Me hallo en el centro de la aplopegía.
Mis canales auditivos se revuelcan en el ruido natural de la gente pasajera y mis vías visuales continúan buscándote.
Siempre es lo mismo contigo.
El viento sopla irreverente mientras en mi corazón crece la molestia por tu decisión de desaparecer.
¿Dónde estás?
¿Por qué no te dejas observar?
Las iras pasadas inundan mi socavado corazón perdido.
- Le diré que hay un herido - me digo.
Y acto seguido rememoro las ocasiones en las que me he reclamado lo mismo.
Y lo mismo.
Y lo mismo.
Sin nunca provocar un cambio.
Mi perspectiva de tí se tergiversa.
Ya no te pienso como un ser perfecto que merece toda mi atención.
Ya no te considero merecedor de mis esfuerzos.
Hay otros labios que pronuncian mi nombre.
Otras bocas que exigen mi presencia.
Y el Dios del cielo sabe que el que persevera, lo consigue.
¿Qué esperas tú, corazón, para clamar por lo deseado?
¿O es que me tienes en la palma de tu mano?
Ya no encuentras la necesidad de rogar al Padre por mi esencia porque la he regado completa en tí.
Tu contacto visual no suplica mi atención, al contrario, la da por hecha.
Tu sublime actitud no rebusca mi cariño, en viceversa, se vuelve ausencia.
No te enojes cuando descubras la atención de otros dada a esta ninfa.
No te enfades por la presencia de aquellos que observan con deseo las curvas de esta alma devastada.
Que tu grito de auxilio se escuche ahora.
Que tu existencia reclame lo que una vez fue suyo.
Y que mi conciencia...
Plagada de culpa,
Deshaga los nudos de este amor que atan al vacío de una existencia irrelevante.
View more