yo quiero más LuIU e___e
Aunque tienen algunos años siendo pareja, tienen sólo uno viviendo juntos y no pueden decir que se conocen absolutamente todo, hay cosas que les quedan por descubrirse y esa es parte de la emoción de firmar un contrato de arrendamiento juntos. Hay otras cosas, sin embargo que tienen claras.
Jieun, por ejemplo, sabe que aunque piensa llevarla a Namsan a poner un candado rojo y a aventar su llave al bosquecito, va a estar haciendo un esfuerzo enorme para no parecer nervioso por la altura de la montaña, o que si le habla en medio de un partido de soccer, va a asentir y decir ajá sin haber escuchado una palabra. Por su parte, Lu Han sabe que por más que en el escenario, ella haya logrado dominar ese feeling "sexy", no es capaz de reproducirlo a menor escala, sin importar cuánto lo intente o que siempre que él desafine al cantar, ella le va a arrugar la nariz sin querer. Son pequeñas manías, malos hábitos y miedos que saben que el otro no puede controlar y les han cosechado amor también.
Cuando Lu Han la ignora por estar ido como un baboso viendo la tele, sus ojos se ven más claros y brillantes que nunca y cuando ella le reprocha sin querer que ha dado mal una nota, sus mejillas pálidas se ven llenitas y bonitas.
Se conocen a niveles más importantes que ese. Se conocen en silencio, cuando un silencio dura más de lo que debería y uno de ellos sabe que el otro tiene algo que decir, uno de ellos tiene algo que esta callando. Se conocen en la carne, en los recovecos de piel que arrancan suspiros y empiezan terremotos en sus pechos. Se conocen en el alma, en las lágrimas que no se derraman y las risas inapropiadas que se esconden tras las manos, en las caricias furtivas bajo manteles, las públicas en los brazos. Conocen quizás más de lo que les gustaría, conocen también lo que odian. Lu Han es capaz de asegurarle a ella que de eso se trata, que por eso se aman, que así son las cosas y que sí ella lo odia a veces, cuando es un estúpido, cuando es irresponsable e infantil, tonto, grosero, está bien.
Ella le dice con ojitos llorosos que no lo odia, que nunca lo odia y a él se le hace un nudo en la garganta porque odia haber sido quien la hizo llorar, pero la acuna en sus brazos, le susurra que la ama y que lo lamenta, asiente, lleno de sentimientos que no puede decir pero ella siente porque lo conoce.
En medio de una noche cualquiera en Seúl, se abrazan y se susurran cosas hasta que no están usando la voz, después de media hora Lu Han se pone de pie para hacerle un té a ella y después de varios minutos de sonarse los mocos y de silencio, ella se pone a cantarle a la gente en la calle, muchos pisos por debajo de su terraza. Él, enamorado y feliz como el que más de escucharla cantar contenta, se une al canto en medio de un abrazo que dura hasta la mañana siguiente y de galletas que dejan migajas en el suelo por varios días.
Jieun, por ejemplo, sabe que aunque piensa llevarla a Namsan a poner un candado rojo y a aventar su llave al bosquecito, va a estar haciendo un esfuerzo enorme para no parecer nervioso por la altura de la montaña, o que si le habla en medio de un partido de soccer, va a asentir y decir ajá sin haber escuchado una palabra. Por su parte, Lu Han sabe que por más que en el escenario, ella haya logrado dominar ese feeling "sexy", no es capaz de reproducirlo a menor escala, sin importar cuánto lo intente o que siempre que él desafine al cantar, ella le va a arrugar la nariz sin querer. Son pequeñas manías, malos hábitos y miedos que saben que el otro no puede controlar y les han cosechado amor también.
Cuando Lu Han la ignora por estar ido como un baboso viendo la tele, sus ojos se ven más claros y brillantes que nunca y cuando ella le reprocha sin querer que ha dado mal una nota, sus mejillas pálidas se ven llenitas y bonitas.
Se conocen a niveles más importantes que ese. Se conocen en silencio, cuando un silencio dura más de lo que debería y uno de ellos sabe que el otro tiene algo que decir, uno de ellos tiene algo que esta callando. Se conocen en la carne, en los recovecos de piel que arrancan suspiros y empiezan terremotos en sus pechos. Se conocen en el alma, en las lágrimas que no se derraman y las risas inapropiadas que se esconden tras las manos, en las caricias furtivas bajo manteles, las públicas en los brazos. Conocen quizás más de lo que les gustaría, conocen también lo que odian. Lu Han es capaz de asegurarle a ella que de eso se trata, que por eso se aman, que así son las cosas y que sí ella lo odia a veces, cuando es un estúpido, cuando es irresponsable e infantil, tonto, grosero, está bien.
Ella le dice con ojitos llorosos que no lo odia, que nunca lo odia y a él se le hace un nudo en la garganta porque odia haber sido quien la hizo llorar, pero la acuna en sus brazos, le susurra que la ama y que lo lamenta, asiente, lleno de sentimientos que no puede decir pero ella siente porque lo conoce.
En medio de una noche cualquiera en Seúl, se abrazan y se susurran cosas hasta que no están usando la voz, después de media hora Lu Han se pone de pie para hacerle un té a ella y después de varios minutos de sonarse los mocos y de silencio, ella se pone a cantarle a la gente en la calle, muchos pisos por debajo de su terraza. Él, enamorado y feliz como el que más de escucharla cantar contenta, se une al canto en medio de un abrazo que dura hasta la mañana siguiente y de galletas que dejan migajas en el suelo por varios días.
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kyuari