Good bye Annabelle Bloom
No podía usar a la híbrida ni a su propio hijo como prueba, o ambos sabrían de sus intenciones de marcharse e intentarían frenarla.
Había una tercera que también disfrutaba bastante con la curiosa esencia de Annabelle, pero...¿funcionaría? La loba caminó hacía el salón, allí estaba su hija, dormía en la cuna. Con muchísimo cuidado le dejó a la pequeña aquella camiseta, justo al lado. La respuesta no tardó en llegar, la pequeña alargó las manitas hacia ella y la abrazó tal y como solía hacer con ella. Incluso se la pudo ver sonreír.
Si podía engañarla a ella, también podría engañar a la híbrida. Por no hablar de las maravillosas dotes interpretativas con las que contaba su hijo.
El plan era perfecto, cualquier cosa que pudiera salir mal, ella ya había ideado como subsanarlo. Y todo había quedado por escrito para que su hijo pudiera llevarlo a cabo. Ya solo quedaba la peor parte...
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Dejó tres cartas escritas y escondidas en aquel búnker dónde había estado escondiendo tanto durante décadas y dónde había dejado lo necesario para que su plan se llevase a cabo.
Estaba bien escondido, pero sabía que su hijo lo terminaría encontrando tarde o temprano. La curiosidad podía con él, y eso su madre lo sabía.
Se le pasó por la cabeza la idea de una última visita, ir a verlo, hacerlo cuando durmiera, pero supo bien que si lo veía no iba a ser capaz de dejarlo allí y todo lo planeado sería en valde.
Tenía que irse de esa forma tan fría al más puro estilo de Annabelle Bloom.
No cargó absolutamente nada, ni ropa, ni objetos, ni siquiera el teléfono móvil. Lo dejó en uno de los cajones de su propia habitación. Podrían encontrarla con él, además, era una herramienta más que X podría utilizar en la pantomima que había organizado para él.
Ambas subieron al avión, uno de esos comerciales y siquiera en primera clase, cualquier cosa para poder pasar desapercibidas. Llevaba puesta una ropa que para nada tenía que ver, un vaquero bastante ajustado y una camiseta negra de uno de esos grupos de música que tanto le gustaba a X. Sí, llevaba ropa de su hijo, cualquier cosa para pasar desapercibida en esa huida suya.
Había estado tan ocupada esos días planeándolo todo que no tuvo tiempo alguno en pensar en todo lo que estaba dejando atrás. Aunque más bien había estado evitando pensarlo...
Lo dejaba absolutamente todo atrás, su hijo, las personas que formaban parte de su vida, y hasta ella misma se había quedado allí. Había conseguido un pasaporte falso, con un nombre distinto y exactamente lo mismo para la pequeña que tenía en brazos.
Notaba un nudo en la garganta al mirar como el avión se alejaba del que había sido su hogar durante tanto tiempo.
Tenía que solucionar dicho nudo, por ello apartó la mirada de la ventana y la centró en la pequeña que había en sus brazos.
Recodó porque estaba haciendo todo aquello...
Había una tercera que también disfrutaba bastante con la curiosa esencia de Annabelle, pero...¿funcionaría? La loba caminó hacía el salón, allí estaba su hija, dormía en la cuna. Con muchísimo cuidado le dejó a la pequeña aquella camiseta, justo al lado. La respuesta no tardó en llegar, la pequeña alargó las manitas hacia ella y la abrazó tal y como solía hacer con ella. Incluso se la pudo ver sonreír.
Si podía engañarla a ella, también podría engañar a la híbrida. Por no hablar de las maravillosas dotes interpretativas con las que contaba su hijo.
El plan era perfecto, cualquier cosa que pudiera salir mal, ella ya había ideado como subsanarlo. Y todo había quedado por escrito para que su hijo pudiera llevarlo a cabo. Ya solo quedaba la peor parte...
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Dejó tres cartas escritas y escondidas en aquel búnker dónde había estado escondiendo tanto durante décadas y dónde había dejado lo necesario para que su plan se llevase a cabo.
Estaba bien escondido, pero sabía que su hijo lo terminaría encontrando tarde o temprano. La curiosidad podía con él, y eso su madre lo sabía.
Se le pasó por la cabeza la idea de una última visita, ir a verlo, hacerlo cuando durmiera, pero supo bien que si lo veía no iba a ser capaz de dejarlo allí y todo lo planeado sería en valde.
Tenía que irse de esa forma tan fría al más puro estilo de Annabelle Bloom.
No cargó absolutamente nada, ni ropa, ni objetos, ni siquiera el teléfono móvil. Lo dejó en uno de los cajones de su propia habitación. Podrían encontrarla con él, además, era una herramienta más que X podría utilizar en la pantomima que había organizado para él.
Ambas subieron al avión, uno de esos comerciales y siquiera en primera clase, cualquier cosa para poder pasar desapercibidas. Llevaba puesta una ropa que para nada tenía que ver, un vaquero bastante ajustado y una camiseta negra de uno de esos grupos de música que tanto le gustaba a X. Sí, llevaba ropa de su hijo, cualquier cosa para pasar desapercibida en esa huida suya.
Había estado tan ocupada esos días planeándolo todo que no tuvo tiempo alguno en pensar en todo lo que estaba dejando atrás. Aunque más bien había estado evitando pensarlo...
Lo dejaba absolutamente todo atrás, su hijo, las personas que formaban parte de su vida, y hasta ella misma se había quedado allí. Había conseguido un pasaporte falso, con un nombre distinto y exactamente lo mismo para la pequeña que tenía en brazos.
Notaba un nudo en la garganta al mirar como el avión se alejaba del que había sido su hogar durante tanto tiempo.
Tenía que solucionar dicho nudo, por ello apartó la mirada de la ventana y la centró en la pequeña que había en sus brazos.
Recodó porque estaba haciendo todo aquello...