Hace casi un año que te fuiste, y todavía me acuerdo de ti cada fría mañana sin nada que hacer. Sigo teniendo tus zapatos guardados, tu mantita roja, y dibujando la forma de tus ojos en las ventanas cuando se empañan. Dicen que las personas son únicas e insustituibles, que puedes encontrar un muro en cada uno de ellas, pero realmente cada vez que lo pienso me acuerdo de ti. Tú eras mi muro, mi norte y mi soporte, un método de mandar a la mierda escondido entre la cuenca de tus caderas, y en todas las horas que pasé acariciándolas. Te vi, y ya te quería, y ahora que no te veo lo hago con aún más fuerza. No me gusta echar de menos, pero a veces veo tus fotos y acabo llorando, y diría que hasta con gusto. Fuiste la cosa más bonita de mi vida hasta cuando aún no estabas en ella. ¿Sabes? El domingo voy a tener otra cosita parecida a ti (pero nunca igual, es imposible). Seguramente le coja un cariño semejante al que te cogí a ti, y me ayude tanto como tú, pero nunca va a conseguir que me olvide de todos esos abrazos, de todas esas ralladas que te comiste sin decir nada, pero asintiendo como si me entendieras. Siempre me han dicho que soy demasiado exagerada con los sentimientos, pero contigo siempre me he quedado y me seguiré quedando corta. Te echo de menos, princesa...