Ashira.

Ven. Acércate. Frente a frente. Cara a cara. Dime qué has hecho durante todo este tiempo, en qué se han esfumado tus minutos, cuántas horas e historias me he perdido desde tuvimos que tomar caminos diferentes. Nárrame tus inquietudes, dime con qué sueñas ahora, si todavía queda parte de aquel cuento que anhelabas llegar a escribir o si, por el contrario, todo se ha desmoronado o ha tomado un rumbo diferente. Cuéntame, sin miedo, qué locuras te persiguen, qué es todo aquello que el temor a no poder ha intentado apartar de tu cabeza, qué te cuentan tus noches de soledad, o qué guardan, en secreto, las cuatro paredes de tu habitación. Ábreme, de nuevo, es parte de ti que mantienes escondida, dime cuántas veces te has perdido a lo largo del camino, cuántos oscuros fosos, sin salida aparente, has tenido que cruzar para llegar donde estás hoy, cuántos momentos has deseado tirar de una vez por todas la toalla, bebiendo a tragos descontrolados altas dosis de incertidumbre y desesperación. Puedes contarme cuáles son hoy tus mayores sueños, qué conservas en aquel viejo cuaderno de cosas por cumplir, cuánto queda aún de todo lo que me enseñaste, de todo lo que fuiste, de todo lo que llegamos a ser. Enséñame tus mejores sonrisas, tus momentos más felices, tus victorias y triunfos más merecidos, y también tus peores partes, tus lágrimas, tus golpes y cicatrices más duros, te prometo que no me iré. Muéstrame tus ganas de salir a comerte el mundo, de pisar con fuerza, tus nuevas virtudes y debilidades, todo aquello que te apasiona, y todo aquello que te frena, que te oprime, que no te deja volar. Desnuda tu alma conmigo, sin que importe el resto, sin guardarte nada, y guardando todo aquello que tú decidas guardar. Escupe todas las palabras que nazcan de tu mar de necesidad, tu rabia, tu euforia, tu alegría, tu tristeza, tus grandes errores, y tus preciosas victorias. Déjame tocar, una vez más, tu noble corazón, deja que hable, que me cuente todo lo que lleve dentro.

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