Nos mata la indiferencia y el olvido. Nos mata el no saber qué decir, el callar cuando debemos hablar. Nos matan las enfermedades, el cáncer, el tabaco y el alcohol. Nos matan los accidentes y la gente. Nos matan las palabras hirientes y las puñaladas traperas. Nos mata un asesino o aquel que creíamos nuestro amigo. Nos mata el miedo o María Tudor saliendo del espejo a medianoche. Nos mata un tropezón o un acto involuntario. A veces nos matamos nosotros mismos, otras veces nos mata la sociedad. Nos hacen eternos las palabras, el orgullo y el decir lo correcto. Nos hacen eternos los ideales que dejamos a nuestro paso y los corazones que nos aman. Nos hacen eternos las respuestas que dimos a preguntas que nadie supo contestar y las ideas que propusimos. Nos hacen eternos cada paso que damos, cada aliento que respiramos, cada vez que amamos. Nos hacen eternos la eternidad y el paso del tiempo. Nos hacen eternos las huellas que dejamos, las lágrimas que derramamos, los trabajos que dejamos sin hacer. Nos hacen eternos los demás.