A veces me gusta sentarme en el borde de la ventana con los pies colgando y el aire inundando cada parte de mi piel que no está cubierta por ropa.
La corriente fría que se aprecia todas las noches es inexplicable pero placentera.
Porque la noche es quizás la parte del día más silenciosa.
O tal vez la más ruidosa.
Me gusta alzar la vista hacia el cielo, porque es una cosa tan simple que siempre olvidan las personas y apreciar el ruido de los grillos cantar y los latidos de mi corazón haciéndoles coro y observar las innumerables e inalcanzables estrellas que adornan este cielo nocturno.
Pero miro especialmente una estrella que brilla con tanta intensidad y que se distingue de las demás.
Pero sigue siendo igual o más inalcanzable.
Porque desde que el apareció en mi vida, aprecio un poco más cada detalle, por más mínimo que sea, por más pequeño y diminuto.
Tanto del mundo como de él.
Y las horas se me van.
Porque para mi, fueron segundos.
Rápidos segundos.
Lo único que recuerdo haber sentido es que el se apoderó de mis pensamiento y mi mente comenzó a inventar historias tan bellas, tan románticas, se sentían tan reales que me perdí en ellas.
Y volví a sonreír como si el estuviera a pasos de mi.
De nuevo.
Otra noche más en vela pensándolo.
Queriéndolo.
Amándolo.
Extrañándolo incluso aunque no nos hemos visto.
Aunque el vacío que siempre me ha molestado, sigue ahí y lo veo con ánimos de quedarse por más tiempo.
Ese vacío es tan incómodo, insoportable y doloroso.
Aunque veo que ese vacío tiene miedo.
Si, definitivamente ese vacío tiene miedo a desaparecer.
Porque la luz de aquella brillante estrella poco a poco lo está llenando.
Aclarando cada parte posible.
Y se siente como suaves y pequeños besitos, son mimos y palabras dulces, abrazos cariñosos y cálidos que combinan con el y su hermosisima forma de ser.
Incluso la sensación de que alguien sujeta mi mano y con ese toque me transmite felicidad, sentimientos buenos, positivos y un toque de diversión que me hacia falta.
Algo que realmente, no aceptaría de cualquier persona.
Pero el no es cualquier persona.
El es la estrella más brillante y bonita que adorna este precioso cielo nocturno e ilumina mi corazón y cada parte de mi ser.
Como quisiera huir con el a Nunca Jamás, que me dijera que tome su mano y vaya con el, que huyamos y vivamos miles de aventuras, que nos tengamos el uno para el otro.
Que el me diga que soy su todo mientras sonríe tiernamente y sus ojos se ocultan y luego sus mejillas se sonrojen.
Que sienta lo mismo que yo siento por el.
Y realmente aunque las cosas no son así y nunca lo serán, si el no hubiese aparecido en mi vida, seguiría siendo una niña perdida.
Y es una de tantas historias que mi mente ha creado.
La más infantil tal vez, o la más inocente que me recuerda una parte bonita de vivir.
Supongo que si llego a enamorarme de la vida tanto como lo estoy enamorada de él, seguro ese vacío se marchará.
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