Calificaria usted a Venezuela como una dictadura?
Sí, a estas alturas sin duda alguna.
Primero, nunca tuve simpatía por Chávez. No me gustan los soldadotes, los caciques, los demagogos ni los caudillos latinoamericanos a los que definí como "el proverbial 'hombre fuerte', que se 'faja los pantalones', que 'defiende a éstos o a aquéllos' y 'pone orden' por su carisma. El caudillo se concibe sólo en postura épica, presto a ser retratado para los libros de historia: a caballo como Pancho Villa, con un pie sobre un cañón y el sable desenvainado, pensativo mirando al horizonte, con gesto decidido o arengando a las masas que no sabían para donde ir hasta que el caudillo señaló el camino". Chávez se ajustaba a la descripción añadiéndole una altanería tropical que le hacía creerse igual cantante que comediante de stand-up (características, por cierto, que Juan Carlos Monedero copia en una penosa parodia de lo paródico). Y finalmente no me gustan los que por poder provocan divisiones en la sociedad que luego es muy difícil, si no imposible, sanar (véanse las dos Españas de Franco y de hoy).
Pese a ello, defendí durante años su legitimidad elección tras elección. Mi falta de simpatía no cambiaba mi convicción democrática (como pasa a otros).
Pero, al paso del tiempo se consolidaron rasgos incompatibles con la democracia: la satanización de parte de una sociedad para atraerse el favor de otra llegó al asesinato y encarcelamiento sin juicio, los tribunales se fueron convirtiendo en sucursales del ejecutivo, se instauró la dictadura de las mayorías donde se gobierna sólo para los que eligieron al líder y éste no asume su responsabilidad para con _toda_ la sociedad (yo puedo ser ateo y anticlerical y ganar elecciones pero ello _no me faculta_ para quemar iglesias, fusilar imames o mandar a que le den palizas a los budistas, _debo_ estar consciente que gobierno para todos y debo atender los deseos legítimos de las mayorías y los derechos de las minorías); los medios de comunicación independientes fueron desaparecidos y atacados económicamente con presiones brutales (porque "son privados", lo cual en sí no tiene por qué ser un delito) y la opinión pública pasó a ser dominada totalmente por el discurso oficial, que adoptó una creciente estrategia de mentiras, exageraciones, paranoias cuidadosamente calculadas (la construcción de enemigos) y posturas demagógicas propias de los autoritarismos de izquierda y de derecha.
Para la muerte de Chávez, el régimen era indefendible _sin importar que ganara elecciones_ porque habían desaparecido las condiciones necesarias para una elección genuinamente libre, dentro de una competencia democrática legítima y equitativa, y porque el régimen estaba en franco enfrentamiento con segmentos cuando menos significativos de la sociedad. Hoy, con ley habilitante y plenos poderes, Maduro tiene el mismo poder que cualquier dictador de la historia. Dictadura con democracia simulada como la mexicana, de la que al parecer mucho han aprendido, por desgracia.
Primero, nunca tuve simpatía por Chávez. No me gustan los soldadotes, los caciques, los demagogos ni los caudillos latinoamericanos a los que definí como "el proverbial 'hombre fuerte', que se 'faja los pantalones', que 'defiende a éstos o a aquéllos' y 'pone orden' por su carisma. El caudillo se concibe sólo en postura épica, presto a ser retratado para los libros de historia: a caballo como Pancho Villa, con un pie sobre un cañón y el sable desenvainado, pensativo mirando al horizonte, con gesto decidido o arengando a las masas que no sabían para donde ir hasta que el caudillo señaló el camino". Chávez se ajustaba a la descripción añadiéndole una altanería tropical que le hacía creerse igual cantante que comediante de stand-up (características, por cierto, que Juan Carlos Monedero copia en una penosa parodia de lo paródico). Y finalmente no me gustan los que por poder provocan divisiones en la sociedad que luego es muy difícil, si no imposible, sanar (véanse las dos Españas de Franco y de hoy).
Pese a ello, defendí durante años su legitimidad elección tras elección. Mi falta de simpatía no cambiaba mi convicción democrática (como pasa a otros).
Pero, al paso del tiempo se consolidaron rasgos incompatibles con la democracia: la satanización de parte de una sociedad para atraerse el favor de otra llegó al asesinato y encarcelamiento sin juicio, los tribunales se fueron convirtiendo en sucursales del ejecutivo, se instauró la dictadura de las mayorías donde se gobierna sólo para los que eligieron al líder y éste no asume su responsabilidad para con _toda_ la sociedad (yo puedo ser ateo y anticlerical y ganar elecciones pero ello _no me faculta_ para quemar iglesias, fusilar imames o mandar a que le den palizas a los budistas, _debo_ estar consciente que gobierno para todos y debo atender los deseos legítimos de las mayorías y los derechos de las minorías); los medios de comunicación independientes fueron desaparecidos y atacados económicamente con presiones brutales (porque "son privados", lo cual en sí no tiene por qué ser un delito) y la opinión pública pasó a ser dominada totalmente por el discurso oficial, que adoptó una creciente estrategia de mentiras, exageraciones, paranoias cuidadosamente calculadas (la construcción de enemigos) y posturas demagógicas propias de los autoritarismos de izquierda y de derecha.
Para la muerte de Chávez, el régimen era indefendible _sin importar que ganara elecciones_ porque habían desaparecido las condiciones necesarias para una elección genuinamente libre, dentro de una competencia democrática legítima y equitativa, y porque el régimen estaba en franco enfrentamiento con segmentos cuando menos significativos de la sociedad. Hoy, con ley habilitante y plenos poderes, Maduro tiene el mismo poder que cualquier dictador de la historia. Dictadura con democracia simulada como la mexicana, de la que al parecer mucho han aprendido, por desgracia.