Mi madre sigue con vida.
Allá en los prados de conciencia y en los juncos de recuerdos, ella duerme despierta sin siquiera moverse.
De cuando en vez le dedico una llamada para contarle lo bien que me va en lo cotidiano mientras sigo atando mis pies a la cama por miedo a que, en sueños, me de ganas de aniquilar a alguien por la calle.

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Mi madre no dice palabra alguna.
En completo silencio escucha mis quejas con respecto al clima aunque su mutismo para mí ya sea parte de un diálogo activo entre ella y yo.
Anhelo cada segundo conversar con su silencio. Tanto que, cuando cuelgo, marco nuevamente para estar ante su presencia omnipotente con el auricular pegado a mi oreja una vez más.

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Mi madre está muerta.
Murió el día que falleció mi hermano.
Murió en el funeral cuando me responsabilizó de su muerte.
Murió el día de mi cumpleaños cuando no bajó a celebrarlo conmigo.
Murió en cada golpe que recibí de su mano.

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Mi madre está muerta.
Pero Steven no lo sabe.

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...

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- Mamá está muerta.
- Solo una llamada más.

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- Steven Grant.

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El amor verdadero existe siempre y cuando no infrinja las leyes de la supervivencia.
Una madre puede darlo todo por un hijo hasta que se entera que la enfermedad que tiene es contagiosa y puede matarla.

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- Te amo, pero a la distancia de dos pisos.
- Te amo, pero déjame los platos afuera de tu cuarto para pasar por ellos cuando me sienta lista de hacerlo.
- Te amo, pero llama cada vez que vayas a salir para no chocarme contigo por las escaleras.
- Te amo ¿Tú no me amas? ¡Si lo harías no hubieras salido de tu habitación cuando yo pasé por ahí!
- ¡Te amo, pero aléjate de mí!

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Cuando el sabio instinto de supervivencia hace presencia, el amor se ve condicionado. Se apoya en una columna de cristal que puede ser destruída al más mínimo roce de una piedra contra su cuerpo.
No importa el vínculo ni el lazo.
No importa la relación ni el nexo.
Lo que importa es seguir vivo contra toda estadística.

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El amor no existe.
O existe hasta que el instinto de supervivencia hace presencia.
- Amor condicionado.

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De las 500 cosas que mencionaron nuestros ojos el día anterior, me quedo con las 2 que hicieron referencia al instinto animal.

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¿Cómo es posible que en medio de una lucha, la fiera domine a su presa con tan solo su pupila?
¿Cómo es posible que la córnea desafíe y el ente observado caiga a los pies, oprimido?

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Me observas y en tu mirada me hallo perdida. Me observas y en tus cristales encuentro deseo.

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La flama, que crece desde las entrañas, adentro hacia afuera, llenando los poros del sistema nervioso, ha llegado a su cúspide.

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Y aunque en el discurso de odio y desesperación las palabras hirieron y la pluma con la cual escribíamos nuestra huída se quedó sin tinta, el presente exige una ronda de golpes y rasguños.
Una ronda de marcas en la piel que se deban al placer.
Una ronda, tan solo una, para arrancarse las ganas de dejarnos y que, la necesidad de mantenernos cerca, vuelva a unirnos.
- J.

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Su madre le ha felicitado por sonreír.
Le ha dicho que reír a carcajadas con algo que en realidad hiere es una muestra de inteligencia emocional.
Su madre leha felicitado por tener inteligencia emocional.
Le ha dicho que es de personas pensantes el tomarse a broma los ataques de la gente, que ha dejado encantados a sus tíos por ser alguien a quien no se le borra la sonrisa aunque el viento la sacuda hasta secarse.
Su madre entiende de dolores, de sacrificios baratos.
Ella ha sido la primera en recibir la daga toda su vida, a veces protegiendo lo inprotegible, a veces tanteando lo intanteable.

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Mi madre me ha felicitado por sonreír.
Dice que es de valientes el mostrar buena cara cuando el mundo se te cae encima.
Dice que es de inteligentes soportar los golpes aunque luego te toque sollozar en silencio.

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- A mi madre.

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Me hallo en el centro de la aplopegía.
Mis canales auditivos se revuelcan en el ruido natural de la gente pasajera y mis vías visuales continúan buscándote.
Siempre es lo mismo contigo.
El viento sopla irreverente mientras en mi corazón crece la molestia por tu decisión de desaparecer.
¿Dónde estás?
¿Por qué no te dejas observar?
Las iras pasadas inundan mi socavado corazón perdido.
- Le diré que hay un herido - me digo.
Y acto seguido rememoro las ocasiones en las que me he reclamado lo mismo.
Y lo mismo.
Y lo mismo.
Sin nunca provocar un cambio.
Mi perspectiva de tí se tergiversa.
Ya no te pienso como un ser perfecto que merece toda mi atención.
Ya no te considero merecedor de mis esfuerzos.
Hay otros labios que pronuncian mi nombre.
Otras bocas que exigen mi presencia.
Y el Dios del cielo sabe que el que persevera, lo consigue.
¿Qué esperas tú, corazón, para clamar por lo deseado?
¿O es que me tienes en la palma de tu mano?
Ya no encuentras la necesidad de rogar al Padre por mi esencia porque la he regado completa en tí.
Tu contacto visual no suplica mi atención, al contrario, la da por hecha.
Tu sublime actitud no rebusca mi cariño, en viceversa, se vuelve ausencia.
No te enojes cuando descubras la atención de otros dada a esta ninfa.
No te enfades por la presencia de aquellos que observan con deseo las curvas de esta alma devastada.
Que tu grito de auxilio se escuche ahora.
Que tu existencia reclame lo que una vez fue suyo.
Y que mi conciencia...
Plagada de culpa,
Deshaga los nudos de este amor que atan al vacío de una existencia irrelevante.

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A la espera está el cuchillo de los dedos firmes que hagan uso de su filo.
La vena crece dentro del puño, se vuelve aorta.
Con desespero, la niña del cuarto corta el cuento sanguíneo.
Entre llantos, el mundo está a la espera del flujo rojo.

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Nada aparece.

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La mano floja cuelga de un cuerpo inerte, aunque el alma desborde mareos y fatiga intermitente.
El viento sopla los nervios del abatido, mientras los salvadores discuten y la redención de la niña encerrada se ve lejana.
Sutura y sutura, susurra el ciervo del campo minado.
Silbando y silbando cierra el hueco sin líquido blanco.
"Despierta, niña del verso, es hora de volar.
Entre paños y almohadas nuevas has de despertar".
Y reacciona el cadáver viejo entre hojas de papel, buscando indicios inequívocos de su melodiosa miel.
Y aunque el ermitaño recurra al trazo del trozo triste encerrado en su andar,
la niña de ojos tristes ha de culminar su deseperada danza hacia el despertar.

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Emocional.
Pero el deseo de avanzar coloniza mis pensamientos.
Rajo la esquina del dorso de mi oponente mientras su confianza se desvanece en sus ojos carmesí.
Evado sonrisas dilatadas, narices impactadas y suspiros sorpresivos que emanan de sus cuerpos. Mi meta es clara y debo alcanzarla.
Destrucción de sueños, aunque me encuentre en uno, me llaman.
Ajena a la realidad de otros, otorgo fin a la vida de algo inerte.
Juego terminado.
Un 10 de corazones en mi mano y la conciencia completamente sucia.
Salgo de la arena y la decepción en los rostros de la gente real me recibe.
Despierto de mi sonambulismo hostil y el viento abofetea mi rostro.
"¡¡¡Me obligaron a hacerlo!!!"
Replico.
Justificación para ocultar mi egoísmo.
El castigo espera, aunque yo sé que el mismo será permanecer viva
Lúcida
Y consciente
Sí, consciente...
De mi propia inhumanidad.
- Alice in Borderland.

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Emocional.
Te encuentras en medio de la arena de juego parasa sobre un cubo, rodeada de lásers. Las casillas se encuentran plagadas de figuras "A" y "B", la puerta sellada con luces rojas. El pánico se apodera de tus huesos y el vientre se te revuelve porque conoces el final. Tus sentidos se agonizan, pero no puedes pensar. Tus miembros se tensan, pero no puedes correr. Lo único que corre es el tiempo, el mismo que carcome tus entrañas y las vuelve inservibles.
El final se acerca.
Miras a través de los cristales en busca de ayuda y escuchas la voz de uno que grita: "¡Salta al medio!" Y tú lo haces porque es lo único que puedes hacer: obedecer.
Su complicidad lo condena y ahora son dos dentro de la arena.
Desearías enteistecerte por su mala suerte, pero te alegras porque no estás sola.
Egoísta. Su desgracia te trae paz.
Inhumana.
El cómplice logra adivinar las leyes del juego. Aún hay esperanza de no morir en el intento. Saltamos entre las piezas "A" y "B" mientras en la pantalla aparecen acertijos que confunden la razón.
Lo logramos.
Pero la arena no desaparece.
El campo de visión aún se reduce a una cámara agobiante de puntos infinitos.
Una señora de pelo naranja se cola entre nosotros.
Ríe.
Celebra.
Es ahí cuando entendemos que nada ha terminado. La carta de corazones controla el juego, controla las emociones.
Mi lóbulo frontal se tiñe de gris (¿O rojo?).
Mis pupilas chocan contra el cuchillo de cocina que se posa sobre la mesa mientras la risa perpetra mi desasosiego.
Lo empuño mientras mi ira y sed de supervivencia superan mi benevolencia.
Y la atravieso.
Porque en la pantalla se da la orden de matar a todos, incluyendola.
Porque siempre he sido de obedecer y nunca de proponer.
Porque siempre he formado parte de la corriente y jamás de ir en contra.
Afilo el cuchillo y apuñalo por la espalda a los inocentes que surgieron en la arena. Gente conocida y desconocida se cruza en mi camino. Mi hipocresía al hablar con ellos hace más sencilla la tarea de asesinar.

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Nadie dijo que sería sencillo.
Al contrario, las cosas a futuro se veían en caída libre.
Pero después de dos años pareciera fácil imaginar que todo ha quedado en el pasado y se puede seguir adelante sin ningún tipo de problema.
Aún así, las cosas siguen cayendo... Una a una, a ratos, sin equilibrio.
Todo se desmorona.

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•••

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La aguja que cosió la abertura que dividía la mama de un cuerpo descosido es testigo del terror acumulado en la mente del individuo expuesto en la cama del quirófano.
Solo las vendas que envuelven el torso comprenden el sufrimiento del que ve pero no siente.
Mientras pasa el tiempo y el segundero palpita en el círculo intermitente, solo el que perdura en el pasado es digno de fusionarse en el presente con el insomnio del que no sueña.
Y todo se vuelve oscuridad cuando la mano iracunda regala golpes a la herida ya cicatrizada.
Todo se vuelve gris cuando los aullidos nocturnos crean soundtracks de terror en el ambiente y culminan a la espera de un alma abatida.
Todo se deshace cuando el fierro que reposa en el sofá se torna espejo y en el reflejo te miras...
Cansada,
Desgarrada,
Al borde del colapso mental,
Porque el trauma se repite en tu psique y el viento lo hace retornar.

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•••

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Camisa de fuerza ¿Estás lista?
Bozal de gruñidos ¿A la espera del gatillo?
Que el momento de funcionar acecha y el silbato de euforia reposa en los dedos...
Fríos huesos de quién lo hace sonar.

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•••

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- Ayúdame, también me muero.

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