@armamdoo1

Armando pliego lopez

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La tristeza te mata y te consume en vida

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Lloré primero en silencio, hundido en mi chamarra, escondido y aferrado a esconderme estando frente a ella. Es que, es que no era ella. Ya no era ella.
-Abuelita, abuelita -empecé a decir.
Y mi llanto empezó a crecer, a ahondarse, a haceres más escandaloso aunque realmente trataba de evitarlo.
Llegó mi tío Sergio y sólo me apapachó el hombro permaneciendo a mi lado. Cuando empecé a decir "abuelita" él empezó a llorar también, pero en silencio. Luego se acercó mi mamá.
-Mi abuelita, mamá, mi abuelita -le decía llorando.
-No, hijo, ella ya no es tu abuelita -me respondió.
Yo seguía llorando. En mi mente pensaba "no, no quiero ver así a mi abuelita, sáquenla de ahí, sáquenla de esa caja", pero no lo dije sólo seguía diciendo "abuelita".
-Siempre que la veía, la abrazaba haciéndole berrinche. Y ahora, este va a ser el último que le haga - y seguí berreando, llorando con un dolor que no sabía que sentía, pero que me hacía derramar el alma por los ojos.
-Ella ya está descansando -me dijo mi madre.
Y yo seguía llorando, en mi cabeza, después de unos minutos me dije "sí, tienes razón, mamá; ella ya no es mi abuelita. Le falta su amor, le falta su sonrisa. Le falta su vida..."
Y se veía muy diferente, mucho. No era ese pedazo de ternura, esa persona llena de amor. Era una copia, una muñeca. Era mi abuelita, pero no era ella ya, era una copia, muy similar, pero no era ella. Porque ese cuerpo dentro de ese ataúd, era ya sólo un cascarón roto, una funda, un cuerpo sin alma.
Yo seguí llorando cada vez con más intensidad hasta el punto en que le dijeron a mi madre que me sentara. Me dijo que lo hiciera y me llevó hacia la silla más cercana que estaba detrás de mí. No sé si era porque yo no quería, pero flaqueé mi paso y casi me caigo.
Y es que no dejaba de verla, no le quitaba la vista. Para mí se veía mal. Llegó un punto del llanto que, ya fuese por el delirio de mi dolor o por que tenía los ojos llenos de lágrimas al grado de no dejarme ver, que llorando fuertemente cerraba los ojos, y cuando los abría, veía el cuerpo, su rostro, ora haciendo una mueca, ora volteando a verme, ora sonriéndome, ora intentando incorporarse, pero no, me repetía antes de volver a cerrar los ojos, ella ya no se mueve, ella ya está muerta, para luego volverlos a abrir y verla moverse de nuevo.
Me sentaron y seguí llorando a gritos, dejándome el alma ahí, haciéndole mi último berrinche. Me llevé medio rollo de papel en limpiarme constantemente las lágrimas y los mocos, estando sentado al lado de Dani, la cual no dijo una sola palabra desde que empecé a llorar.
Cuando ya me pude tranquilizar, me levantaron para irnos a acostar.
-Pero yo me quiero quedar con mi abuelita, quién la va a acompañar, no quiero que se quede sola -decía. Pero me dijeron que no se iba a quedar sola, y fue que pude recostarme, por dos o tres horas. Para al despertarme, llevarla a su misa. Y después al panteón, para no volver a verla nunca jamás.

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