Christian W. Svetlichnyy

[| Conversación telefónica con Seth Hansen. 6 meses atrás |]

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Seth: Esas cosas se notan a leguas. ¿Qué piensas hacer? Tú no sueles llorar por nadie.

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Christian: No voy a hacer nada. Claro que le quiero y él me quiere a mí, pero no soy la persona adecuada para él. Tiene una forma de ser demasiado fuerte. Siente cosas tan bonitas como esas pero luego te trata de un modo totalmente contrario. No tengo personalidad para soportarlo y está claro que tampoco puedo hacerle cambiar, simplemente me alegra que quiera seguir con su vida. Espero que lo consiga y encuentre a alguien que sepa manejarle pero sigo pensando que no le quiero en mi vida de ninguna forma. No me tiene respeto y tampoco me gusta su forma de actuar.

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Seth: ¿Estás preparado para comenzar el segundo capítulo del libro de tu vida? Sí, soy un moñas, pero es así. ¿Estás realmente preparado para avanzar, o aún tienes los pies estancados en el barro del pasado?

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Christian: A ver, cortamos hace dos meses, es normal que me duela y piense en él, o que no sea capaz de sentir nada real por otra persona. Yo seguiré haciendo lo que hago ahora, que es seguir adelante y moverme. Conocer a gente, hacer cambios en mi vida... Y lo que tenga que llegar, llegará. Si algo aprendí es que no importa cuánto lo desees, nada va a pasar por arte de magia hasta que deba ser así.

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Seth: ¡Oye, me ofendes! La magia sí existe. Nah, es broma, tienes razón. Pero debes seguir adelante de verdad, no a trompicones. ¿Me prometes que no vas a llorar más?

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Christian: ¿Ni siquiera si veo Titanic...? Bueeeeeeeno, vale.

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Ya está. Se había acabado todo. Tantas idas y venidas para nada. Z y él se habían divorciado finalmente, dejando atrás su historia juntos en un profundo pozo lleno de recuerdos que jamás querría volver a tocar. Fue la mejor decisión, sin duda no podía proseguir fingiendo que no ocurría nada mientras era víctima de una relación tan tóxica, aun así una estúpida parte de sí hacía que le doliese haberle perdido.

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Necesitaba reencontrarse con su pasado. Sus orígenes. Sólo así sabría qué camino tomar ahora. Por eso decidió pedir unas vacaciones en la revista Vogue, donde trabajaba como director de arte. Regresaría a Rusia; vería a su familia después de diez años desde que se escapó de casa para vivir una nueva vida en Inglaterra como fotógrafo y cumplir su joven sueño. ¿Cómo explicarles lo sucedido desde entonces? ¿Lo entenderían? ¿Querrían, siquiera, retomar el contacto con su hijo o hermano tras tanto tiempo ausente sin dar señales de vida? Cada paso que daba su cuerpo le empujaba hacia atrás, con la sensación de caminar sobre arenas movedizas. Quedaba atrapado en su propia trampa y ya no había salida.

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Había pedido una semana libre, de la cual cuatro días pasó encerrado en su habitación de hotel, preso del pánico. Tenía ganas de llorar y gritar. Fue egoísta ir en su busca cuando les necesitaba y no por el mero hecho de ser su familia. Se odiaba a sí mismo por haber sido capaz. Pensó en irse, volverse atrás; huir como el cobarde que era. Cogió sus cosas y bajó a la cafetería con la maleta en mano, bebiéndose un whisky pese a ser las once de la mañana. No alzó la vista del vaso hasta verse a sí mismo reflejado en él. Una versión distorsionada de su propia persona. Era, era...- Me dijeron que estabas aquí, pero no quise creerlo. Te dimos por muerto, William. -Hacía tantos años que no le llamaban así. Su voz sonaba como la de un viejo fantasma. Era su hermano gemelo, Fredrik. Estaba muy cambiado: delgado aunque fuerte, rapado y sin barba. Más tarde se enteraría de que se había hecho militar. Juntos charlaron toda la tarde, compartiendo risas y llantos. Sus padres habían muerto hace dos años sin él saberlo. Dos. Esa cifra se le quedaría atragantada durante meses. Porque, sí, se negó a marcharse. Pidió la baja en la revista; abandonó lo que había conocido como su día a día por recuperar el tiempo perdido. Les había echado de menos y necesitaba digerirlo todo.

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Tenía sobrinos, que por sorpresa le acogieron con ilusión en vez de miedo. Todo había cambiado. William había cambiado. Parte de su alma se marchitó para volver a renacer. Buscó un trabajo e intentó retomar los estudios como médico en la universidad de Moscú, quería ser el hombre que debió ser.

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