¿Te gustan las discotecas? ¿Salir de fiesta? No tiene pinta, pero pregunto.
Solo he ido dos veces a la discoteca.
La primera vez en una ciudad que no era la mía y en la que tuve que acompañar por compromiso a unos compañeros. A los 5 minutos de estar dentro me empecé a agobiar, así que con la irracionalidad que me caracteriza en mis acciones desesperadas, salí corriendo de allí para acabar siendo robada por un imbécil a tres calles. Genial.
La segunda vez (porque a la primera parece ser que no aprendo) le tiré sin querer la bebida a un chaval que andaba colocado y lo interpretó como una declaración de amor sin precedentes. Insoportable y muy incómodo. Mi incursión duró unos 25 minutos que se me hicieron eternos, después de los cuales tuve que andar casi una hora sola a la casa, en la que aproveché las pausas entre odio y odio hacia mí misma por ser tan estúpida para llorar.
Puedo entender que haya gente que le guste, pero a mí no va a lograr convencerme la experiencia del mundo de la noche.
Algunas de ellas me siento casi a oscuras en mi cuarto a jugar yo sola al jenga y me lo paso bastante mejor. O recopilo fotos de series coreanas para hacerme una libreta que nunca haré, porque soy incapaz de elegir. O escucho el stabat mater recordando tiempos pasados que no será y quizás ni fueron.
Yo soy de noches melancólicas, de hablar poco y pensar mucho. De hacer cosas pausadas. Casi perdiendo el tiempo con alevosía, porque me lo puedo permitir, porque esto es la noche y no hay reglas de productividad. No me debo nada en la noche, así que puedo simplemente pintarme las uñas en silencio sin esperar gran cosa.
Muchas veces hasta me río. Como ahora, escribiendo esta estupidez a esta hora, sin saber por qué. Mirando este móvil en el que no hay nadie realmente y aún así, me escucha. Me río porque a estas horas el absurdo que es para mí vivir deja de causarme sufrimiento, pasa a hacerme gracia. Nada tiene mucha importancia cuando se está tan oscuro.
Ay cuando llegue el día. Ay.
La primera vez en una ciudad que no era la mía y en la que tuve que acompañar por compromiso a unos compañeros. A los 5 minutos de estar dentro me empecé a agobiar, así que con la irracionalidad que me caracteriza en mis acciones desesperadas, salí corriendo de allí para acabar siendo robada por un imbécil a tres calles. Genial.
La segunda vez (porque a la primera parece ser que no aprendo) le tiré sin querer la bebida a un chaval que andaba colocado y lo interpretó como una declaración de amor sin precedentes. Insoportable y muy incómodo. Mi incursión duró unos 25 minutos que se me hicieron eternos, después de los cuales tuve que andar casi una hora sola a la casa, en la que aproveché las pausas entre odio y odio hacia mí misma por ser tan estúpida para llorar.
Puedo entender que haya gente que le guste, pero a mí no va a lograr convencerme la experiencia del mundo de la noche.
Algunas de ellas me siento casi a oscuras en mi cuarto a jugar yo sola al jenga y me lo paso bastante mejor. O recopilo fotos de series coreanas para hacerme una libreta que nunca haré, porque soy incapaz de elegir. O escucho el stabat mater recordando tiempos pasados que no será y quizás ni fueron.
Yo soy de noches melancólicas, de hablar poco y pensar mucho. De hacer cosas pausadas. Casi perdiendo el tiempo con alevosía, porque me lo puedo permitir, porque esto es la noche y no hay reglas de productividad. No me debo nada en la noche, así que puedo simplemente pintarme las uñas en silencio sin esperar gran cosa.
Muchas veces hasta me río. Como ahora, escribiendo esta estupidez a esta hora, sin saber por qué. Mirando este móvil en el que no hay nadie realmente y aún así, me escucha. Me río porque a estas horas el absurdo que es para mí vivir deja de causarme sufrimiento, pasa a hacerme gracia. Nada tiene mucha importancia cuando se está tan oscuro.
Ay cuando llegue el día. Ay.
Liked by:
Solrax
Alexander Monroe
反射
Ryoutaro