@vientosdesenfrenados

Saskia Delaney-Gray.

9. Make it all possible.

1498 — Roma.
(…)
—Marchemos —Lucrezia se medio volteó tras haber hablado—, creo que encontrará los jardines casi tan acogedores como el salón de baile.
—Cualquier ambiente lejano a la celebración de ahí dentro, es un lugar acogedor —comentó aquello con una sonrisa ladeada, dirigiendo la mirada en dirección a donde miraba la chica, pero no comentó nada. Jordano era observador, debía serlo para poder heredar el banco de su padre y poder hacer bien los negocios. Observar y callar, ese era su lema, a no ser que lo que había observado fuera algo necesario para sobornar, que entonces era bien recibido.

Tardaron poco, en seguida se encontraban fuera. De reojo, se hubo topado con Cesare hablando con alguna muchacha aleatoria, y si bien esto le hizo fruncir el ceño, no era por nada aparentemente específico. La muchacha italiana de cabellos tan rubios como lo era el oro, comenzó a pasear de la mano de Jordano. Un Pazzi y un Borgia, menuda alianza.

—¿Qué es aquello que ha visto? ¿Es cierto que existe esa distinción entre el bien y el mal? Siempre me ha causado curiosidad.
—Lo que han visto mis ojos no es algo que la razón pueda llegar a entender, pero claramente hay una distinción. El bien y el mal nos rodea. Los antiguos escritos nos enseñan y nos avisan de los seres que nos rodean. Viendo a los ojos, puede saber si está frente a alguien bueno o malo —se detuvo frente a la fuente que había, observando esta, hasta que la volvió a mirar—. ¿Aprecia maldad en mi mirada?
Lucrezia siempre había sido una niña muy coqueta y risueña, a pesar de que muchos considerasen que estaba podrida por dentro — que lo estaba. Allá fuera, en los jardines, observaba todo como si fuese la primera vez que lo miraba. Siempre había dicho que todo cambiaba según la hora y el momento, aquello no era menos. Le miró tras su pequeño monólogo sobre la existencia de algo más allá en el mundo, atreviéndose a coger el rostro ajeno con sus manos de porcelana, nunca perdiendo su deje dulce. Observó sus ojos en silencio un rato largo, y pudo ver demasiadas cosas. Todas le gustaron. Quizás su siguiente gesto no fuese apropiado para la época, pero a ella le daba igual, su familia era poderosa. Acercó pues su rostro al ajeno, juntando ambos labios en un fugaz beso que le dejó un sabor extraño en sus entrañas.

—Podemos ser grandes amigos, usted y yo, Jordano. ¿Acepta? —extendió la mano en su dirección—. He sido capaz de apreciar un gran variedad de cosas en su mirada, ninguna de ellas ha conseguido disgustarme lo suficiente como para que esta conversación sea la única que vayamos a tener —notó una mirada posarse en su nuca y prácticamente agujerearla desde su posición. No le hizo demasiada falta girarse para averiguar que se trataba de Cesare—. Vuelva mañana al mediodía, coma conmigo si eso no le parece imprudente y alocado —bromeó—. Seamos aliados.
@ElizabethSThorne — Jordano Pazzi.
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Dioses y monstruos.

La primera vez que me casé, tenía trece años. Trece años y un miedo terrible, que me asolaba por las noches. Rodrigo acababa de ser ascendido a Papa, era 1493 y Giovanni Sforza buscaba una nueva compañera. Recuerdo verle y negarme. Demasiado mayor, demasiado defectuoso. Miré a mi padre y le dije que no le quería, que no podía hacerme eso. ¡Si yo solo era una niña! Una niña que ni siquiera había consumado con nadie. Creo que no recuerdo a un solo hombre que me causase tanta repulsión como Giovanni. Pero eso dio igual, porque yo era una mujer. Debía ser sumisa y obediente.
El matrimonio fue horrible, la noche de bodas un desastre. Pero no duró demasiado. No solo se llevó mi virginidad, también parte de mi bondad. El matrimonio fue anulado en cuánto los Sforza dejaron de sernos útiles. Impotencia, alegaron, pero yo sabía que era de todo menos impotente. Las marcas de mi cuerpo también. Todo con Giovanni siempre había sido brutal.
Después de (y durante) ese desastre, fui recluida en un convento. Saben los dioses que la vida de novicia no era para mí, y sin embargo, ahí pasé el tiempo suficiente como para regresar a casa embarazada del muchacho más amable que jamás he conocido en todos mis años de existencia. Pensar en él, a día de hoy, todavía remueve algo en mi interior. Quizás sean estas las pruebas que algunas personas quieren sobre la existencia de sentimientos en mí más allá de la oscuridad que intento demostrarle al mundo que poseo en mi interior.
Se me ha retratado como una mujer de negra fama, pero la culpa siempre es achacada a las mujeres. Si bien todo mi pasado me ha llevado a ser quién soy, antes era simplemente una niña que deseaba mantener su inocencia un par de minutos más, o quizás años. Me culpan de mis actos horribles, dicen que soy pura maldad, y no comprenden que solamente me he convertido en lo que me obligaron a ser.
Un ser despreciable.

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Dioses y monstruos

Mis ojos son grises porque estoy m u e r t a en vida.

Mis ojos son grises porque estoy muerta en vida. Suena dramático, pero es así. Para todas las personas que me conocieron en mi vida mortal, no sería más que un fantasma hoy en día. ¿Qué queda de mi yo anterior? ¿Qué queda de Lucrezia? No de Saskia, ni de Serket. Lucrezia. ¿Qué ha sido de ella? La adolescente de las mejillas sonrosadas y las risas interminables, la inocencia personificada. La tentación contenida. Creo que la perdí de vista con mi primer matrimonio, o quizás fue el segundo, ¿he hablado ya del tercero? Cada marido nuevo llenaba las arcas del dinero, pero a mí me vaciaba más. El paso de los años no me sirvió para mucho, porque no quiso ser de ayuda.
Recuerdo mirarme en el espejo día tras día y pensar en lo guapa que era —pero nunca más que la Farnese, claro—. Repetía las palabras de La Bella una y otra vez: La belleza es poder, y en las manos correctas, puede ser letal. Quería creerme de esa calaña, pero no lo era. ¿Cómo serlo cuando estás llena de luz? ¿Cómo serlo cuando tu eje gira alrededor de otra persona, sin que tú misma puedas verlo? Pero me fui apagando poco a poco, todo gracias a diversos factores.
El primero de ellos era mi apellido, y también el que más peso tenía. Los Borgia están —o estaban— malditos, pero nadie sabe si es algo literal o metafórico. Según lo que yo he podido comprobar, quizás sea en un sentido literal. ¿Y el segundo? Bueno, el segundo era mi padre. Querido papá, si me escuchas, púdrete. Retuércete en el infierno, si es que no estás en un sitio peor, y espera a mi llegada. Porque cuando me reúna contigo, voy a ser tu peor pesadilla.
Y si me paro a pensarlo, el tercer motivo también tiene que ver con él. Aún conservo recuerdos de mi muerte, sentí tanto frío que pensé que eso sólo podía significar el fin. Vi la calidez de mis mejillas esfumarse con una rapidez asombrosa, y la vitalidad que en mí habitaba no tardó en abandonarme poco después. Si tan sólo hubiese sido mejor persona, quizás las cosas serían diferentes. Después de aquello, dejé de reír y me centré en la tragedia. Me convertí en una con el caos. A día de hoy, no recuerdo lo que era sentirse viva con actos mundanos. Solo me llena lo macabro, lo deshonesto. Soy de moralidad cuestionable, de ojos grises porque representan lo que perdí. Lo que antes era dorado ya no está, y lo que antes latía, se perdió en un abismo.

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Mis ojos son grises porque estoy  m u e r t a  en vida

Hay cosas que no se le deberían perdonar ni a los muertos.

La primera vez que vi un puro, fue en 1497. Mi hermano Giovanni lo trajo como obsequio a mi padre por parte de Cristóbal Colón. Recuerdo que, cuando lo colocó sobre sus labios y le dio la primera calada, tosió como un loco. Dijo que sabía a mi*rda, y que su aspecto también se asimilaba al de una. Ahora, quinientos años después y mientras sostengo uno entre mis labios, puedo afirmar que su sabor continúa siendo similar al de las h*ces. Es un pensamiento globalizado, ese en el que el supuesto veneno que introducimos en nuestros cuerpos no tiene un aroma, ni sabor agradables. Supongo que así es cómo funciona la decadencia, llega un punto en el que estás tan acostumbrado, que ni siquiera te importa su olor. Tampoco su sabor.
Mi padre, como yo, también se aficionó a los puros. Más tarde lo haría con el tabaco, pero por algo debe comenzarse.
Ese día estuvo lleno de halagos hacia Giovanni, como si él no fuese un as*sino. Recuerdo la mirada de Cesare cuando nuestro hermano entró pavoneándose en el despacho episcopal, y todavía puedo recitar de memoria las palabras que le dediqué. Mientras que Rodrigo no hacía otra cosa que no fuera alegrarse por el retorno del hijo pródigo, el resto quedamos relegados a un segundo puesto. O bueno, tercero.
Le parecía que había sufrido de un cambio digno de admirar, que María Enríquez de Luna formaba parte de un plan divino para conseguir que los Borgia se mantuvieran unidos y con buena reputación. Como si lo primero no fuese una tarea imposible.
El mismo olor del puro que nos perseguía desde su vuelta, se esfumó con su muerte. A mi padre le mintieron, le dijeron que habían sido unos bandidos, unos mendigos que buscaban su dinero y se enfadaron con él al no encontrar su caridad. Pero también que había sido culpa suya, que su temperamento al fin había conseguido acabar con él.
Cesare no se lo perdonó nunca. Y en el fondo, supongo que yo tampoco. Desde ese día en adelante, el rechazo que sentía por Giovanni se evaporó, pero no el rencor. Hay cosas que no se le deberían perdonar ni a los muertos.

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Hay cosas que no se le deberían perdonar ni a los muertos

Forgive me, father, for I have sinned.

He visto este mundo desmoronarse en pedazos ante mis ojos inocentes y permitido que pasase sin siquiera pestañear. No creo que la redención sea para mí, padre, creo que el destino que me aguarda es uno mucho más cruel que ese y no se parece en nada al que muchos piensan que puedo llegar a tener. Siento el frío acongojarme, aferrarse a mis huesos con tanta fiereza que no muestra posibilidad de abandono. Pensaba que la grandeza venía sin consecuencias, y ahora mírame. Soy el reflejo de lo que un día fui, un cascarón vacío. Muchos dirían que, si tuviesen la posibilidad de volver al pasado y no seguir el camino que les ha llevado a su actual vida, lo harían. Pero no es mi caso, y lo digo con orgullo. ¿Por qué despojarme de lo que me ha hecho quién soy? Cascarón o no, soy una contradicción. Me reinvento en mis errores, me recreo en mis fallos.

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Forgive me father for I have sinned

48. Could be some kind of disaster.

“I think everyone in the world thinks they’re either blessed or cursed, I’ve come to realize that I’m neither. I AM a curse. Nobody that gets within ten feet of me survives. And god help you if you get right up close, skin to skin. Then you’re really screwed.”
48 Could be some kind of disaster

33. Blank space.

“An emotion is like a flavor in my mouth, I can taste it. Joy tastes like strawberries. Hate is like ice chips in a Martini. And love is rosewater. I enjoy them all, except for one. Betrayal. That has the taste of the char on a piece of burnt meat.”
33 Blank space

If you could take one thing to prison what would you bring in with you?

( No existen inconvenientes en que Saskia se transforme en serpiente y tenga una conexión con ellas al igual que Santánico Pandemónium (From Dusk Till Dawn), ¿verdad? )
If you could take one thing to prison what would you bring in with you

3. Soon, you'll get better.

IMMAGINAZIONE_’s Profile PhotoI'M NOT HERE.
( Dejo esto como constancia —a pesar de que ya haya alguna que otra publicación del tema— de que Zach Quinto ha sido siempre el rostro de Rodrigo Borgia, pero sin privatizar. )
3 Soon youll get better

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