Y sí era cierto que me atraías y sé que tú también sentías esa atracción por mí, esa chispa palpable, esa descarga directa al pecho. Que no sólo era imaginación de los demás, que nos moríamos por el deseo de tocarnos no sólo el alma.
Ya, bueno, pero es que es mejor que lo dejemos así en algo neoplatónico eh. Mira, es muy fácil, me miras de vez en cuando con disimulo, pero bien lejos eh, y yo muestro indiferencia. Luego, solo tienes que decir que te mueres de amor, algo así como en las novelas de García Márquez pero creyéndotelo, sabes. Luego me tienes que escribir poemas, rollo galénicos, ya sabes, hablándome de fluidos invisibles que salen por mis ojos buscando alojamiento en los tuyos y todo ese rollo de los espíritus, para ponerte intensito y decirme que sufres mucho cuando no puedes verme y que toda esa mierda espiritual «revienta por salir do no hay salida». Claro que, todos esos poemas no me los puedes leer, te los guardas, porque así es el amor neoplatónico. Pero tranqui, que hay algo bueno, podemos usar apelativos cariñosos, pero tienen que ser rollo bdsm, porque esto va de siervos y dueños, un poco medieval, pero sigue teniendo tirón. Y bueno, ya está. Lo dejamos así hasta que uno de los dos muera sin saber nunca nada del otro. Claro está, nada de acercamiento físico. Así te quedas con lo bueno de la ilusión y nos evitamos eso de tocarnos. El sufrimiento, la verdad, no nos lo íbamos a ahorrar de todas maneras.
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Kate Gorietti.
Erz
Nana Moscurry