Que no te avergüence estar mal. Es algo "normal", por clasificarlo de alguna manera. Además, ¿por qué conformase con serlo a ratos y no siempre? Aunque existan bajones, aunque tu entorno no te deje. Serlo, a pesar de todo.
Me carcome la curiosidad por saber quién eres. No hace falta que me lo digas, solo contéstame una cosa. ¿Te conozco? ¿Hablo contigo de normal? Es que me suena tu manera de hablar...
Y lo sé, en serio. Soy feliz a ratos. Exactamente como describes.
Soy feliz mientras hablo con algunas personas que realmente me caen bien y me río, me río con sinceridad hasta el punto de llorar de la risa.
Soy feliz mientras leo porque me siento yo, como que no he cambiado al final.
Soy feliz mientras puedo sonreír sin forzarlo, porque lo siento.
Soy feliz cuando lo pienso y no me hacen falta explicaciones.
Pero eso no es siempre así. Y, bueno, se supone que cuando estás mal, lo mejor es compartilo, porque a medida que lo cuentas, sale de ti y ves todos los lados (buenos y malos). El problema es si realmente alguien te va escuchar. Y si lo va a hacer, que no te juzgue, que entienda tus miedos sin tener que pronunciarlos, que sepa cómo aliviarlos sin tener que explicarlo. No sé si me explico...
Como en eso, se interpone mi desconfianza natural (más la adquirida con los años. ¡Gracias, gentuza que habéis hecho que no pueda sentirme cómoda con nadie!) así que he acabado escribiéndolo. Luego lo quemo, en una especie de ritual en que la quema del papel representa que se acaba lo que me preocupa, como si cuando las cenizas se las lleva el viento o la marea o dónde sea que lo eche, se llevasen con ellas lo escrito...
Y lo sé, en serio. Soy feliz a ratos. Exactamente como describes.
Soy feliz mientras hablo con algunas personas que realmente me caen bien y me río, me río con sinceridad hasta el punto de llorar de la risa.
Soy feliz mientras leo porque me siento yo, como que no he cambiado al final.
Soy feliz mientras puedo sonreír sin forzarlo, porque lo siento.
Soy feliz cuando lo pienso y no me hacen falta explicaciones.
Pero eso no es siempre así. Y, bueno, se supone que cuando estás mal, lo mejor es compartilo, porque a medida que lo cuentas, sale de ti y ves todos los lados (buenos y malos). El problema es si realmente alguien te va escuchar. Y si lo va a hacer, que no te juzgue, que entienda tus miedos sin tener que pronunciarlos, que sepa cómo aliviarlos sin tener que explicarlo. No sé si me explico...
Como en eso, se interpone mi desconfianza natural (más la adquirida con los años. ¡Gracias, gentuza que habéis hecho que no pueda sentirme cómoda con nadie!) así que he acabado escribiéndolo. Luego lo quemo, en una especie de ritual en que la quema del papel representa que se acaba lo que me preocupa, como si cuando las cenizas se las lleva el viento o la marea o dónde sea que lo eche, se llevasen con ellas lo escrito...