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Para algunas cosas si es demasiado tarde - PT 1
Pareciera que no tuvieses una historia que contar a los demás y entonces parece que la única salida que encuentras es saltar al mar y dejar que te lleve a cualquier isla desierta, esperando que nadie te encuentre, porque te sientes un poco cansada: cansada de la mayor parte de las cosas y de la mayoría de gente, porque, a día de hoy, el sol ha salido para todos, pero no llega a calentar tu hogar.O al menos así le llamas al bucle de emociones repentinas y deseos fugaces.
Sales, caminas un poco por esos lugares donde un día fuiste feliz, sin importar si en un futuro lamentarías no tener cerca a la persona que estuvo allí. Respiras, inhalas nostalgia, entonces el recuerdo se apodera de ti y comienzas a llorarle. Te lamentas por no haber hecho nada para detenerlo cuando un día te dijo que no sabía cuál era su norte, y no hiciste nada porque creíste que lo perderías más; porque ni siquiera tú sabías encontrarte en el mapa que tienes. Aún no le encuentras un significado a las emociones momentáneas y a los sentimientos inestables.
Levantas la frente, ves a las estrellas y pareciera que desde que se fue, han perdido el brillo tan peculiar que las caracterizaba cuando las observabas cuando todavía creías en ti; cuando todavía tenías esperanza de tener una historia digna que contar a tus hijos y señalarles quién fue el amor de tu vida.
Conoces a otra persona con la que te sientes bien, se ve buena gente: entonces comienzan a salir y a mandarse mensajes de texto. Comienzan a dedicarse canciones y a recitarse poemas. Van al cine y ven una película con una trama no tan buena, pero con buenos actores.
Pasan los días, las semanas, los meses, incluso los años. Llegas a conocer del todo a esa persona y te pide matrimonio. Aceptas con lágrimas en los ojos, aunque no sabe que esas lágrimas no son por emoción, sino por resignación a la persona con la que un día planeaste un futuro.
Llega el día de tu boda, caminas al altar con una sonrisa disfrazada de tanta soledad; se escucha un estremecedor "sí" al "aceptas amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe". Todos se levantan, aplauden y se produce un eco en la iglesia.
Te duermes todas las noches junto a alguien tan diferente al que soñaste desde pequeña; él duerme, pero tú sufres de insomnio, porque tu vida no es la que planificaste. Una lágrima cae y moja la almohada. Sueñas despierta. Duermes y tus sueños son tristes. Lo echas de menos, lo amas con locura a pesar del tiempo, todavía sigues emocionándote con la idea de que algún día puedas encontrarlo de nuevo. Te sientes culpable, no quieres hacerle daño a la persona con la que duermes cada noche, porque tus pensamientos vuelan lejos de ese lugar, muy lejos: tratando de encontrar de una razón para seguir en el camino, para no caer en el mismo tormento.
Pareciera que no tuvieses una historia que contar a los demás y entonces parece que la única salida que encuentras es saltar al mar y dejar que te lleve a cualquier isla desierta, esperando que nadie te encuentre, porque te sientes un poco cansada: cansada de la mayor parte de las cosas y de la mayoría de gente, porque, a día de hoy, el sol ha salido para todos, pero no llega a calentar tu hogar.O al menos así le llamas al bucle de emociones repentinas y deseos fugaces.
Sales, caminas un poco por esos lugares donde un día fuiste feliz, sin importar si en un futuro lamentarías no tener cerca a la persona que estuvo allí. Respiras, inhalas nostalgia, entonces el recuerdo se apodera de ti y comienzas a llorarle. Te lamentas por no haber hecho nada para detenerlo cuando un día te dijo que no sabía cuál era su norte, y no hiciste nada porque creíste que lo perderías más; porque ni siquiera tú sabías encontrarte en el mapa que tienes. Aún no le encuentras un significado a las emociones momentáneas y a los sentimientos inestables.
Levantas la frente, ves a las estrellas y pareciera que desde que se fue, han perdido el brillo tan peculiar que las caracterizaba cuando las observabas cuando todavía creías en ti; cuando todavía tenías esperanza de tener una historia digna que contar a tus hijos y señalarles quién fue el amor de tu vida.
Conoces a otra persona con la que te sientes bien, se ve buena gente: entonces comienzan a salir y a mandarse mensajes de texto. Comienzan a dedicarse canciones y a recitarse poemas. Van al cine y ven una película con una trama no tan buena, pero con buenos actores.
Pasan los días, las semanas, los meses, incluso los años. Llegas a conocer del todo a esa persona y te pide matrimonio. Aceptas con lágrimas en los ojos, aunque no sabe que esas lágrimas no son por emoción, sino por resignación a la persona con la que un día planeaste un futuro.
Llega el día de tu boda, caminas al altar con una sonrisa disfrazada de tanta soledad; se escucha un estremecedor "sí" al "aceptas amarlo y respetarlo, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separe". Todos se levantan, aplauden y se produce un eco en la iglesia.
Te duermes todas las noches junto a alguien tan diferente al que soñaste desde pequeña; él duerme, pero tú sufres de insomnio, porque tu vida no es la que planificaste. Una lágrima cae y moja la almohada. Sueñas despierta. Duermes y tus sueños son tristes. Lo echas de menos, lo amas con locura a pesar del tiempo, todavía sigues emocionándote con la idea de que algún día puedas encontrarlo de nuevo. Te sientes culpable, no quieres hacerle daño a la persona con la que duermes cada noche, porque tus pensamientos vuelan lejos de ese lugar, muy lejos: tratando de encontrar de una razón para seguir en el camino, para no caer en el mismo tormento.