Subaru.

Suelo preguntarme si las palabras que dedicas el tiempo de escribir, esconden la inicial de mi nombre bajo su propia sombra; si el sabor de los besos que pude regalarte alguna vez, continúa latente en la delgadez de tus labios. A veces me paro a pensar en lo que fue de nosotros dos, en el principio, en cuando nos conocimos, y en si fue acertada la decisión de hacerlo; en si lo escaso que fui capaz de entregarte llegó a considerarse suficiente en algún instante, o si fueron sólo arenas movedizas en las que deseabas hundirte por la simple ambición de necesitar más y no saber cómo obtenerlo. Es cierto y lo admito, los errores del pasado regresaron a mí en cada momento en el que traté de amarte; supongo que no me esmeré en luchar contra lo que acarreaban, por considerarme un gran fanático de la derrota.

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Como un puzle de mil piezas incompleto, éramos; tú todas aquellas que construyen una preciosa noche estrellada, yo la última incapaz de encajar en el lugar correcto. Inevitablemente me pregunto una y otra vez si realmente alcanzamos a querernos, o si tan sólo fuimos un intento mutuo de apaciguar el dolor que otro alguien había dejado marchitándose en nuestros corazones.

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Atrapado me encuentro entre páginas de un autor que dejó de escribir líricas para dedicarse a la pintura. El azul de una noche estrellada inunda la palidez de mi techo, vacío de sensaciones, hasta escucharle llegar en compañía de un piano de cola; desquebrajando el silencio, sin permiso concedido, se presentan las melodías de unas manos elegantes sobre teclas blancas y negras, a cada segundo en que el insomnio se permite torturarme. Podría mentir y decir que no recuerdo ninguno de sus nombres; sería una locura teniendo en cuenta que él se conoce a la perfección, y mejor que nadie sabe que la cordura se me escapa con tan sólo mirarle a los ojos. Dejé de tomar cafeína desde el día en que partió, obligando a mis labios a la costumbre de una abstinencia eterna. Me permití jugar al escondite con las estrellas hasta que tuviera el valor de regresar a mis brazos, y desde entonces continúo escondido bajo el somier de mi colchón, rodeado de pelusas jugando a acariciarse, insistiendo en poseer tacto más dulce que el de aquél que calmaba mis llantos en las noches de abandono.

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Considero mi presencia en la vida pasajera; la huella que mis letras dejan en los demás es efímera. Gran parte de mi adolescencia y juventud ha sido malgastada en éstos lares, revelando en cada trazo lo que mi pecho esconde, creyendo encontrar un alivio para esos veintiún gramos en los que no he creído nunca. He tenido la suerte y desgracia de cruzar miradas con mucha gente, sin embargo, a día de hoy continúo en soledad; tal vez por la falta de ansia en perseguir las pisadas de otros, probablemente por no desear alterar el rumbo de sus andares o, simplemente, porque es lo que tiene que suceder. No creo en el destino ni en las casualidades, aún si suelo utilizarlos como conejillo de indias para romantizar mis letras. Por mi memoria viajan nombres de extraños, recuerdos en compañía de quienes llegué a querer y, a veces, el aroma de sensaciones que, deseé, fueran eternas, pero nunca admitiré extrañar a nadie más que a mí mismo. Soy el único que desconoce el camino de vuelta a casa; quién quiera regresar a mi lado, puede encontrarme en el mismo lugar de siempre.

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La mejor decisión que pudimos tomar fue aceptar que el tiempo se había detenido para ambos. Algo nos estaba diciendo que lo correcto era guardar distancias, y concentrarnos en arreglar aquello que estaba haciéndose pedazos; nuestro pecho. Suelen decir que perder a quién se quiere es uno de los mayores errores que el ser humano puede cometer, sin embargo, qué sentido tiene resguardar a alguien en nuestros brazos, cuando quién está perdido es uno mismo; cuando nuestros dedos protegen una brújula con la cual no somos capaces de orientarnos. Lo cierto es que la vida siempre tratará de mantenerse firme aunque esté convirtiéndose en un puzzle de mil y una piezas; sin saber cómo, nos adueñamos de una enseñanza muda carente de sentido, porque sólo aparentamos; no somos fuertes. Ninguno de los dos; quizá tú más que yo.

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Siempre tratando de encontrar la ocasión idónea para arrastrar mi alma una vez hacia alguien de quién nunca he merecido caricias, por palabras que creía mejor remedio que cualquier fármaco inductor de sueño; porque besos como los de aquél contenían más droga que cualquier taza de café. Si algo he aprendido después de tantas caídas e intentos por amar, es que si estás roto, deja la esperanza a un lado; ella no tiene por qué ensuciarse con tus propios errores.

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Detrás de la ventana nada se encuentra; el aliento de la brisa desfigura la mirada de aquél hombre escondido tras un cristal embadurnado de tristezas, revelando la debilidad de veintiún gramos en los que no sustenta su creencia. Gritos que se pierden bajo una cartulina oscura salpicada de estrellas hacen eco sobre lo que llamamos vida; las flores se marchitan sin razón, y el rio dejó de cantar. Los lobos le lloran a un zafiro que, vestido de blanco y perdido en su deseo de las once, espera por su marcha nupcial; aguarda superar los límites de lo imposible para reunirse con ese muchacho capaz de hacerle arder en llamas, y que a diferencia de cualquier otro varón, no se marcha en las mañanas.

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Me pregunto si la luna es consciente de la existencia humana; si alguna vez se dignó a bajar la vista para encontrar la adoración que fulguran mis pupilas por cada letra de su nombre. Si tendrá la bondad de rescatarme y convertirme en hielo para permanecer a su lado hasta que el universo se canse de dar vueltas.

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⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ { Adriel
⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀ @iwoosxng }

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Días agotadores, nula motivación. La oportunidad de dar a conocer a uno de mis interpretados preferidos se me presentó y decepción es el sentimiento que me carcome por no haberla aprovechado. Más que nunca me siento yo; todo lo que me ha estado golpeando durante éstas semanas tiene el nombre de Subaru; emociones decaídas, ansias por reventar las paredes, atragantar la nuez de adán con la ceniza de un cigarrillo. Anhelo darle voz a todos mis hombres, sin embargo siento que no es el momento, o quizá no éste el espacio adecuado.

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He creado un diario con el nombre de Adriel, porque, como dije, tiene mil historias que contar, pocas personas de quiénes hablar, pero mucha emoción y felicidad que demostrar.

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Para quienes deseen leerle, aquí lo dejo. De todo corazón agradezco a quienes se han tomado el tiempo de escucharle y admirarle casi tanto como yo lo hago.

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Un besazo, y hasta luego.

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Varios párrafos descansan sobre las cuadriculadas hojas de mi libreta, ansiando ser moldeados, perfeccionarse antes de desfilar para otros ojos. El tiempo se me escapa entre los dedos; revisando mi espacio, he logrado percatarme de que han pasado casi una docena de días sin dejarme oír, mucho menos ver. Me entristece, por el hecho de que mis ganas por permitir a mis huellas danzar sobre el teclado son inmensas, no obstante, mi mente me rechaza, y mi escasa motivación me anula. No debería disculparme por no poder crear más, pero frente a usted lo hago, golpeando mis rodillas contra el suelo, y al tiempo agradezco que se mantenga esperando por mi regreso. Nunca he sido persona de promesas, pero sé que volveré pronto, por ello le ruego que no abandone mi diario; volveré a entregar lo mejor de mí.

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Desnudaste las ventanas con intención de despertarme, sabiendo que no sería suficiente esfuerzo. El roce de unos labios sobre la frente fue lo último percibido por mi piel antes de escuchar la puerta de entrada cerrarse; ya vas camino al trabajo. Lamento no haber amanecido segundos antes para despedirte; hoy será un gran día, te quiero. La bandeja con el desayuno reposa sobre la mesilla de noche, conectada al lado que me pertenece en el colchón que a diario compartimos; sin dificultad percibo el aroma a café recién nacido, y aún sin catarlo disfruto del sabor dulzón que le otorgan los tres terroncitos de azúcar añadidos. Me conoces tan bien. Arándanos morados descansan sobre un par de panes en su punto crujiente; sueles olvidar las fechas especiales, pero no mi rechazo hacia la acidez de los arándanos rojizos que suelo cederte cada vez que compramos pastel de queso. Son detalles que importan, y me hacen sentirte cuando no estás.

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Aprovecho tu ausencia para escribirte y que me leas cuando yo quiera que lo hagas. Una de las cosas que mejor se me da, además de amarte, es dejarte con la intriga en el ápice de la nariz, y tan sólo el sol conoce cuánto disfruto yo de ello, y de tus insistencias por persuadirme. Con besos se te pasa, y aunque evitas devolvérmelos, ya estoy yo para robarlos.

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Sobre el sofá de un salón decorado por ambos, espero tu llegada, hasta terminar entre tus brazos. Desde que nos conocimos, desde la primera vez que mis ojos tomaron interés en tu silueta, supe que amanecería en tus labios cada uno de los días que conformaran mi vida. Y no me mientas; sé que tú también lo sabías.

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Los focos disparan sobre mis pupilas. HaJoon inicia la cuenta atrás con el traqueteo de las baquetas, y no pasa ni una milésima de segundo cuando las voces alaban nuestro nombre, acompañando las letras que mis dedos escribieron, al ritmo de tres instrumentos. Miles de estrellas se aparecen en un recinto cerrado y con techo, esbozan sonrisas sin apagar su voz. Me tiemblan las manos, como un idiota me río; planeo darlo todo ésta noche.

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Durante mi corta trayectoria en éste mundo, he compuesto canciones que pueden contarse con los dedos de ambas manos, y aún dejar unos cuantos en libertad; pensamientos abandonados que jamás tuvieron la intención de ser cantados junto a alguien más, mucho menos compartirse. Hoy en día me llegan mensajes agradecidos por darle voz a mis letras, y hacer uso de la mía para enviar cada mensaje.

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La música y quienes me escuchan, conforman una gran parte de lo que puedo considerar el paraíso. Los pequeños detalles que me rodean a diario sin miedo a ser descubiertos y utilizados para regalar tranquilidad, confort y alegría, tanto para mí como para quienes me rodean, son esa otra parte de lo magnífico que tiene existir. Sentarse en la orilla del mar escuchando al tiempo viajar, que me lean un cuento; abrir la tienda de campaña y pasar la noche en el jardín contando estrellas que hacen creer que la magia existe, despertar con besos en la nuca y un concierto de los colibríes proveniendo de aquel árbol de cerezo que plantamos hace meses.

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El paraíso no es el cielo; el paraíso se compone de todo aquello que el mundo te ofrece, y decides quedarte.

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— Subaru.

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• ¿En qué conviertes tu dolor?

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Letras del abecedario que entrelazadas encuentran su significado; uno poderosamente triste. Escribo porque es la mejor manera de que alguien me escuche sin tener que dar explicaciones; de vaciarme de todo remordimiento y estragos que amenazan con desquebrajar cada pedazo de mí, a pesar de permitirles nacer de nuevo sin reproche. Y es que si resultara tan sencillo hacerlo, ¿qué pintaría yo aquí?
Narro para mí y para aquellos que buscan un refugio donde sentirse comprendidos, en un mundo donde nos han vendido que encontrar la felicidad es un deber.

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• ¿Quién te acompaña en tus noches de insomnio?

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Ya no le permito a la luna entrometerse en mis paredes a través de la ventana; cierro las cortinas porque no necesito compañía más que los susurros de una voz titulada 'hoy en día' en inglés. El grito del piano acaricia mis tímpanos con intención de amar; se lo permito después de tanto tiempo, siendo aún consciente de que no lo merezco. Las últimas caladas del quinto marlboro son consumidas por la soledad del cenicero; mis labios se han perdido -una vez más- en el recuerdo de aquellos que les robaban el aliento con un dulce sabor a fresa. Frutas que decidí no volver a catar jamás tras considerarme adicto y no poseer adicción.

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• ¿Cuáles recuerdos te visitan en las noches?

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Suelo soñar con caricias que dejaron huella sobre ésta piel morena opacada por obras de arte sin sentido y sin autor. Una voz pidiendo afecto se repite una y otra vez en mi cabeza aún en estado REM. Me prueban unos labios y no opongo resistencia; muerden y se ríen, yo sólo acato órdenes. El café se ha convertido en un tópico muy utilizado por aspirantes a poeta, y no puedo ser la excepción en mencionar que el aroma del contenido de una taza envuelve mis fosas nasales a las doce del mediodía, creando amistad con besos regalados sobre un manto castaño. Ella me regaña por despertarla, y yo la dejo ser, porque de eso se trataba; de aceptar todas sus manías, y amarla sin cuestionar.

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• ¿Has llegado a odiarte? ¿por qué?

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Después de tantos amaneceres, de visualizar el final del día en cada estación, no he vuelto a quererme tanto como cuando era un crío y me consideraba el rey del mundo, aún si mis pies no pisaban la tierra. Despreciarme a mí mismo por los errores que no tienen solución es absurdo incluso para mi yo consciente; sin embargo, se ha convertido en la rutina que acompaña éste mal hábito que poseo de escribir.

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• Leí algunos textos muy profundos en tu cuenta, ¿cuál es tu proceso de escritura? ¿cuánto tiempo te toma construir un texto? ¿cómo aprendiste a escribir tan bien?

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No poseo un proceso de escritura; es tomar asiento y dejarme fluir. Cuando necesito escribir mis tristezas, las melodías nostálgicas resultan un gran apoyo; la necesidad de permitir a mis lágrimas escapar se convierten en tinta sobre papel, dando vida a escritos tan pobres como los que pueden encontrarse en mi arrugado diario. Textos que suelen llevarme horas, incluso días, dependiendo mucho de mi estado anímico y de las fuerzas que me entregue el día para levantarme de la cama. Por esa y varias razones es que suelo abandonar mi espacio de vez en cuando.

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En cuanto a la última cuestión, no es por ser modesto, pero no considero que así resulte. Todavía me queda muchísimo por aprender y mejorar. La tomaré como un halago, y te agradeceré por ello.

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• ¿Qué sensación le otorga el alcohol a tu cuerpo? ¿cómo te ayuda a ahogar tus penas, aliviar el estrés o simplemente sentirte mejor?

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Tengo presente la idea de que todo en la vida es momentáneo, efímero, como nosotros. El alcohol no es la excepción, y aunque admito que un estado de ebriedad que te haga sentir en coma ayuda -a mi persona- a desconectar de la realidad, el dolor e intercambiarlo por estupideces y acciones sin planeamiento previo, una vez desaparece al día siguiente, continúas siendo la misma persona miserable de siempre. La sensación de caer físicamente, y no mentalmente, probablemente sea lo que me hace sentir diferente; fuera de mí, como si no se tratara de lo que siento, sino del envoltorio que soy en realidad; el muñeco en el que me convierto al quedar vacío de culpas, sentimientos y recuerdos. Deshabitado y más libre.

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Manos que sueñan con ser bailarinas, danzando al compás de unas letras penetrantes. Ceño fruncido, mandíbula tensa; gritos camuflados por la presencia de un cajón flamenco.

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Indescriptible sensación de alivio es lo que siento cada vez que ésta melodía se pasea por el aleatorio en mi lista de reproducción adornada con un corazón, junto a un toque de remordimiento, no puedo mentir. Y es que saber que no se es el único con recuerdos y sentimientos similares, ofrece cierta tranquilidad y reconforta.

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Dean es -y será siempre- uno de los artistas que más he llegado a admirar hasta el momento, y podría asegurarte que no existe canción escrita por sus labios que haya dejado pasar. Half moon se hace notar entre la mayoría de ellas, compartiendo la corona con 21, e instagram. Admitiré estar acostumbrado a la versión original -o la cual él nos ha hecho creer-, mas mi piel no puede negar los incesantes escalofríos que le provoca la versión que mencionaste, unida a ese recopilatorio de caminares deambulando en una noche profunda, entristecida por la ausencia de la luna, y perdida en el recuerdo. Admiro la sencillez del videoclip amateur; realidades a flor de piel, nada que ocultar, tan sólo una voz liberando todo aquello que guarda el corazón de un hombre.

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Hacer referencia a los astros personificándolos en un cuerpo humano, o inclusive como la idea de un corazón que late a medias, siempre me resultará asombroso. Posee la capacidad de envolverte en una burbuja y llevarte de vuelta al pasado; recordar lo que un día fue con alguien, o simplemente con uno mismo; ese pedazo de nosotros que se escapó de las entrañas y ahora huye sin un rumbo fijo. Muchos hablan de la media naranja en el amor, pero a veces no se trata más que de nosotros mismos; nos hacemos a la idea de que alguien más puede completarnos, aún si nadie más que nuestra alma puede comprendernos.
A veces duele.

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Una melodía majestuosa, nacida de un hombre digno de admirar, es todo lo que puedo decirte.

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Porque es incierto e incomprensible.
Conectaría éste pensamiento con la cuestión anterior sobre la muerte, pero sin considerarlo un final; más bien una realidad constante. Tendemos a idealizar el futuro como una imagen muy lejana, pero la verdad es que va sucediendo a cada segundo, así como el pasado va difuminándose con las pulsaciones de las agujas del reloj. Ambos están a cada extremo del presente, no necesariamente lejos.

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La incertidumbre vuleve a presenciarse en mi mente al pensar en el futuro; ¿cómo podríamos temerle a algo que ni siquiera sabemos cómo va a presentarse? Más bien tememos a la idea de lo que podría llegar a suceder; la versión negativa que dibujamos de nuestro entorno. Podría hablarte de mi constante manía por perfeccionar -en mi cabeza- situaciones que tengo la certeza de que sucederán; el diálogo con mi jefe en una reunión de trabajo, por ejemplo, o preocuparme por asuntos pobres como suspender un examen de matemáticas por no haber estudiado. Mi jefe no va a decirme lo que he planeado en mi diálogo, y quizá el profesor de matemáticas no se presente el día del examen. Preparamos imaginaciones, simples ilusiones, a veces preocupándonos demasiado por la ejecución o el resultado de meros instantes que nos permiten bajar los hombros una vez han terminado, porque no van a ser como deseamos.

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Podría decirse que, más que temor al futuro, es miedo al fracaso.

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La única forma que considero fiable para no temer al futuro, es dejarse llevar sin pensarlo; permitirle al tiempo avanzar al ritmo que desee, y sí, continuar realizando aquello que nos mantiene de pies en tierra, pero sin comernos la cabeza con ideas negativas de si fallaremos o si saldrá bien. Será como tenga que ser.

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Opino que se trata de lo que nosotros mismos pensamos y sentimos; te hablo de una manera mucho más profunda, -observando a través de la ventana- porque el mero hecho de ser humanos nos hace iguales, pero lo que nos diferencia es lo que se esconde en nuestra mente.

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Cualquier persona puede sentarse frente a la orilla del mar, con las pupilas conectadas sobre el manto azul, y no ver más que agua. Probablemente yo pueda escribirte doscientas líneas narrando lo que ese manto azul me hace sentir; el tesoro que puedo llegar a considerarlo, y tal vez tú, en el caso inverso, hagas lo mismo, pero escribiéndome sobre el temor que el océano provoca en ti.

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Ciertamente todo lo que nos rodea no son más que cosas, algunas de utilidad, otras simplemente permanecen ahí; somos nosotros los que buscamos entregarles un significado a su presencia.

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