Hola, Mauricio. ¿Por qué dejaste las carreras de psicología y de antropología?
Estudiar antropología fue un puente para hacer algo durante un año y poder estudiar psicología.
Me explico: yo hice el bachillerato de humanidades clásicas pero luego decidí que quería estudiar psicología y no me valía. Tenía dos opciones: presentar exámenes de las materias que me faltarían para el bachillerato de ciencias químico-biológicas o una solución que implicaba presentar el examen de admisión a la UNAM y ser admitido en una carrera de humanidades, esperar un año y volver a presentar el examen de químico-biológicas y, si lo aprobaba, inscribirme en psicología. Opté por este segundo sistema.
Así, me inscribí en "Estudios latinoamericanos" (sigo sin saber qué es), hice el examen de admisión de la UNAM para humanidades y lo pasé, pero jamás me presenté a la carrera. Mientras pasaba el año y estudiaba yo para el otro examen de admisión de la UNAM, me inscribí en Antropología, que también me llamaba la atención, pensando que si me gustaba no sería problema quedarme. No sólo no me gustó, sino que entré en conflicto serio con los trotskos que por entonces controlaban la ENAH (ya lo he contado) y acabé amenazado por no ajustarme al dogma. Así que hice mi examen de la UNAM, lo pasé y entré a psicología. Hice dos semestres en Iztacala, y entonces conseguí trabajo como profesor de instrumentos y música tradicionales latinoamericanos (otra cosa que hacía por entonces) y promotor cultural en los CCH gracias a un amigo mío de la música. Me pasé a Universidad Abierta porque no podía tomar clases en Iztacala, dar clase en Naucalpan y organizar actividades para todos los CCH en CU (donde estaban las oficinas de cultura de los CCH).
Al final, el interés por la música y la literatura me hizo dedicarle cada vez menos tiempo a la carrera de Psicología. Mi interés era la psicología experimental, pero se iba haciendo evidente que mi forma de ser no era como para meterme años en un laboratorio a hacer experimentos y cubrir trámites burocráticos. Hice dos o tres semestres de la carrera en abierto (siempre con excelentes calificaciones, al menos puedo presumir) y la dejé. Al poco tiempo, empecé a trabajar de firme en las comunicaciones audiovisuales en una empresa que aún existe y en el periodismo, y a publicar literatura de manera continuada, así que ya nunca me volví a preocupar por la universidad.
Me explico: yo hice el bachillerato de humanidades clásicas pero luego decidí que quería estudiar psicología y no me valía. Tenía dos opciones: presentar exámenes de las materias que me faltarían para el bachillerato de ciencias químico-biológicas o una solución que implicaba presentar el examen de admisión a la UNAM y ser admitido en una carrera de humanidades, esperar un año y volver a presentar el examen de químico-biológicas y, si lo aprobaba, inscribirme en psicología. Opté por este segundo sistema.
Así, me inscribí en "Estudios latinoamericanos" (sigo sin saber qué es), hice el examen de admisión de la UNAM para humanidades y lo pasé, pero jamás me presenté a la carrera. Mientras pasaba el año y estudiaba yo para el otro examen de admisión de la UNAM, me inscribí en Antropología, que también me llamaba la atención, pensando que si me gustaba no sería problema quedarme. No sólo no me gustó, sino que entré en conflicto serio con los trotskos que por entonces controlaban la ENAH (ya lo he contado) y acabé amenazado por no ajustarme al dogma. Así que hice mi examen de la UNAM, lo pasé y entré a psicología. Hice dos semestres en Iztacala, y entonces conseguí trabajo como profesor de instrumentos y música tradicionales latinoamericanos (otra cosa que hacía por entonces) y promotor cultural en los CCH gracias a un amigo mío de la música. Me pasé a Universidad Abierta porque no podía tomar clases en Iztacala, dar clase en Naucalpan y organizar actividades para todos los CCH en CU (donde estaban las oficinas de cultura de los CCH).
Al final, el interés por la música y la literatura me hizo dedicarle cada vez menos tiempo a la carrera de Psicología. Mi interés era la psicología experimental, pero se iba haciendo evidente que mi forma de ser no era como para meterme años en un laboratorio a hacer experimentos y cubrir trámites burocráticos. Hice dos o tres semestres de la carrera en abierto (siempre con excelentes calificaciones, al menos puedo presumir) y la dejé. Al poco tiempo, empecé a trabajar de firme en las comunicaciones audiovisuales en una empresa que aún existe y en el periodismo, y a publicar literatura de manera continuada, así que ya nunca me volví a preocupar por la universidad.