«Nos estábamos mudando. Pero la casa estaba derrumbándose: la pared del frente estaba totalmente destrozada y por ahí, un par de desconocidos sacaban los muebles. Ahí en el centro de la sala-comedor había un montón de ramas secas, y encima, mi sobrino de cinco —en aquel entonces cuatro— años yacía muerto. La causa de la muerte parecía haber sido un golpe en el cráneo, a juzgar por la sangre en esta parte del cuerpo. Comencé a gritar y a llorar mientras tomaba al pequeño entre mis brazos, y cuando abrí los ojos intentando ver entre las lágrimas, el pequeño ya no estaba ahí, en su lugar el cadáver de un simio de su misma complexión. Dejé al animal en el suelo mientras buscaba a mi sobrino, y lo encontré en una habitación vacía de todo mobiliario, detrás de él una figura, parecía ser un hombre con un mazo en las manos.»
En ese momento desperté gritando.