Escuchar el viento, cuando murmura. Cuánto murmura. Las hojas bailan, fundiéndose con la brisa y llevando un ritmo perfecto. Las mariposas llegan a la escena, y lo llenan todo de hermosura y delicadeza. Animales y tierra en un solo compás. He ahí, en ese momento de tanta intimidad; mi cuerpo. Mi cuerpo inmóvil, estrecho. Inmóvil y pequeño. Mi alma sale por unos segundos, disfruta de tal espectáculo, siendo partícipe y creyéndose personaje principal. No es más que un sueño.