinó sin mucho esmero, pero lo suficiente para disimular su desgana.
Se puso el abrigo con aquel ORIFICIO en el bolsillo. "Debí haberlo llevado a coser", dijo ella mientras cogía las llaves y el móvil. Resopló antes de salir de casa. "Con lo bien que se estaba en casa"
Esa última frase se la iba repitiendo mientras caminaba bajo la intensa lluvia, acompañada por un fuerte viento. Pensó en darse la vuelta varias veces, pero no era una mujer de incumplir las promesas. Y se lo había prometido a su madre.
Después de recorrer los dos kilómetros de distancia, sin haber sacado las manos de los bolsillos ni para limpiarse las gafas empapadas, y a escasos quinientos metros del lugar de destino, una ráfaga de viento inesperada estuvo a punto de tirarla al suelo. Frenó con la CADERA en el cristal. Cuando recobró la vertical, se dio cuenta de lo que pasaba. Reconoció a su madre, a pesar de aquel DISFRAZ de dinosaurio que llevaba puesto.
- ¡Sorpresa! - Gritaron todos al unísono. A Águeda se le escapó la primera sonrisa del día. Ahora lo entendía todo.
Águeda estaba feliz, ahora sí, aunque solo le faltaba una cosa. Estar disfrazada como el resto de los invitados