Buenas tardes, Mucha gente practica el vegetarianismo porque tienen una fuerte empatía con los animales haciendo de esta una de las razones de mayor peso por las cuales la gente no come carne. Le pregunto, ¿usted siente o alguna vez ha sentido estas emociones?¿que piensa al respecto? Muchas gracias
La pregunta es un poco tramposa. Es decir, supone que quienes no practican el vegetarianismo no tienen una fuerte empatía o no ha experimentado nunca empatía con "los animales". Mi perro dice que sí tengo una fuerte empatía con él, por cierto.
Al respecto pienso que la empatía con los animales no significa renunciar a comerlos, usarlos, criarlos, matarlos o relacionarse con ellos. Porque es imposible, básicamente. Si no quieres dañar a ningún animal, tienes que suicidarte.
Ya comentaba yo que el vegano y el vegetariano hacen una contorsión moral al ignorar, negarse a ver, que alimentarse de plantas mata animales. Les quita su comida. Los machaca bajo la hoja del arado. Les quita su ecosistema sustituyéndolo por el huerto del abuelo. Y luego les impide con distintas estrategias pesticidas que se almuercen las lechugas que el vegano quiere para sí. Ellos fingen que eso no pasa (o lo racionalizan con contorsiones filosóficas aún más alambicadas) porque su construcción moral de absolutos es una trampa en sí misma. No son, pues, más empáticos, más morales, más buenas personas que quienes nos almorzamos un chuletón poco hecho.
Mi empatía hacia los animales disminuye conforme están más lejos de mí, como nos pasa con todo. Mi perro es parte de mi familia. Un murciélago que se come la cosecha de mangos de un campesino en el trópico no lo veo así, soy más empático con el campesino pero me gustaría que se deshiciera de los murciélagos sin incomodarlos demasiado. Una pulga que transmite la peste está mucho más lejos, me parece esencial que la maten antes de que contagie a un inocente. Lo mismo para otros parásitos y animales que pueden dañar a otros seres humanos.
Así, una vaca criada para ser alimento, que no existiría (ni siquiera genéticamente) de no existir el uso humano, me resulta lo bastante empática como para desear que a) tenga una vida sin incomodidades y b) sea sacrificada sin causarle conductas aversivas que yo interpretaría (sin certeza alguna, antropomorfizando) como dolor, temor, incomodidad y sufrimiento en general. Lo mismo va para los animales de laboratorio o los utilizados en espectáculos o para su exhibición y estudio en zoológicos o acuarios, y todos los demás que los seres humanos usamos y después alimentarmos y dejamos que nos usen cuando se recicla nuestra materia orgánica.
Es decir, yo acepto y entiendo que no es posible la moral absoluta que pretenden fingir que tienen los animalistas o veganos, y favorezco los cambios necesarios para que las inevitables interrelaciones entre todos los seres vivos sean lo más humanitarias posibles respondiendo a la moral que hemos creado los seres humanos, sin pretender hablar en nombre de otros animales. O vegetales. O minerales.
Al respecto pienso que la empatía con los animales no significa renunciar a comerlos, usarlos, criarlos, matarlos o relacionarse con ellos. Porque es imposible, básicamente. Si no quieres dañar a ningún animal, tienes que suicidarte.
Ya comentaba yo que el vegano y el vegetariano hacen una contorsión moral al ignorar, negarse a ver, que alimentarse de plantas mata animales. Les quita su comida. Los machaca bajo la hoja del arado. Les quita su ecosistema sustituyéndolo por el huerto del abuelo. Y luego les impide con distintas estrategias pesticidas que se almuercen las lechugas que el vegano quiere para sí. Ellos fingen que eso no pasa (o lo racionalizan con contorsiones filosóficas aún más alambicadas) porque su construcción moral de absolutos es una trampa en sí misma. No son, pues, más empáticos, más morales, más buenas personas que quienes nos almorzamos un chuletón poco hecho.
Mi empatía hacia los animales disminuye conforme están más lejos de mí, como nos pasa con todo. Mi perro es parte de mi familia. Un murciélago que se come la cosecha de mangos de un campesino en el trópico no lo veo así, soy más empático con el campesino pero me gustaría que se deshiciera de los murciélagos sin incomodarlos demasiado. Una pulga que transmite la peste está mucho más lejos, me parece esencial que la maten antes de que contagie a un inocente. Lo mismo para otros parásitos y animales que pueden dañar a otros seres humanos.
Así, una vaca criada para ser alimento, que no existiría (ni siquiera genéticamente) de no existir el uso humano, me resulta lo bastante empática como para desear que a) tenga una vida sin incomodidades y b) sea sacrificada sin causarle conductas aversivas que yo interpretaría (sin certeza alguna, antropomorfizando) como dolor, temor, incomodidad y sufrimiento en general. Lo mismo va para los animales de laboratorio o los utilizados en espectáculos o para su exhibición y estudio en zoológicos o acuarios, y todos los demás que los seres humanos usamos y después alimentarmos y dejamos que nos usen cuando se recicla nuestra materia orgánica.
Es decir, yo acepto y entiendo que no es posible la moral absoluta que pretenden fingir que tienen los animalistas o veganos, y favorezco los cambios necesarios para que las inevitables interrelaciones entre todos los seres vivos sean lo más humanitarias posibles respondiendo a la moral que hemos creado los seres humanos, sin pretender hablar en nombre de otros animales. O vegetales. O minerales.