Hola. Bien, gracias.
Hace poco hubo una reunión familiar y después de cenar, mis queridos viejos hablaron de un tema inusual: la herencia. Un hermano opinaba, otro aconsejaba. Yo permanecí espectador, pero surgió un pensamiento: declinar mi parte. Quiero entender lo que implica desvincularme de esa responsabilidad y la repercusión que ocasionará a nivel familiar.
Que yo manifieste esta postura podría ofender a mis papás, pues podrían verlo como un menosprecio a lo que han trabajado toda la vida para legar un patrimonio y facilitar el esfuerzo de existir; pero «lo que heredaste de tus padres, conquístalo para poseerlo». Yo, ni todavía lo he heredado ni deseo conquistarlo. Actualmente me encuentro bien, gano bien, pero no por eso deba sentir que no necesite este patrimonio como recurso ahora o en el futuro.
Esta intención nace más por carácter. Desde los 25 he tomado conciencia seria de lo que es independencia y autonomía en todas las formas y sentidos: moral, intelectual, emocional, social, económico, hasta regional (porque he eliminado regionalismos de mi léxico por pureza y neutralidad) y he ido construyendo una propia idiosincrasia, una propia mismidad. De manera que, lo que es importante para mí, sea una habilidad, sea un bien material; lo he adquirido por autodidactismo o por servicio. Por voluntad propia. Evito al máximo el pedir y el solicitar lo que me obliga forzosamente a hacer más y conseguir más para impedir esa penosa necesidad. Es en este vértice donde me replanteo estas cuestiones.
De ninguna manera yo desestimo la esencia de la herencia. Yo valoro la tradición, la cultura y la sucesión de valores y principios que se transmiten de los antepasados a los abuelos, de estos a los padres que heredan una identidad que refleja toda una lucha que existió por conseguir lo que heredaron; y que, por supuesto, yo como hijo haré lo propio. Herencia de gran relevancia, no solo de sangre, también de integridad que no puede ni debe perderse. Esto incluye, a manera simbólica, la herencia material. Aquí me detengo y pienso en no tener intención sobre lo material por un aspecto únicamente unipersonal.
Entonces, he estado rumiando, con calma, la idea surgida de la nada o de una inevitable naturaleza de carácter que espero pueda decidir con acierto. Que por ahora se mantendrá en un lugar recóndito de la mente incubando, fermentando, desarrollándose y no se exteriorizará hasta que esté resuelta.
Si tuviera esposa pegaría el grito en el cielo. Y haría bien en reclamar porque vela por la seguridad y bienestar de los hijos. Algo más para considerar, pero ¿no es también preservar la identidad de uno mismo al crear un propio patrimonio (para legar)? Esto por su cuenta está sucediendo por ambición. Así que eso está encaminado.
Pero yo necesito, yo debo ver más allá y tener mayor lucidez para discernir si esta consideración a renunciar es por un sentido estricto de independencia o es influjo por un orgullo mal dirigido.
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