Pues sí, es verdad.
Lo cierto es que empecé a escribir hace ya muchos años, y que los mejores escritos se perdieron con el viento, las lágrimas y la noche. Me arrepiento cada día en que me pongo a escribir por haberlos dejado ir, en lugar de atesorarlos como se merecían.
Si seguí adelante con ello, fue siempre por alguna joven dama. La primera que me dijo que escribía bien, la que nunca leería los poemas dedicados a ella, la que se llevó por delante la mejor historia que pude haber interpretado, a la que admiro y querría conocer algún día, la que creyó de verdad que había algo de bondad en mi interior, y la que lucha por ver la luz del mañana.
Y aquí me tienes, sin saber exactamente qué responder, porque no hay necesidad de responder nada. Ojalá pudiera recuperar las letras perdidas, o encontrar las que me quedan por ordenar en nuevos escritos. Ojalá tuviera el valor que tienen otros de presentarlos al público o de llevarlos yo con mi voz.
Pocas personas, incluso de entre mis más cercanos, suelen decirme nada similar.
Te lo agradezco, de verdad, seas quien seas.
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