La última vez que llovió a cántaros en mi ciudad, fue a principios de marzo. A decir verdad, dicho día fue maravilloso para mí, incluso escribí una entrada en mi blog secundario hablando sobre ello. Ese día me sentí alejada de todo y de todos, no sé si era el mentado "amor", pero creo que no me importaba nada más.
Por otra parte, las madrugadas para mí son como sagradas, es en el momento del día en que mi inspiración al escribir está en su auge. Además, carajo, el olor de la madrugada es adictivo. El fresco que se siente en el ambiente es inigualable.
Las madrugadas me transportan a otro lugar...
Antaño, era una persona que siempre estaba en las nubes, me hablabas y yo ni enterada, siempre me estaba tropezando (bueno, eso último todavía, pero ahora sólo soy distraída y un poco torpe), y cosas por el estilo, pero creo que mi forma de ser cambió bastante a partir de que cumplí diecisiete años, de ese entonces para acá me he vuelto un poco más centrada en lo que me rodea, y estoy más alerta.
[Por si alguien quiere leer la entrada: http://apuntesdelcuadernorojo.blogspot.com/2016/03/cuando-elclima-esta-nublado-y-lluvioso.html ]