#jerez

Mi viaje de ensueño consiste en desplazarme hasta Módena (Italia) para visitar el Museo Ferrari y el Museo Enzo Ferrari.

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El motivo reside en que, cuando era pequeño, mi padre solía reunir los típicos puntos de las gasolineras para comprarme miniaturas de modelos míticos de Ferrari que, a día de hoy, todavía decoran mi estantería. Desde que tengo uso de razón, además, hay un pequeño póster de un F40 colocado en una pared de mi habitación.

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En 2016 asistí al Ferrari Challenge en Jerez y fue una experiencia inolvidable. Ver todos aquellos coches icónicos, a tan corta distancia que, literalmente, podías tocarlos. A veces, repaso las fotos de aquel día y sigo sin creérmelo.

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No me considero un tifosi, pero es evidente que Ferrari representa una parte importante de la historia de la automoción y de la competición automovilística.

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Es sinónimo de pasión, y es por eso por lo que, al menos, para mí, supone una fuente de inspiración inmensa repasar su historia y admirar la belleza única (siendo Pininfarina uno de los mayores culpables de ello) de sus máquinas. Podría estar horas observando las líneas y los trazos de cada vehículo, con la fascinación de aquel niño que miraba aquel póster del F40.

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También tengo más que pendiente visitar el Museo Fernando Alonso, por razones similares.

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Creo que, en la vida, a parte de, obviamente, tener una relativa estabilidad económica y personal, hay que tratar de buscar cosas que nos hagan sentir como niños pequeños.

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Y tengo clarísimo que, en mi caso, esos museos lo conseguirían en cuanto entrase por la puerta.

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