Hay personas a las cuales el polvo se ha reducido en ellas, ya no son carne ni hueso, son cenizas andantes en calles llenas de gente vacía. Pero lo vacío puede llenarse, el problema no es ese, el problema es que tienes que elegir o tienen que elegirte para que ese hueco se llene de alguien o tan siquiera de algo que fuese capaz de romper cualquier rutina impuesta. Por años enteros has sido el hogar de la tristeza y de la soledad. Ya es tiempo de que a algunas personas les den todo, porque merecen el infinito y más allá, lo han dado todo y eso nadie lo ve, sólo vieron cómo con el transcurso del tiempo fueron deteriorándose, pero nadie hizo nada para detener el proceso, esa secuencia cronológica de las rutinas y de volver de nuevo a esos lugares a los cuales tanto temen ir, por lo que pasó y que les marcó profundamente de una forma que no querían. Personas terriblemente maravillosas, pero eso aún no lo saben. No saben que por ellas las estrellas caen cada noche para rozar el cielo infinito de sus ojeras. Hay personas a las cuales la vida les ha vaciado su vaso y es por eso que ninguna gota llega a colmarlo, porque no necesitan de una, sino de miles de caricias y miles de abrazos que le den las fuerzas para seguir en el camino, que alguien se siente al lado para poder ver los atardeceres y que tenga las suficientes ganas para quererse a ver los amaneceres. Aunque ellas intenten ocultar lo asombrosas que son, ellas son los versos más preciosos que nunca nadie ha plasmado en papel. Por ellas, por todas aquellas personas que no saben lo preciosas que son, por aquellas que piensan que la vida ya no tiene sentido, por aquellas que el tiempo se ha encargado de dejarles varias cicatrices, por aquellas que lo único que ven en el espejo es un abismo, por aquellas que estando en los veintitantos todavía no saben qué hacer con su vida, por aquellas que son ángeles disfrazados de personas. Por ellas.