Black Mamba

No puedo apartar la mirada de sus ojos, abiertos como si aún tuvieran vida, pero la cálida sensación de la sangre manando por mi sien me despierta de aquel trance. Mi cerebro intenta buscar en mi memoria qué es lo que ha pasado, pero en el fondo, lo sé perfectamente. Intento soltar el cuchillo que tengo en la mano, pero mis dedos, engarrotados, no obedecen mis órdenes, como si no formaran parte de mi, como si no fuera yo quién los controlara. El sonido de mi respiración entrecortada resuena en el vagón y lo único que me devuelve poco a poco a la realidad es el movimiento constante del tren, haciéndome consciente de la presencia de un silencio que me pone los pelos de punta.
Me levanto y mi cuerpo se queja de unas magulladuras que no recuerdo haberme hecho, me doy cuenta de que la sangre en la que estoy cubierta no es sólo de aquel cadáver. Si estoy herida eso lo que menos me importa, simplemente necesito salir de allí, pero vacilo al dar los primeros pasos, nunca antes había tenido una sensación tan escalofriante, temo que lo que hay ahí fuera es mucho peor. Con manos temblorosas abro las puertas corredizas de aquel pequeño compartimento, y una imagen, como si de un cortocircuito se tratase, aparece un segundo ante mis ojos. El miedo, mucho más duradero en mi que aquel fugaz recuerdo, comienza a cobrar aún más fuerza. Sé que pronto comenzaré a recordar, más imágenes, más cortocircuitos, más gritos sonarán en mi cabeza, una reminiscencia que me aterra y que no podré controlar.
Cada pisada resuena pegajosa contra unos charcos de sangre que no han coagulado aún, lo que me hace pensar que no hace ni unos instantes he estado aquí. Como si de una pesadilla se tratase, descubro un macabro escenario, un pasillo rojo escarlata de despojos que ni siquiera consigo identificar. Ya no soy dueña de mi cuerpo, grito de pánico y huyo, pero caigo y me encuentro más sangre.

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Es ella, ha vuelto, he dejado que me controle... y no va a pasar hasta que consiga lo que quiere.

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Como ya dije anteriormente, no tengo un problema con Dios, en absoluto, lo tengo con las personas que lo interpretan. Con un ejemplo las cosas siempre se ven mejor: Yo vivo cera de una iglesia, y hace un par de años tocaron a mi puerta dos personas de la parroquia que recogían firmas para organizar una protesta contra los homosexuales. Predicamos un Dios de amor, que perdona, que fomenta la ayuda a los demás ... ¿y organizas una manifestación para insultar a unas personas que no te han hecho absolutamente nada? Me parece tan hipócrita que me da asco. A Dios rogando y con el mazo dando, arremetemos con todo aquello que no piense como nosotros, porque al mínimo error atacamos como aves carroñeras, porque defendemos una creencia benevolente cuando está todo lleno de sentimientos de odio y rechazo. Con una confesión de 3 minutos ya estamos perdonados y aquí no ha pasado nada, por fin tienes tu conciencia tranquila, que es lo único que importa.

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Cuento con una familia muy creyente, estoy bautizada y he hecho la comunión, además de que estudié desde 1º de primaria hasta 4º de la E.S.O. en un colegio religioso, con lo cual, es un tema que vivo muy de cerca. No es algo que yo invente, es una situación que veo con mis propios ojos. Creo que la religión, como otras muchas cosas, es una herramienta, y como tal, debería usarse para hacer el bien. Tuve un profesor de religión un par de años en secundaria, y podré decir que era una persona de admirar. Creyente, por supuesto, de una manera tan sincera y, sobre todo, buena, de verdad. Ningún prejuicio, nunca discriminó a nadie por la razón que fuere, utilizaba su fe para algo bueno. Mi conclusión es que, si existe la religión, al menos sus creyentes deberían ser de esa manera. Eso si supondría una herramienta para avanzar. Sé que existen personas así, pero he visto cosas menos escasas que esa.

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Mi opinión ahora mismo sobre la religión es mucho más pesimista. Creo que unas costumbres tan arraigadas y sobre todo cerradas son un atraso, ya que no dejan abrir tu mente, no hay una evolución hacia delante. Como ya dije anteriormente, no siempre es así, pero en la mayoría de los casos lo que ocurre es la situación número uno, un estancamiento en un mar de prejuicios, un obstáculo.

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Lo siento, pero no me va una religión, creada por alguien, que me dice como he de vestir, a quién he de amar, que te castigará por querer a alguien de tu mismo sexo, que me enseña que las mujeres son un objeto... no creo que eso sea respeto hacia las personas.

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La verdad es que muchas veces me lo han preguntado y nunca antes había contestado, principalmente porque me resulta muy difícil describirme. Supongo que por el simple hecho de que ni yo misma me conozco del todo, porque no soy nada definido, porque por más que intentan analizarme no se me puede clasificar en una personalidad concreta.
Puedo decir, por ejemplo, que soy una chica que le encanta conocer gente nueva, pasar un buen rato con sus amigos, hablar tardes enteras y debatir sobre temas interesantes, pero a la vez disfruto de los momentos en soledad. Hay veces que me apetece pasar una tarde leyendo un libro, disfrutar del silencio.

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Simplemente me he dado cuenta de que somos demasiado complicados como para que se nos pueda clasificar con solamente una palabra, con una simple conducta o personalidad a la que le hemos dado nombre.

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