Y es en días como en el de hoy, en los que el sol brilla mas que nunca mientras que los rayos de sol acarician mi delicada piel, cuando agradeces por todos aquellos momentos que algún día abrazaron cálidamente mi corazón. Sin venir a cuenta fuiste uno de esos recuerdos que algún día me hicieron feliz, uno de esos recuerdos que me enseñaron a ser fuerte y a seguir adelante con mis sentimientos.

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Estábamos en la cocina ayudando a tu madre a hacer la comida mientras ella alegremente me preguntaba como estaba, yo le explicaba muy ilusionada mis nuevos proyectos y oportunidades y me escuchabais atentamente hasta que te acercaste a mí, me abrazaste y me dijiste que me apoyarías en todo aquello que me hiciera feliz si aquello era lo que yo realmente quería. Y no se si fueron tus palabras, tus manos acariciando mi pelo o tu dulce aroma que justo en aquel momento entendí que esos no eran mis sueños, ni mis aspiraciones, ni mi felicidad. Fue justo en ese instante que entendí que mi felicidad se estaba escapando entre mis manos, como si tratara de agarrarme a la misma agua que me estaba ahogando para que me ayudara a salir a la superficie.

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Te tiraste al agua por mí, me salvaste y me enseñaste a respirar de nuevo. Me hiciste sentir segura a tu lado como nunca lo había hecho con nadie, me enseñaste a caminar, a correr y a levantarme cuando me caía, me enseñaste a crear y a imaginar todos los futuros posibles, pero yo solo podía imaginar uno… Pero al mismo tiempo me hiciste perder el equilibrio y caí, otra vez, en ese vació. Pero esta vez sabia como respirar, como caminar y como volver a levantarme, porque todo aquello me lo habías enseñado tu… sin embargo aprendí en no confiar en nadie. Y tienes razón cuando me tratas como si fuéramos dos completos desconocidos, no me conoces

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