Habían pasado varios días desde que Pietro partió de este mundo, casi no había tenido ganas de levantarme de la cama y en realidad todo me daba igual. Los Cullen vieron la fluctuación de mi mutación y tuvieron preguntas, mismas que mi padre Charles se encargo de responder mientras hacía un justificante a la escuela, pues no me presentaría por estar "muy enferma". Casi no había probado alimento, me dolia el levantarme y mi cara siempre estaba humeda, por las lagrimas. Me cuesta trabajo creer que no muriera de deshidratación.
–¿Y esa apariencia?– mi padre pregunto entrando a la habitación que la abuela me había dado, siempre mi vista estaba hacia la ventana que me podía ver el cielo nublado de Forks, tan nublado como mi alma. –Ya la mayoría sabemos que esa no es la real, ¿por que seguir usándola en nuestra presencia?– su silla choco contra mi cama e hizo un esfuerzo en subirse en ella, me gire y mi cabeza quedo sobre su regazo.
–Me protege. Me duele verme al espejo con mi apariencia real, porque me parezco a Pietro...y él ya no esta con nosotros. Mi corazón llora y mi alma tiene mucha pena. Papá, ¿Cómo me quito esto?– Un sollozo se escapo de mi garganta y cerre los ojos sintiendo la caricia de mi padre en mi cabello.– No puedo con esto...ni siquiera puedo imaginar como esta mi hermana.–