Evan.

Mucho más tarde, insisto en que no tienen por qué sentirse inseguros. Menos, conmigo, siendo quienes sean. La manera de condicionar acciones siempre es tan imposible como relativa, pero en la mayoría de los casos, -lo cual saberlo, me llena de impotencia-, es que estas inseguridades se fueron creando a raíz de que otras personas posiblemente los mandaron a acallar sus deseos, en cuanto su inspiración era más que grande, de la manera más cruel, egoísta y poco visionaria.

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Te doy un par de ejemplos, que he compartido y me han compartido, sin querer salirme con la mía, y con eso finalizo:

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- “Perdóname si hablo demasiado.”
( Persona a la que la han mandado a callar tantas veces que pierde la cuenta ).

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- “Perdóname si hablo demasiado poco”.
( Persona a la que la han forzado a hablar más de la cuenta, sin quererlo, tantas veces que pierde la cuenta ).

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- “Perdóname si me rio por todo”.
( Persona, a la que juzgan por su “vulnerabilidad” a la hora de percibir algo. Tantas veces que pierde la cuenta ).

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- “Perdona si suelo ser poco expresivo, dejado, o indiferente de las cosas”.
( Persona que ha sido víctima de las anteriores, y todas las demás. Tantas veces que pierde la cuenta ).

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Pero no solo trata de esto. Aun así, estos mismos pierden la noción de vez en cuando, sus escudos, y suelen minimizar sus miedos e inseguridades por no llegar a no ser correspondidos. Y usan lo que que podemos ver en el caso que planteas. Trato de encargarme de generar la suficiente confianza como para evitar este tipo de sensaciones, y demostrarles que a pesar de ser pocos los encuentros, si existe algo en lo que se puede formar parte. En lo que cualquiera, puede formar parte. Nuestras reformas no son dueñas de las otras, ni las otras son dueñas de las nuestras. Personalmente, no tardo en sentirme innovado en cuanto alguien, así sea a duras penas, trate de mostrarse como es. Y mas si tengo razones y visión para valorarlos tal y como son.

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Lo que creo es que nada merece un titulo, y menos cuando tratamos con cosas como estas. Puedo garantizar que, más han sido los momentos en los que me ha costado adecuarme a algo que vaya más allá de mi iniciativa, denominado, en pocas palabras, como “conveniente” para mi salud vital, antes de verme y en comparación confrontando un cambio inferior y menos sugestivo.

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Todos somos diferentes. Todos, nos aventuramos con distintas reglas. Cada uno atesora una forma de pensar incomparable que a fin de cuentas remata complementándose con otras, sin competencias, hasta lograr una sola unión.

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Tomo muy en cuenta mi esfuerzo. Aunque a veces lleguen cosas sin necesariamente estar aguardando por ellas, no puedo no bastarme por el tamaño de mi voluntad. ¿Qué me garantiza que en mis manos, esto podría encajar y resguardarse sin sobresalirse?

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Pero eso es lo que pasa: incluso cuando crees que ya no te cabe, que ya irreconoces la forma del sentimiento, y que a penas puedes mantener el equilibrio, te reconcilias con tu propia esperanza. Por más grandes que sean tus propias garras, no quiere decir que lleguen a perforar el corazón del objetivo. Al menos, no por completo. Y entonces, ¿con que podríamos quedarnos?

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Necesitamos pruebas, no del resto, sino de nosotros mismos. Pruebas que nos hagan entender que la batalla no es contra los demás, sino con lo que lidia nuestro interior. Que a veces pensarnos en control absoluto no está haciendo más que guiarnos a la perdida. Que las respuestas, no todo el tiempo están a las afueras, sino que se encuentran en el central más hondo e íntimo que conservamos. Y yo personalmente no evito cuestionarme en cuando nuevas gestiones aparecen en mi vida. No me preocupo en los “por qué”, si no, más que todo, en los “para qué”. No puedo acostumbrarme a algo sin siquiera entenderlo, aunque a veces parezca innecesario. Pero necesito, al menos, una razón.

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‘Perder la compostura, y no importar lo que suceda después’.

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Me he reencontrado con más cosas de las que he querido encontrar, en el justo momento cuando decido no preocuparme por protocolos. Como si realmente existiera uno, quiero decir.

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Y esta es la mejor parte: no necesito más que creer en mí mismo para conseguirlo. Porque la claridad de las cosas, en cuanto la pierdo, solo puedo obtenerla de esta forma.

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Este suele ser mi plan en cuanto comienzo a dar todo por perdido, darme por desgastado. Pocos creen que esto puede llegar a sucederle a la propia persona que corretea por la vida esforzándose por dar un cien por cien sin querer precisamente ser visto por cada uno de ellos. Silencioso. Hasta yo mismo desconozco mi paso siguiente, al anterior. Y esto solo provoca una verdad que hasta yo mismo trato de evitar. Sin querer hacerla una vez mas evidente, vuelvo al punto: creo que buscar, o aferrarnos a algo, no es la solución. Creo que las cosas nunca se van del todo, y que permanecen ausentes hasta creer que reunimos el poder suficiente que nos pueda llevar adherirnos nuevamente a ellas, a convertirnos en merecedores de su tacto. De buscar, solo estaríamos forzando una verdad. Algo creído como correcto.

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Nunca he podido encontrar una razón que justifique el que jamás me haya hecho sentir del todo cómodo el uso de la palabra ‘sencillez’, en unidades lo suficientemente fuertes como para respaldar, a por ejemplo, un ser humano.

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Siento que opaca una serie de posibilidades que nos alejan de lo que realmente lograríamos proporcionar, a nuestra propia medida. Que se encarga de virar las verdades contundentes con las verdades que nos hacen creer que son verdades, conservando mayormente las ultimas. A pesar de que ningún término en el mundo podría definir nuestro propio universo de capacidades, creo, que la idea de identificar algo que fue hecho con emociones reales y razones respetables para creer en su posibilidad, es la naturalidad. Sencillez, es poco. Sencillez es algo que presume un estereotipo alejado de lo extravagante, cuando en realidad, con maniobras poco planeadas podemos resaltar más de lo que creemos. Podemos ser extravagantes sin realmente estarlo siendo. Al ser naturales, creer en nosotros mismos, confiar en, precisamente, nosotros mismos. ¿Realmente es posible que lo anterior pueda ser ocupado por lo ‘sencillo’ de las cosas?

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Últimamente he podido percatarme de ciertas cosas. Entre todas, encabezo que suelo contar con una fase de duelo emocional que interioriza según los impactos que conciban a mis sentimientos. Me hacen ser, de maneras distintas, tan impredecible como predecible; aun siendo todo tan inexacto pero disponiendo del presentimiento de que algo está por avecinarse. Y lo cierto es que ni incluso el mayor cabezazo de sentada me ayuda a deshacerme de la sensación de no saber en que confiar, de no saber en qué respaldarme ni que armadura usar, por desconocer justamente en lo que estoy a punto de pasar a convertirme.

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Empiezo, sintiendo demasiado. No tengo límites. Acaricio y acecho cada escena cuidadosamente sin tratar de saltarme nada, siendo objetivo con lo que me llevó a darle titulo a este nuevo comienzo. Trato de que no me carcoma la culpabilidad al pensar ciertas cosas situadas por la realidad del origen, y al final recaigo en un ‘no saber con qué prevalecer ni a que aferrarme’ por creer que no puedo encontrar una forma justa de reconocer los hechos. Y ahí es cuando comienza a conformarse aquello que le hace un sitio a la inercia, a la dejadez, a la confusión, junto al remordimiento mental que me advierte que a pesar de lo mucho que los escudos anteriores puedan llegar a aislarme del punto de encuentro, nada me permitirá librarme del suceso. Sentirme honesto, claro, saberme algo lleno de capacidad, suponiendo que para la próxima vez la misma habilidad no bombeará la misma fuerza con la que solía contar en el intento anterior.

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Y poco a poco se va reforzando el sentido que conforma mis propias razones para reflejar algo precisamente dominado por lo ausente. Se me acaban las palabras y acciones para algo por lo que quisiera consumirme a golpizas efusivas llenas de los sentimientos que corroen mi cuerpo, pero nada parece lograr que, por razones que desconozco, alcance a exprimirlas hasta dejar el paño sediento. Y esto no solo me quita la posibilidad de generar un cierre, o encontrar una salida, sino todo aquello que conforma mi esencia, al menos por un tiempo, pero encargándose de no sobrepasar el todo.

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Suposiciones. No hay nada que me quite de la cabeza que son unas maestras en dañar nuestras propias realidades e imposibilitarnos de otras que suelen ser inminentes para las que ya nos pertenecen. Yo mismo, he sido secuaz, víctima, enemigo tanto amigo de ellas e incluso sin darme cuenta, pero por suerte, ya después de un tiempo se me facilita identificarlas al reconocer su existencia, y por lo tanto, me esfuerzo por evitarlas.

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Temer de una posibilidad de rechazo forma parte de las costumbres humanas más latentes y constantes del mundo, pero, si nos ponemos a pensar, cada rechazo concede a una posibilidad de liberación, de aclararnos, y equilibrar nuestras prioridades. Dejar atrás las cadenas que solían imposibilitarnos de algún modo.

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Creernos predestinadores de los acontecimientos es desde mi opinión, el peor error de la realidad que nos rodea. Al mismo tiempo lleva cierto nivel idealizado por adueñarnos de pensamientos alejados de lo que en realidad acontece, por no querer simplemente aceptar que las cosas son así y cada una de ellas tiene una razón especial para serlo. Ahora bien, si decides afligirte a argumentos que constantemente se tambalean, me temo que simplemente has creado una realidad paralela a la que suele pertenecernos. Pienso que necesitamos aceptar que realmente no existen garantías para nosotros, que necesitamos material solido y real, y no solo el que suele adueñarse de nuestras mentes. Y que por lo tanto, es mejor arriesgarnos que esperar a que las respuestas caigan del cielo.

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Lo que me hace estar en desacuerdo de estas historias es que nunca se toma en consideración cual es precisamente la historia que vive tras la principal, en el caso de los derrotados tanto como vencedores. Nos llenan de un estereotipo que nos hace formar conclusiones muy mesuradas ante la idea de una posible derrota entre el interior de nuestras vidas, sin pensar en las razones que, de algún modo, nos llevarían a permitir que se acontezcan. ¿Quién no ha sido derrotado, tanto como por sí mismo como por los demás? ¿Quién no ha sido guiado al punto en que empiezas dejarte llevar por las cosas que te han causado daño, ser dominado por todas y cada una de ellas, solo por verte en la imposibilidad de surgir gracias a todos aquellos que te hundieron por hacer algo que ellos pudieron cometer, por no poder creer que de verdad hay cosas que resultan sin querer que realmente resulten? ¿Quién dice que un error define todo nuestro ser? ¿Qué nos hace afirmar que cualquier derrota condena a una vida lleno de hoyos sin poder rellenar?

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No sé qué tan infantil pueda sonar esto, pero una de las películas que me han inspirado muchísimo, y que tienen una clase de enlace con el tema, es Megamente. Es una película cómica animada estadounidense de superhéroes. Le agradezco al director, por brindarnos la oportunidad de darnos una visión más cercana a la realidad y no a la fantasía, siendo, a pesar del caso, una película ficcional. Pero la naturaleza que describe a los personajes tanto como a la historia en general es ciertamente reflexiva. La razón por la que en este caso, el villano que vivía dentro de constantes derrotas que parecían eternas gracias a que nadie se daba la oportunidad de darle razones que lo llevasen a abrir su mente y sobre todo, gracias a que nadie se disponía a conocer realmente de sí mismo y el por qué de su misión, fue cuando precisamente esta rutina tomo un sentido contrario, y alguien, a pesar de los distorsionados que se llegaron a percibir las vías, lo hizo finalmente sin pensar mucho en las consecuencias, llevándolo a cambiar no solo a él, sino a la perspectiva colectiva manejada por los ciudadanos, demostrando que él era mucho más de lo que las personas decían que solía ser gracias a la metodología de vida que poseía ese alguien que precisamente lo ayudo a liberarse de lo que le impedía ser quien realmente era.

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Yo suelo escribir de mis derrotas, de mis logros, del por qué mis logros causaron derrotas y del por qué mis derrotas causaron logros. De cualquier modo, por más peores o buenas que hayan sido mis decisiones, no dejo de considerarme una gran persona aunque a veces me sea complicado aceptarlo. Y no dejo de pensar que nadie puede juzgar mis hechos siendo que desconocen el trasfondo de mi propia historia.

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Después de un tiempo empecé a considerar que, los buenos resultados en medio de cualquier enlace, se pueden extraer del entender que el amor, en general, no es un compromiso. Que los seres humanos no somos una obligación del otro. Que en cuanto sugestionas algo bueno por los demás, no es algo que debe convertirse en una deuda que pronto necesitara ser recompensada con el tiempo. Que el cariño no es una competición, puesto que las formas de amar siempre serán distintas, pero que entre una y la otra no deben surgir definiciones que equilibren entre el balance de la calidad.

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Un amigo significa para mí la capacidad de entender que mayormente no dependo de ellos ni de nadie para cumplir por mí mismo, ni que ellos dependen de mí para hacerlo. Que hay una gran diferencia entre el verdadero apoyo y manipular las formas en que tanto ellos como yo nos manejamos. Admiro las visiones, no las imposiciones. Admiro el gestionar que yace al recibir un abrazo o un poco de compañía dentro de los buenos y malos momentos, a cambio de creerte lo suficiente para juzgar cualquier posición, por mas buena que sea la intención que poseas.

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He tenido relaciones de cualquier tipo en las que cosas como la distancia no han podido hacer jefe la inercia. Y son el tipo de relaciones que prefiero, porque existe comprensión, apoyo, aceptación, fortaleza y visión, y estas últimas características son las adecuadas para ganar mi confianza. Al tenerla, me ha llevado a hacer cosas impresionantes. Por lo general suelo ser amoroso, trato de ser consecuente, estar, así no lo necesiten, pero especialmente cuando la necesidad es más fuerte. Pero por supuesto que todo depende también de las razones que se creen en medio. Me considero un buen amigo, por esa misma razón, porque no se me da bien encadenar, convertirme en una responsabilidad, más si una fuente de liberación. Y cuando las cosas realmente están siendo complicadas para mi, mi mejor metodología es la comunicación.

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Que no sientas el mismo amor, no quiere decir que no quieras a la persona, cabe aclarar. Los casos más comunes en específicamente mis propios casos han sido conllevados por el origen de lo rutinarias que se pueden volver ciertas situaciones. Y lo reconoces. Y sabes que ni sus besos, ni sus palabras, ni su atención se sienten iguales para ti después de que lo habían sido todo, y ver como ambos lo notan sin hacer nada para impedirlo, es desastroso. Pero luego comienzas a recordar los momentos vividos juntos, todo lo que te dio y te hizo ser esa persona, y enseguida pasas a ser irrumpido por la culpa. Te nublas en la posibilidad de confusión, y te sientes asustado, pero aun así fundamentas que en medio de ese proceso puede que logres en algún punto del despliegue reunir el mismo amor que yacía en el principio, sin darte cuenta de que solo estarías pasando forzándote y te vuelves propenso a convertirte en un daño crucial para esa persona, solo por pensar que esto es lo correcto, por quererle sacar más vías a la duda, más vías a la respuesta, más vías a lo real.

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Lo peor de estas situaciones, al vivirlas, es que casi siempre soy yo el cómplice de la inercia. Y jamás es que haya podido lograr equilibrarme con este tema, por más tiempo que me haya dedicado, por más conversaciones, por más análisis, por más intentos, y me quedo en pensar que nadie está hecho para mí y yo no estoy hecho para nadie.

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Y como si no fuese suficiente, otra de las cosas que han resultado complicadas para mi es que por lo general soy muy leal, me comprometo mucho con cualquier cosa que me lleve a sentir, y a veces -casi siempre- solo por esa persona aguanto, y alargo inconscientemente algo que ya esta precedido por los acontecimientos pero que ocasionalmente, solamente yo veo. Porque realmente le quiero y desde el principio estuve dispuesto a darle todo lo que estuviera a mi alcance, y fuera. Porque valoro cada palabra, cada caricia, cada roce, cada enseñanza. Me cuesta olvidar, e insisto una vez más mientras mis sentidos nadan en confusión.

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Pero especialmente, las palabras que nunca tuve para hacerme entender las encontré en la canción de la solista Halsey, titulada “Sorry”. No he intentado proveer falsas ilusiones, sino, como ella, he intentado ser completamente honesto. La cobardía, y el miedo reunido a partir de ciertas situaciones, suelen ser los culpables cuando se me es imposible aceptar la realidad.

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Cuando estás en lo más alto, cuando decides saltar el precipicio sin saber lo que te espera abajo, cuando te atreves a guardar los escudos y traspasar los límites que te habías marcado, te invade una sensación de plena libertad superior a cualquier freno que te impida parar lo que ya has empezado.

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Pero también acecha el miedo. Porque cuando has roto las barreras se desbordan todas las emociones acumuladas. Y cuando tratas de recordarle ya no es lo mismo; lo olvidaste. Y el corazón te bombea a velocidades inalcanzables y los respiros que le das no tienen nada que ver a los que le diste, porque en cada uno de ellos dejas tu alma y tu esencia, y un sentimiento que no deja de crecer. El resto, ya no existe, solo es sobra.

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Cuando pienso en todas las oportunidades que tuve de levantarme, y decir que ya era suficiente, que esto no era lo que quería, los sentidos se descolocaban y decoloran mis intenciones. Tenía que reunir una vez más los sentimientos descubiertos, y desecharlos, para posteriormente iniciar de nuevo pero esta vez con mucho mas temor, con menos esperanzas, con ganas desganadas.

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Y ahora, no estoy completamente seguro de cómo fue que lo conseguí, pero la revolución del logro regenera emociones voraces en mi interior sin parar. Y sin importar, nunca terminaba por ser suficiente. Nunca era saciado a la perfección cada uno de los espacios. Me hace temblar el solo saberlo. Pero esto es lo importante: puede ser triste, injusta, alegre o neutra la situación, pero mi libertad la defino al poder afrontarlas por mi propio pensar. Por mi propio prejuicio.

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